45. Ley del hielo.

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Madrugada. Fría madrugada.

Brook escuchó la puerta de la casa abrirse y cerrarse de un portazo sonoro y a alguien caminando en medio de la oscuridad, renegando por el ruido escandaloso que estaba haciendo sin intención.

Sin alarmarse demasiado, la chica dejó la cama y caminó a hurtadillas. La abrió y espió por el pequeño espacio. Lo único que pudieron divisar sus ojos fue a un hombre tendido sobre el sofá, aparentemente dormido y... borracho. Eso lo pudo comprobar a la perfección al sentir el olor a alcohol que llegaba hasta si habitación.

De inmediato sintió como el corazón se le salía del pecho al escucharlo decir cosas sin sentido, propias de su estado etílico. Cuando Tom bebía, solo podía significar una cosa: que lo estaba pasando lo suficientemente mal como para querer hacer el ridículo.

Aquella conclusión solo hizo que fuese más difícil para Brook hacerse a un lado. Porque a pesar de todo, quería a ese chico con toda su alma. Y no le gustaba verlo así, sentirlo así... Sentir que todo estaba tan mal, que todo estaba tan jodido entre ambos. ¿Así serían las cosas siempre cada vez que tenían que discutir por cualquier cosa? ¿Acaso de verdad ninguno era capaz de romper su estúpido orgullo?

Dándose fuerzas a sí misma, la chica se apartó de la puerta y cerró muy despacio. Después de todo, Tom estaba borracho y poco o nada entendería de las cosas que podrían dialogar en ese momento. Incluso todo podría empeorar si intentaba hablar con él sobre su reciente discusión, así que por esa noche... Brook decidió irse a la cama.

Quizás mañana, cuando ninguno de los dos se encontrasen enfadados, podrían hablar como dos personas adultas, maduras, civilizadas. Podrían reconciliarse.

O quizás no...

~*~

El primer día fue el peor.

Ella despertó gracias al sonido de su teléfono avisándole que eran más de las 7:30 am. Primero un poco desorientada, se giró para encontrarse con el rostro de Tom y poder verlo despertar como siempre lo hacía. Definitivamente era su parte favorita del día...

Pero él no estaba ahí.

Solo entonces pudo recordar lo que había tomado lugar ayer: su salida con Tyler, la discusión con Tom y la borrachera de este.

Brook dejó la habitación, no sin antes respirar profundo, animándose a si misma para tener la suficiente fuerza de voluntad para lo que sea que fuese a encontrarse ahí fuera. Porque lo sabía muy bien, era capaz de derretirse por él si lo veía dormido en ese sofá, totalmente indefenso, vulnerable o incluso triste.

Pero cuando salió, no había nadie en el sofá. Y tampoco se encontró frente a ella a un Tom desanimado, irritado, ni mucho menos triste... Él estaba... bien.

Podía verlo en sus ojos marrones iluminados por la luz de su buen humor, mientras preparaba su propio desayuno ahora vestido con su ropa limpia y aparentemente, después de haberse duchado hace unos minutos.

Al verlo así, dudó por unos segundos si realmente habían discutido anoche... O si el hombre que estaba en casa con ella, y el mismo Tom que ella conocía y que había estado tan cabreado hace unas horas.

¿Entonces era solo ella la que estaba pasándola realmente mal?

Y no supo si dirigirle la palabra sería una buena idea, porque aunque lo sentía de buen humor, él no se había volteado para nada cuando la había escuchado llegar. ¿Qué se suponía que debía significar eso?

—¿Quieres que te lleve al trabajo? —le preguntó Tom, sin siquiera girarse a mirarla. Su voz era neutral. No había huella de alguna emoción en él. Y si la había, él era un jodido maestro en esconderla perfectamente.

𝑨𝒏𝒕𝒊𝒅𝒐𝒕𝒆 ; 𝐓𝐨𝐦 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora