A la espera (14)

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Dámaso

Ya esta por ser las dos de la tarde.

Estoy esperando a la rubia prepotente.

Los días después de nuestros almuerzo le he estado enviando regalos. Regalos que intentan aplacar la ira que a de sentir por mi persona después de nuestra discusión.

Si me viera desde otra perspectiva diría que estoy haciendo idioteces pero no lo veo así, creo que a una mujer como Kala Price se le debe de tratar como una reina, es una de esas mujeres que tienen el mundo a sus pies y que no necesitan un hombre para ser felices; por eso mismo le envío esos obsequios, para demostrarle que aunque lo tenga todo puedo darle todo lo que pida, que estoy a su entera disposición.

<<¿No crees que te estás sobrepasando?>>

<¿Por?>

<<¿Desde cuándo eres tan detallista?>>

<Simplemente la trato como merece>

<<Por otras mujeres no hacías nada de esto>>

<Porque las demás no importan; además, después de nuestra discusión ella me a de odiar>

<<Eso no lo pongo en duda>>

Es cierto que esto no lo hago con nadie, nunca he mandado obsequios o planeado escusas para poder ver a una mujer.

Pero ahora me veo pidiendo perdón por mis acciones erróneas cuando con alguien más hubiera puesto mi orgullo primero; estoy enviando regalos como un adolescente enamorado y sintiendo ese nerviosismo al tener a mi abogada frente a mi.

Me atrae, eso no hay duda; no he podido pensar en nadie más desde que conocí a esa rubia de ideas decididas, ha tomado toda mi atención y no me importa alabarla o subirle el ego. Porque creo que su altivez es tan fascinante.

Mis pensamientos son interrumpidos al escuchar el sonido del pono ser removido y sin mi permiso abren.

Sonrió ante esa acción porque se quién es la única persona en atreverse a hacer su voluntad aún en mi casa.

Price entra con la confianza de quién es dueño del mundo, su caminado se detiene frente a mi escritorio y saluda con cortesía pero con la cara de quién quiere estar en cualquier otro lugar menos aquí.

-buenas tardes señor Dámaso -

-Buenas tardes Rubia- me levanto de mi silla y voy hacia ella, me quedo inquieto. -¿Cómo estás?- termino preguntado

-Bien, espero que usted también-

El silencio que sigue de esas escasas palabras me parece sofocante pero no sé que decir; las palabras se me atascan cuando trato de pedir disculpas. A pesar de todo mi orgullo hace de las suyas.

Doy media vuelta regresando mis pasos, quedó de espaldas al escritorio y veo hacia el techo fingiendo tranquilidad.

-Creo que quedamos en hablar sobre el juicio- me recuerda

-La escucho- digo aún de espaldas

-Primero necesito que me relate su testimonio - pide

-Bien, hace un par de días me fue notificado que se enviaron unas supuestas evidencias de tráfico de drogas que según fueron realizados bajo mi nombre - relato lo mismo que le dije a los policías

-son las mismas palabras que dijo anteriormente en la estación de policías, ahora necesito que responda unas preguntas que posiblemente le harán en el juicio y otras que le haré yo-

Arma Blanca (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora