16. Besos en el pasillo.

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—Quítate la ropa. —le dijo ahora con la voz dura, áspera, parecía como si estuviera aguantando gran cosa. Y vaya que así era. —Quiero ver lo que ese imbécil se perdió.

Al frente de él, Brook bajó la mirada para darse una ojeada a ella misma. Estaba más o menos desnuda ya, omitiendo que todavía traía puesta la blusa y abajo tenía los pantalones a la altura de los pies y las bragas en las rodillas. Así que paso a quitarse todo eso, quedándose esta vez solo en sujetador, que apretaba sus senos al punto de ser divididos por una línea fina que los dibujaba muy bien, haciéndolos exquisitos a la vista de Tom. A la vista de ese hombre que ahora mismo estaba de pie y la miraba con ganas de abalanzarse encima y quitarle ese miedo a base de unas buenas embestidas.

Brook terminó de quitarse todo y Tom hizo lo propio, quedándose completamente desnudo y puesto de pie frente a su presa. Su grueso miembro se mecía a medida que iba moviéndose hasta llegar al borde de la cama, donde ella le esperaba, con la boca entreabierta, mirándolo de una forma tan dulce y cachonda al mismo tiempo.

Eso era lo increíble de ella. Que provocaba follarla duro, pero también llenarla de besos, caricias, tratarla bien... Tratarla con un poco más de tacto que con cualquier otra mujer.

—Date la vuelta. —pidió Tom y Brook se ruborizó todavía más. Ya estaba bastante colorada por el anterior acto que Tom le había practicado, pero ahora... que le pedía que se girara, no sabía que era capaz de hacer ese hombre. —Hazlo, lo vas a disfrutar. —rogó, viendo cómo esta vez ella se colocaba de espaldas a él, con la cara contra la cama. —Ahora sube un poco. —Tom colocó la mano derecha bajo el vientre de Brook, haciéndola subir un poco de nivel. —Quiébrate. —le dijo haciendo que bajara el nivel de su espalda, para que subiera el culo lo suficiente como para poder tenerla en cuatro. La vista ahí arriba era lo más excitante que sus ojos habían podido ver.

El culo de ella estaba expuesto ante su vista e imaginaba cuántas cosas podría hacerle ahora mismo en esa posición. Pensar que podían estar pasándola tan bien. Tan a gusto. Pero él había prometido algo... Y de una forma u otra, no quería traicionar su confianza. Así que se colocó de rodillas tras ella y se inclinó un poco para estar al mismo nivel. Su erección chocó contra su culo, y bajó un poco hasta llegar a la línea de su feminidad. Rozó suave su dura polla contra el húmedo sexo de Brook, que palpitaba ante semejante miembro frotándose contra ella. La sensación era exuberante, agobiante, era una tortura para él estar rozando su pene sobre esa mojada hendidura, a tan solo centímetros, segundos, escasos momentos de poder estar follándosela tanto como quería. Tenía la oportunidad ahora mismo de hacérselo al tenerla ahí y estando tan vulnerable Brook no se negaría, pero no podía... Si hubiera sido cualquier otra mujer, entonces ya la habría abierto de piernas y la habría hecho practicarle una buena cabalgada, pero no era ese el caso... Era Brook, tenía... Miedo de decepcionarla perdiendo los papeles.

—Siéntelo... —Tom susurró contra su oído, ahora frotando su erección más intensamente contra el sexo de ella, sintiendo como su glande si podía tener un poco de acceso a su espléndido paraíso. La punta de su miembro estaba dentro, pero toda su longitud estaba ahí fuera esperando por tener la misma suerte. Y Dios, cuanto le puso poder sentir todo ese apretón que Brook podía ofrecerle. —Siente todo lo que puede darte, nena...

—Tom... —ella gimió, porque era increíble cada sensación que aquello le producía. Estaban a tan poco de estar teniendo sexo. —Joder...

—¿Te gusta? Dilo, Brook... Dilo... —Tom se movió rápido bajo ella, aunque no estuviera penetrándola, el tacto era jodidamente exquisito.

—Sí, sí... Dios, ¡SÍ! —le respondió en un grito ahogado, sintiendo como él gemía contra su oído, y su respiración caliente le llenaba, al igual que sus movimientos allá abajo. Todo era tan fuerte, tan denso, tanta lujuria le nublaba el pensamiento, la vista, él... Era todo, lo era, se movía duro, y gemía y sus gemidos roncos eran todavía más excitantes, sentía que pronto... Se correría.

𝑨𝒏𝒕𝒊𝒅𝒐𝒕𝒆 ; 𝐓𝐨𝐦 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora