30. Siempre hay una primera vez.

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Terminó de desnudarla y estampó el cuerpo de la chica contra la pared mojada de la ducha. El agua caliente continuaba cayendo sobre ambos cuerpos desnudos.

Tom la besó duro, le encantaba hacer eso. Aún más sabiendo lo dulce que ella era, y lo pervertido y caliente que era él. El contraste era enloquecedor para el muchacho, que no tardó en abrazarla con sus brazos fuertes, pasando las manos por su espalda, por sus muslos, por su estómago. Brook sintió de inmediato la longitud del miembro de Tom acariciarle el vientre y otra vez, la insaciable necesidad de tenerlo dentro de sí. Trató de buscar algún punto dentro la ducha en donde pudiese aferrarse y así desfogar todo el placer que Tom le hacía sentir, pero alrededor todo estaba mojado. Incluyéndola.

Sin embargo, él la cogió de las manos y las entrelazó con las suyas. En una búsqueda desesperada por desfogar toda la tensión.

—¿Qué estás mirando? —Tom le siguió la mirada, sorprendiéndose gratamente al observar que la chica miraba disimuladamente el choque exquisito entre las partes más sensibles. Su erección y el vientre de ella. —¿Te gusta lo que ves? —con la lujuria ya cubriéndole la vista, posó sus ojos en ella para ver su expresión ante esa escena, para ver lo excitada que estaba. Facilitándole un poco más la faena, se pegó mucho más a su cuerpo. Haciendo que su erección roce suavemente bajo su entrada húmeda.

Brook soltó un gemido involuntario. El sonido suave y agudo despertó aún más el hambre de ese hombre que lo daría todo por verla disfrutar. Arriba le besó la boca utilizando la lengua y entrelazando fuerte sus manos con las de ella.

—Dime, ¿te gusta? —le preguntó Tom, con la voz ronca. Con la voz desesperada. Anhelante. No se hacía una maldita idea de lo excitado que estaba.

Ella solo asintió despacio, tímidamente, en respuesta.

—Mierda, Brook... —Tom se relamió los labios al observarla mirar su erección. Al observarla ver cómo esté la sobaba contra ella. Suave, despacio, en círculos. Sentía que pronto se correría solo con ese contacto tan sutil. —¿Te excita? —le preguntó contra su oído. Al sentirlo ahí, Brook gimió con fuerza, porque el aliento caliente del muchacho contra su piel era demasiado excitante como para resistirse.

—Si, dios... Me encanta. —siseó ella, aferrándose a su cuello. Entonces, preguntó: —¿Puedo...?

Tom enarcó una ceja.

—Quieres... —el chico tuvo que guardar silencio por unos segundos en los que su miembro se endureció todavía más. Aunque eso parecía ya prácticamente imposible. —¿Quieres tocarlo? —preguntó con la tensión acumulada en todo su cuerpo. Madre mía, si de cualquier otra mujer se hubiese tratado, la situación no sería la misma. Estaría bombeándola duro y sin remordimiento contra esa pared mojada.

Pero era ella, era Brook. Y eso lo que hacía todo aún mejor. Había más deseo, más tensión, más ganas de todo con ella. Con su inocencia reflejada en cada pregunta, en cada mirada limpia, en cada acto. Era tan dulce, tan tierna, que aquello hacia que a Tom le provocase corromper toda esa maldita inocencia como mejor sabía hacerlo.

Brook asintió, con las mejillas ruborizadas y la mirada temblorosa.

—¿Me dejas? —le preguntó a Tom.

Y eso era lo increíble. Ni si quiera notaba que tenía a Tom comiendo de una mano y qué podía hacer con él todo lo que quisiera. No se daba cuenta que era una mujer caliente, sensual, jodidamente exquisita, y que era él, quién no podía creerse en ese momento que quería tocarlo.

—Es todo tuyo, nena. —la voz del chico era más gutural de lo normal. Aquello solo demostraba el nivel de su excitación y al mismo tiempo, de su autocontrol.

𝑨𝒏𝒕𝒊𝒅𝒐𝒕𝒆 ; 𝐓𝐨𝐦 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora