41. Recuerdos que permanecen.

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Él sintió de inmediato como sus pies dejaban de tocar el suelo, elevándolo a una dimension desconocida. Pero increíble.

—¿Eso es acaso una pregunta? —soltó Tom, con una sonrisa inevitable, sorprendiéndose cada segundo más de lo inocente que podía llegar a ser Brook.

¿Es que acaso... no notaba lo muchísimo que ese hombre moría por ella?

—Basicamente, lo es. —continuó Brook, sintiendo como Tom la apretaba de los muslos, cargándola y caminando con ella sin ningun tipo de esfuerzo.  Parecía tenso, nervioso, inquieto, como si estuviera tratando de no arruinar el momento con alguna acción fuera de control.

Solo sus demonios internos, y aquellas otras mujeres, sabían cómo era Tom antes del sexo. Sabían lo desesperado y dominante que podría llegar a ser, y por supuesto, él lo sabía también.

Poe lo mismo, se sorprendía demasiado al notar lo bien que estaba llevando la situación. Es decir, aquella mujer que traía en los brazos, que lo miraba con la inocencia de una niña, que él deseaba con la fuerza de una bestia, acababa de preguntarle si él quería hacer el amor con ella... ¿No era una suficiente razón para salirse de control por completo?

Hundiéndose en el dulce olor de su cabello, Tom gimió grave.

—Hmmm... ¿tú qué piensas?

La dureza de su voz y lo lento que pronunciaba cada palabra, ocasionó en Brook una fuerte oleada de lujuria que le recorrió el cuerpo entero. Dejándola con una intensa sensación de deseo. De ganas. ¿Cómo era posible que pudiese provocarle tantas cosas?

—La verdad es que nadie nunca me ha preguntado eso antes. —Tom la apretó fuerte de los muslos, subiendo un escalón tras otro en dirección hacia la segunda planta de la casa.

—¿Te he puesto nervioso? —Brook le rodeó el cuello con los brazos, acariciando las trenzas del muchacho y haciéndolo reír automáticamente debido a su pregunta.

—Más o menos. —contestó él ruborizandose ante aquella confesión.

—¿Por qué?

—Suelo ser yo quien hace estás preguntas. —en medio de la oración, Tom la besó en los labios sin poder aguantarse un segundo más. Parecía como si el camino a la habitación de ambos fuera interminable. —Pero supongo que contigo todo es diferente. Y... eso me encanta. —el chico aplastó sus labios sobre los de ella una vez más, esta vez utilizando la lengua, su aliento caliente y sus manos gruesas acomodándose en las nalgas de la chica, apretándolas a medida que su respiración iba agitándose cada vez más y más. —Tú me encantas.

El sonido de la puerta de la habitación abriéndose, fue lo único que hizo que Brook despertara de ese sueño tan caliente. ¿A dónde habían llegado a parar? Parecía como si él lo tuviese todo planeado, y a decir verdad, no lo dudaba para nada... Tom tenía experiencia. Y ella era como una pequeña aprendiz a su lado.

El chico la tumbó suavemente sobre la cama de ambos, pasando a quitarse el abrigo que traía puesto y quedándose en esa camiseta negra y ceñida que le hacía un cuerpo espectacular. Brook pensaba que nunca dejaría de sorprenderse por lo bien que Tom se encontraba físicamente. Era guapísimo, joder... cuánto lo era.  Y en esa posición, sobre ella, mirándola como si fuese su más deseada presa, tenso, duro, empalmado... La chica comenzaba a sentir como sus bragas empezaban a humedecerse muchísimo. En una sensación enloquecedora que la animaba a querer hundirse entre sus brazos y dejarse hacer por él.

Entonces comenzó.

Justo y como Brook lo suponía, Tom sabía que hacer. Y como hacerlo.

La ayudó a quitarse el abrigo, sin dejar de mirarla un solo segundo mientras cumplía con su tarea, deslizando sus dedos gruesos sobre la piel desnuda de la chica. Ahora solo había una blusa delgada y un sujetador de por medio, algo que Tom ya habia visualizado anteriormente.

𝑨𝒏𝒕𝒊𝒅𝒐𝒕𝒆 ; 𝐓𝐨𝐦 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora