36. Estamos aquí por algo.

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[ 8 de Diciembre, 6:34 pm.
Dallas, Texas ]


El aeropuerto internacional de Dallas recibió las órdenes de la casa blanca. Lo que dictaba claramente que tendrían que cancelar sus vuelos desde el medio día y clausurar el lugar hasta un nuevo aviso, para poder aperturar la zona clasificada donde pudieran recibir la avioneta del gobierno sin ninguna intervención, pero sobre todo, sin ningún enemigo rondando.

Sobrevolar el océano atlántico nunca había sido una tarea tan difícil. La verdad es que Tom no había podido bajar la guardia ni siquiera unos segundos. Estaba tenso, ansioso, no confiaba para nada en los viajes largos como aquellos. Es decir, en tierra quizás podría deshacerse de un par de hijos de puta con algunos explosivos, pero sobrevolando el océano y perdido en medio de las nubes, no podría hacer mucho al respecto.

De cualquier forma u otra, estaban a salvo. Lo supo cuando la camioneta que los transportaba los llevó a una ruta que él conocía de memoria: el laboratorio de Texas. Un lugar que se perdía en medio de mapas satelitales y que solo podían tener acceso a él miembros selectos de la Agencia Central de Inteligencia.

Sí, por fin podía olerse un poco a hogar. A América del norte. Tom había tenido que realizar distintas misiones a lo largo de su corta vida, pero nunca había llegado a extrañar tanto Estados Unidos como en esa misión empezaba a hacerlo. Incluso a su gente, a su clima. Aquel dicho llevaba razón: no había lugar como el hogar.

Y oh, vaya que el lugar era moderno. Por fin también había algo de civilización, tranquilidad y seguridad, si es que en realidad podían contar con esa suerte. El laboratorio de Texas estaba enfundado en capas de acero, desde sus compuertas de tres metros que resguardaban el lugar, hasta los conductos de ventilación. Todo en un diseño minimalista, elegante y bastante tétrico; perdido en medio de un desierto lleno de rocas en seta y arena espesa.

~*~


Ya en medio del laboratorio, Tom caminaba a su lado, revisando algo en su teléfono bajo unas gafas de sol que lo hacían mucho más atractivo de lo usual. Alrededor todos los trabajadores le saludaban emotivos, algunos atreviéndose a estrecharle la mano y otros simplemente alzando la voz, debido a lo cohibidos que se sentían por la imponente presencia de ese hombre de trenzas, fornido y exitoso. Brook no podía culparlos para nada, es decir... si ella fuera uno de ellos, también se habría sentido intimidada al ver a Tom caminar por ahí. Notaba perfectamente el respeto que había ganado en su trabajo a base de esfuerzo, y es que sí... ¿por qué no decirlo? Era un tío hábil y jodidamente bueno en lo que hacía.

En absolutamente todo... Pensó ella.

Brook no podía dejar de mirarlo por el rabillo del ojo. No solo por el hecho de que fuera lo suficientemente atractivo como para tener toda su atención, sino porque Tom caminaba por el pasillo del laboratorio, llevándola de la mano.

Era la primera vez que hacía algo así, como una demostración pública de sus sentimientos, o al menos así lo tomaba ella. El chico caminaba naturalmente por el pasillo con su mano derecha entrelazada a la de Brook y ella podía sentir los ojos de varias mujeres encima suyo, e incluso también escuchaba ciertos murmullos.

¿Qué podía decir al respecto? Esto era algo nuevo. Estaban caminando en medio de mucha gente, con Gustav detrás de ellos, como una pareja normal.

Brook no pudo evitar sentir cierto regocijo en su estómago cuando Tom presionó suavemente sus dedos contra su piel. Contra su mano.

Sí, eran una pareja. Tienes que empezar a aceptarlo, se dijo a sí misma tratando de ocultar una sonrisa instantánea.

—Sr. Kaulitz. —le llamó una voz femenina detrás de ambos, haciendo que se voltearan al unísono.

𝑨𝒏𝒕𝒊𝒅𝒐𝒕𝒆 ; 𝐓𝐨𝐦 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora