28. Nuevos refuerzos.

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Tom dió otra vuelta en la cama.

Cuatro de la mañana y no había podido pegar ojo en toda la noche.

A su lado, Brook dormía y su respiración salía lentamente, moviendo el pecho de arriba hacia abajo de una forma muy sutil. Las facciones relajadas de la chica y la expresión en su rostro le hicieron sonreír despacio, estúpidamente embobado. Demonios, ¿quién iba a pensar que con veinticuatro años volvería a tener la sensación de un puñetero adolescente?

De un día para otro se había convertido en un hombre vulnerable, con las sensaciones a flor de piel, pensando más con el corazón que con... la otra parte de su cuerpo con la que pensaba todo el tiempo. De ser un hombre mecanizado, frívolo y sin nada de tacto para ninguna situación, ahora era un manojo de sentimientos. De sensaciones fuertes.

Y vaya con las sensaciones.

Una cosa era cierta, nunca había imaginado volver a sentir algo como eso alguna vez. Desde Morgan, todo había sido difícil de sobrellevar. Enfrascarse en relaciones sin futuro y sentimientos básicos había dejado de ser algo que él pudiera sostener. ¿Por qué con Brook había sido diferente? ¿Por qué cuando la veía sentía que perdía los estribos y era capaz de cualquier cosa?

Quizás era normal, es decir, después de todo así era el amor de jodido. Y la verdad es que el tiempo no había pasado en vano para Tom. Si antes al menos podía considerarse un buen prospecto de novio en un porcentaje mediocre, ahora no era nada, absolutamente. Y ahora que tocaba ese tema, ¿estaba pensando seriamente en tener... una relación?

¿Qué iba a pasar después del experimento en Washington? ¿Todo acabaría ahí? ¿Él realmente quería eso? ¿Olvidarlo todo? ¿Hacer como si nada hubiese sucedido? ¿Y qué si solamente era algo momentáneo? ¿Realmente lo era? ¿Brook era algo momentáneo? ¿Podría soportar el hecho de que su antídoto haya podido ser la cura de la muerte de su ex novia? ¿Qué habría dicho Morgan de todo esto?

Los movimientos de la chica sobre la cama lo hicieron volver a la realidad, aunque de esta no había tanta diferencia. Empezaba a sudar frío, y solo había bastando con hacerse algunas preguntas respecto a ella. ¿De verdad tenía que ser así de complicado? Era un jodido inexperto en eso del amor.

Y en ese momento, las cosas estaban lo suficientemente complicadas como para hacer del amor un tema protagónico.

Tom se puso de pie y salió de la habitación, cerrando de un portazo suave.

Algunos vidrios seguían esparcidos por los pasillos de la residencia y todo alrededor indicaba que se había desarrollado una guerra interna en el lugar; desde muebles que no estaban en sus sitios, ventanas en pedazo y lágrimas de sangre por doquier. El infierno que habían vivido ahí hace menos de diez horas había sido devastador.

Devastador y muy inteligente.

Después de horas revisando el sistema de seguridad, a este no le había encontrado fallo alguno. E incluso si ese hubiese sido el problema, ¿qué sucedía con el satélite? ¿con la protección de sensores de Washington? Todo el gobierno de los Estados Unidos tenían los ojos puestos en esta base militar. En Brook. ¿Cómo, por todos los cielos, habían podido entrar a la residencia con la facilidad que tiene un niño para desplazarse en los videojuegos?

La interseccion había sido brillante, limpia, astuta. Alredor de seis hombres habían tenido la oportunidad de entrar con sencillez, de estar cerca de Brook. De incluso, poder hacerle daño. Podía entender que ese tipo de situaciones se hayan dado en los apartamentos anteriores, pero... ¿en Brasil?

Era inconcebible. Y aquello era un dolor de cabeza para Tom. Todo estaba en orden, todo estaba siendo controlado como se supone que debía ser controlado, no entendía que podía estar fallando; pero si esto continuaba como las últimas veinticuatro horas, la misión se tornaría más complicada de lo que había imaginado.

𝑨𝒏𝒕𝒊𝒅𝒐𝒕𝒆 ; 𝐓𝐨𝐦 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora