20 años atrás.
Aquel hombre que ronda los treinta años se soba la nuca.Está sudoroso, agitado, nervioso, pero a la vez pensante. En su cabeza no hay nada más que la imagen de una niña con los ojos azules y dos coletas castañas que hacen su rostro angelical: su hija.
Nadie, ni nada, importan más que ella.
Richard Taylor sabe que las circunstancias en las que lo ha puesto la vida son jodidamente complicadas, pero ese día, él toma una decisión.
Una decisión que hará que aquella pequeña de dos años se convierta en el milagro divino de una humanidad que tiene los días contados.
Una decisión que hará que se convierta en la cura.
—¿Estás listo? —un hombre de casi su misma edad intercede en el laboratorio. Este, a comparación de Richard, está un poco más tranquilo. Más apacible. Se puede percibir a la perfección en sus facciones relajadas. —Hombre, por favor, mírate... —le dice estirando sus brazos hacia él.
—¿Cómo pretendes que esté? —Richard, por primera vez en el día, se pone de pie y se acomoda la bata médica. —Realmente no sé si pueda hacer esto, Michael...
—Venga hombre, no hemos llegado hasta aquí para arrepentirnos a la mitad del cami...
—¡Se trata de mi hija! —los gritos de Richard resuenan en todo el gran laboratorio. Ambos hombres están asustados, quizás uno más que otro, pero el temor está ahí y en ese momento, presente más que nunca. —No sé por qué no puedes entenderlo...
—Por supuesto que lo entiendo. —interrumpe Michael, determinante. —También tengo una hija, Richard. Y sé lo difícil que es para tí hacer todo esto, pero... hombre, piensa en lo bueno que puede llegar a ser para ella. —le dice colocando una mano sobre su hombro, observando a su amigo sentirse apoyado, pero afligido al mismo tiempo. Un encuentro de sensaciones y sentimientos, que no había experimentado jamás. —Si esto funciona, en unos años no estarás pensando lo mismo...
En ese momento, Richard asiente despacio. Llenando su mente, esta vez, de fuerza y voluntad para continuar con lo planeado.
Sabe que aquello va a dolerle más a él, que a ella. La niña de sus ojos. Y no puede imaginar ni por un segundo, que su experimento no funcione. Pues ha dedicado parte de su vida en descubrir la fórmula idónea para convertir el organismo de su hija, en el único ser humano inmune a la pandemia futura de la que solo unos pocos tienen conocimiento.
De esto depende su vida, su mundo entero.
O lo consigue todo, o no consigue nada...
—¿Quieres que vaya por ella? —le cuestiona Michael en frente de él. Y mirándolo llorar a rienda suelta, le asegura: —Todo va a salir bien Richard. —dice dándole ánimos con un par de palmadas sobre su hombro. —O dejo de llamarme Michael Hundson.
~*~
Esa mañana el sol había amanecido con ella. Parecía más bien de esos días en los que la vida se empeñaba en hacerlo todo aún peor. Más triste, más nostálgico. Como si supiera con veracidad, que nada estaba yendo bien.Brook puso sobre sus hombros una manta de seda y caminó por el pasillo de la casa, hasta llegar al ultimo centímetro de distancia prudente que podía soportar entre ella y el hombre que descansaba sobre el sofá de la sala.
No fue necesario mucho tiempo para que su corazón se estrujara en un puño cerrado, sus piernas temblaran y la respiración, por un segundo, desapareciera de su sistema.
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𝑨𝒏𝒕𝒊𝒅𝒐𝒕𝒆 ; 𝐓𝐨𝐦 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳
FanficBrook Taylor lleva en su sangre el antídoto para salvar a la humanidad de una próxima pandemia que acabaría con la raza humana. Por ese motivo, el gobierno de los Estados Unidos contrata los servicios de Tom Kaulitz y su equipo especializado, quien...