Abrió los ojos y lo primero que pudo ver fue un techo tallado en madera, unas largas tablas que se extendían por toda la habitación. Y bajo ella, bajo su cuerpo, habían sábanas color crema, junto a un par de almohadas donde reposaba su cabeza.Su instinto le hizo levantar las manos para mirárselas con admiración. Las flexionó varias veces, analizándolas como lo haría un niño de meses al descubrir que las tiene. Era un momento parecido a ese, porque ella también estaba descubriendo algo esa tarde...
Estaba viva.
Pasó a palparse el pecho, el abdomen, las piernas, la seda que cubría su cuerpo en un cómodo vestido. Todo entre sus manos tenía una sensación nueva y diferente. Poco a poco, todo a su alrededor se iba haciendo más real. Estaba en una habitación grande, rústica y fresca. Con un tocador, un espejo, un armario... ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Al parecer habían pasado varios días desde que había cerrado los ojos por última vez. Lo dedujo por lo entumecido que se encontraba su cuerpo cuando intentó ponerse de pie. Sus extremidades permanecían duras, como si no se hubiese levantado de la cama por lo menos en un mes.
¿Cómo era posible?
¿Cómo todo eso era posible?
¿Por qué estaba... viva?
Fue en ese momento cuando alguien abrió la puerta de la habitación muy despacio. Ni siquiera la abrió totalmente, si no a medias. Cómo si se encontrara espiando el interior con cautela. Al ver a la chica puesta de pie, aquella persona decidió entrar.
Brook sintió, casi al instante, como su pecho se contraía ante la innegable sorpresa.
—Hola Brook. -le saludó Gustav, puesto de pie en el umbral de la puerta. Con una media sonrisa bastante nostálgica. —¿Me recuerdas?
La chica no tardó en asentir. Aunque volver a ver a Gustav, solo hizo que sintiera el suelo moverse y tuviese que sentarse sobre el borde de la cama. El chico se le acercó rápidamente.
—¿Estás bien? —le preguntó con amabilidad y llenó un vaso de agua sobre la mesita de noche que estaba al lado de la cama. —Se que puede resultar una sorpresa no tan grata abrir los ojos y que la primera persona que tengas que ver sea a mí... —intentó bromear, mientras Brook bebía un sorbo de agua.
—¿Dónde estamos? —es lo primero que ella preguntó cuando volvió a recuperarse. —¿Por qué... Por qué estamos aquí? ¿Por qué estoy yo aquí? —cuestionó con la voz temblorosa.
De manera repentina, el rostro de Gustav cambió rotundamente. El muchacho tragó saliva, y no pudo evitar tensarse al recibir esas preguntas, una por una.
—Gus... —susurró la chica, mirándolo ahora con un nudo en el estómago. Las expresiones de su rostro no le pronosticaban algo bueno. —¿Qué ha sucedido?
—Vale, yo... —Gustav respiró hondo y tomó a Brook de las manos suavemente, con los nervios a flor de piel. Solo de esa manera, al sentir sus manos, pudo darse cuenta de que ella también estaba nerviosa. Nunca había sido bueno para dar noticias. —Tengo que decirte algo, Brook. Pero tienes que jurarme, por favor... Tienes que jurarme que estarás bien después de esto.
La chica solo fue capaz de asentir lentamente segundos después de haberle escuchado. Y no supo por qué, pero algo muy dentro de su corazón, le hizo impulsarle a preguntar: —Gustav, ¿dónde está Tom?
El chico cerró los ojos de pronto, soltando un suspiro pesado y del bolsito trasero de su pantalón, sacó un papel doblado en cuatro partes. Lo levantó con las manos y se lo mostró, en medio de los dos.
—Esto es para tí. —le dijo el chico, sin poder evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas que apartó rápidamente de sus mejillas antes de que ella pudiera verlo llorar. —Antes de que leas esto, necesitas escucharme... Solo así, después podrás saber lo que hay ahí dentro... Lo que él dejó escrito para tí.
[...]Andy dice que lo más probable es que cuando empieces a leer esta carta vas a odiarme tanto que incluso puedo imaginarte arrugando el papel y frunciendo el ceño. ¿Qué podría decirte, Brook? Siempre te he preferido cabreada, detestándome, odiándome... Qué sintiéndote en peligro. Y no es algo que me guste discutir. Sin embargo, quiero que sepas que esta debe ser una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer en toda mi vida. Y mira que he tenido que pasar por varias que me han dejado mal... Pero nada se compara a esto. Nada se compara con este momento.
Tengo que confesarte que tengo miedo. Si no es a tí, ¿a quién voy a poder confesarle este secreto? Creo que me da miedo cerrar los ojos y no volver a despertar jamás. No sé hasta que punto pueda estar preparado para esto. Uno nunca sabe cómo reaccionar cuando la vida empieza a brindarle sus últimos segundos del camino. Es como una aventura, o como un túnel largo y oscuro. Nadie conoce qué puede pasar o dónde va a llevarte. Sin embargo, creo sentirme bien. Es una emoción nostálgica e intensa. Son esas cosas raras que tiene la vida que parecen no tener explicación. Uno de esos tantos misterios del universo que esperaba descubrir en algún momento. Y que espero que tú, mi amor, puedas descubrirlos por mí.
Mientras escribía me pregunté por un momento si esto debía llegar a tus manos o no. Tuve mis dudas, pero me dije a mí mismo que necesitaba hacerte saber algunas cosas, algunas cosas que quizás jamás te dije. Una de ellas, de tantas que podría contarte, es la vez en que me enamoré de tí. Sí, puede parecer raro. Generalmente nadie recuerda el momento exacto en el que se enamora de alguien. Y tal vez yo tampoco sea la excepción. Sin embargo, a mi mente regresa un recuerdo nítido. A mi mente vuelven incluso tus palabras. Tu rostro... La manera en la que me hiciste saber que querías dar la vida por todos los demás, aún cuando no tenías por qué.
Yo no podía entender cómo tú podías vivir en un mundo tan cruel y no tener nada de esa crueldad impregnada en tí.
Y cada vez que ese recuerdo pasa por mi cabeza, a mi mente también regresa toda nuestra historia. Y todo lo que necesito agradecerte. Agradecerte porque me diste todo lo que alguna vez imaginé. Todo lo que alguna vez quise sentir por alguien. Me amaste, me diste esperanza, ilusión, aventura, me hiciste ver la vida con otros ojos. Me diste ese tipo de amor que no pasan dos veces, que no se repiten con facilidad. Me diste ese tipo de amor que se queda. Que perdona. Joder, Brook... Si tengo que ser honesto contigo, te puedo prometer que no necesité nada más. Y que si tuviese la oportunidad de pedir un último deseo, lo único que hubiera pedido sería que esto hubiese durado para siempre.
Pero tú sabes... Tú, que me conoces mejor que nadie, sabes que no quiero alargar esta despedida. No porque no me guste hablar contigo, si no porque no quiero imaginarte llorando. No quiero pasar los últimos minutos de mi vida imaginándote de esa manera. Ni que tú me recuerdes así. Quiero que tú, mi amor, me recuerdes bien. Me recuerdes admirándote como solo alguien que ama profundamente podría hacerlo. Me recuerdes escribiéndote esta carta porque fue la única manera que no quedó. La única posibilidad que teníamos. Y aunque ahora no lo entiendas, te puedo prometer que todo estará bien. Que todo irá bien, Brook. Que pasará, que terminará y que guardarás este papel en lo más profundo de tus recuerdos. Que volverás a él solo cuando te acuerdes de mí, cuando pienses en mí de vez en cuando, cuando sientas nostalgia por este hombre que parecía no tener remedio. Y te prometo, te juro... qué sea donde sea que me encuentre, yo estaré pensando en tí de la misma manera.
Por ahora, sabemos que no queda más que decirnos adiós. Y no tiene por qué ser algo malo, mi vida. Después de todo, así es como terminan las mejores historias de amor, ¿no lo crees? Yo quiero pensar que es así. Espero que tú pienses lo mismo. Porque si tuviese que escoger otra historia, me quedaría con esta. Contigo. Una y mil veces más.
Eternamente tuyo, Tom.
ESTÁS LEYENDO
𝑨𝒏𝒕𝒊𝒅𝒐𝒕𝒆 ; 𝐓𝐨𝐦 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳
FanfictionBrook Taylor lleva en su sangre el antídoto para salvar a la humanidad de una próxima pandemia que acabaría con la raza humana. Por ese motivo, el gobierno de los Estados Unidos contrata los servicios de Tom Kaulitz y su equipo especializado, quien...