Encuentro.

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En la ciudad de Yokohama había muchos lugares que no debías frecuentar si no querías tener problemas. Muy popular era por su mala reputación, una de las calles más antiguas del sector. Era casi una leyenda urbana entre los estudiantes que si pasabas de noche por ese lugar denominado como el callejón de los brujos estabas tentando a la mala suerte, corrías el riesgo de quedar tan traumatizado que no volvías a ser el mismo, muchas personas preferían evitar ese lugar o no cruzarlo solos, desde apariciones inexplicables, ruidos misteriosos y hasta desapariciones, de todo se contaba respecto a ese lugar y como toda historia nadie podía comprobar hasta qué punto lo narrado era mito o realidad.

Nikolai Gogol un despreocupado estudiante de 16 años que tenía que haber llegado a su hogar hace un par de horas atrás, decidió acortar camino por esa calle marcando así su destino. Estaba consciente de los rumores del lugar, pero también estaba consciente de la paliza que le daría su madre por entretenerse en cualquier lugar y llegar pasado su horario de toque de queda. Considero que el mayor peligro estaba en hacer enojar a su madre así que se arriesgó.

No era la primera vez que usaba ese atajo, eso lo volvió más descuidado e imprudente. Iba corriendo presurosamente cargando su mochila y revisando constantemente su celular, no iba a perderse ningún mensaje de sus amigos por muy apurado que estuviera, de esa manera no noto cuando choco con otra persona haciendo que ambos cayeran al suelo.

- ¡Maldición!.- Solo atino a buscar su celular y revisar que no se hubiera

estropeado. - ¡Maldita sea, fíjate por donde vas!.- Reclamo al anciano que trabajosamente se levantaba.

- Creo que tu deberías fijarte por donde corres niño.-

- No tengo tiempo para tratar con la tercera edad.- Nikolai iba a seguir su camino pero el anciano lo detuvo.

- Eres bastante maleducado. Nadie pasa por mi territorio, me insulta y se va tranquilamente.- Amenazo mientras tomaba del brazo al menor. - Mi nombre es Ochi Fukuchi y el tuyo ¿Cuál es?.-

- Nikolai Gogol.- Respondió, casi sin pensar. - Oiga no tengo tiempo para presentaciones, lo siento disculpe, espero no se haya roto ningún hueso o dislocado la cadera.- Trato de disculparse, pero al darse cuenta que por más que forcejeaba no lograba soltarse del agarre del anciano que parecía tener bastante fuerza, se sintió asustado y al notar que los ojos del desconocido brillaban de forma sobrenatural se sintió atemorizado.

- No creo que se haya roto nada.- Murmuro mientras por su mente pasaron casi todas las historias que conocía del lugar en que se encontraba, empezó a sentir un extraño mareo, a sudar frio y ver borroso, trato de alejarse del desconocido en cuanto este lo soltó, pero solo tropezó, cayendo sin fuerzas al suelo, intento incorporarse varias veces, pero no tenía fuerzas en su cuerpo, cada vez veía peor, todo el lugar le daba vueltas. Lo último que vio o creyó ver en su estado fue al anciano Fukuchi mirándolo desde arriba de forma sonriente, luego todo quedo en blanco para Nikolai.

- - Me voy a entretener mucho. Gracias por cruzarte en mi camino Nikolai Gogol. . Espero esto te enseñe a no fastidiar a un brujo.- Hablo al aire el anciano mientras se alejaba del callejón.

No tenía claro cuánto tiempo paso. No sabía si se había desmayado o había tenido una extraña alucinación, estaba muy confuso y desorientado como para responder a sus propias dudas. Solo se quedó tirado, tratando de recuperarse, se sentía terrible, como si estuviera borracho pero sin estar borracho.

- Es mejor que vaya a casa, creo que vomitare en cualquier momento.- Intentó incorporarse pero con horror se dio cuenta que no podía mover su cuerpo.

Intercambio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora