06. Atracción innegable.

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[ 26 de noviembre. Media noche.

Barcelona - España]

Brook le dió un último soplido a la taza de manzanilla humeante.

—Ten. —dijo y le tendió la taza hacia Gustav, que tenía el brazo izquierdo vendado. Sin embargo, ya se encontraba bastante recuperado después de haber sido atendido en un hospital de Barcelona. —Te hará sentirte un poco mejor. —le dijo sonriendo, y aunque él quiso negarse rotundamente a tomar manzanilla (ya que consideraba que era cosa de chicas) no podía hacerlo teniéndola sonriendo de esa manera tan dulce.

—Gracias. —Gustav cogió la taza con al mano derecha.

—¿Cómo estás? —Tom apareció en la sala de estar del departamento, el número tres que el grupo llevaba ocupando en lo que iba de viaje. Este, en cambio, había tenido que pagarlo por su cuenta, de su propio dinero.

Y es que esa repentina mudanza de Madrid a Barcelona no estaba entre los acuerdos firmados con los miembros de la CIA, lo que significaba que no iban a financiarlo. Sin embargo, él consideraba que era necesario al menos quedarse una noche en Barcelona para perder de vista a quién sea que viniera persiguiendo a Brook. Esa podría ser la oportunidad perfecta para despistar los del camino.

—¿Crees que puedas ir mañana a Francia? —le preguntó Tom a Gustav.

—No estoy cojo, Tom. Puedo moverme.

—Lo sé, lo sé. —el de trenzas sonrió. Y era la primera vez que Brook lo veía sonreír. El acto la dejó perpleja. Esa mueca en él se veía preciosa. Era una sonrisa alineada, delicada, tierna. —Solo quería hacerte saber que si no puedes moverte, el grupo podría quedarse un día más.

—Que no estoy cojo, ¿vale? —Gustav tomó de la manzanilla caliente. —Dios Brook, esto está bueno. —comentó cuando notó que traía unas gotitas de limón.

La chica solo le respondió con una sonrisa.

—Bueno, este buen hombre procederá a irse a dormir. Los veo más tarde, al amanecer. —dijo levantándose por sí solo del mueble y caminando en dirección a su habitación. —Buenas noches. —se despidió, levantando el brazo derecho.

—Buenas noches. —se despidió Tom y una vez Gustav cerró la puerta de su habitación, él pasó a caminar hacia el sistema de sensores, para activarlo durante la noche. —¿Qué esperas? ¿Por qué no vas a dormir? —le preguntó a Brook, que jugueteaba con sus dedos parada en una esquina de la sala.

—La verdad no creo que pueda. —sonrió ella ligeramente, levantando los hombros y Tom tragó saliva.

La manera en la que ella podía ser tan indefensa le debilitaba por completo. Y ahora ya no parecía la Brook intolerante que había tratado en un primer momento, sino todo lo contrario...

—Ha sido un día duro, ¿verdad? —entonces él dió un paso hacia adelante, dejándose caer en el sillón largo de la pequeña sala.

—¿Tú qué crees? —Brook lo miró sentarse sobre el sillón y supuso que eso significaba que ella podía hacerlo también.

¿Tal vez a su lado? ¿O eso sería demasiado inapropiado? Quizás también podía ser un tipo tratable como lo era Georg. O quizás no, quizás podía reaccionar mal.

Optó por sentarse en el otro extremo del sillón.

—Lo que pasó hoy... No es culpa de Georg. —susurró Brook, sin subir la mirada hacia él.

—Ya lo sé, Georg es astuto. Yo solo estaba enfadado. —Tom levantó ambos hombros y dejó caer su cabeza hacia atrás, cerrando los ojos.

—Sueles enfadarte muy a menudo, eh... —dijo ella ahora, en un tono divertido. Quizás sí, quizás Tom si podía ser un tipo tratable.

𝑨𝒏𝒕𝒊𝒅𝒐𝒕𝒆 ; 𝐓𝐨𝐦 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora