Muchos me llamaban la perra de la mafia.
Nunca descubrimos de dónde salió o el por qué me llamaban así. Podría ser porque era muy fiel, o porque era una grandísima hija de puta.
Prefiero dejarlo al criterio de cada uno.
Soy Betty Cooper, la que da...
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Baby I got issues, but I love myself.
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Me volteé lentamente, aún sin querer ilusionarme. Fue inevitable que mi corazón se acelerará al distinguir ese cabello rojo.
Mi prima se encontraba justo a mi lado, sonriente como siempre.
—¿Qué haces aquí?
Seguramente estaba sonriendo como una imbécil, pero poco me importaba.
—¿No vas a abrazarme antes del interrogatorio?
Observé disimuladamente a nuestro alrededor, teníamos muchas miradas encima y podía reconocer perfectamente entre ellas las de hijos de algún que otro mafioso. No, no podía abrazarla.
—Estamos ante la presencia de buitres. Frente a ellos no tenemos un vínculo tan fuerte—me puse de pié—. Sígueme—cuando pasé por un lado de Mark lo tomé del brazo—. Y tú también.
—¿Yo por qué?—preguntó desconcertado, pero dejándose llevar.
—No me avisaste nada.
Los tres atravesamos el salón hasta llegar a una de las puertas corredizas que se hallaba cerca de la entrada principal.
Toqué un par de botones y una parte pequeña de las puertas se abrió, dándonos acceso a unas empinadisimas escaleras de metal. Si, era todo fachada.
Nadie nos daba especial atención, así que todos empezamos a bajar: yo la primera y Mark el último, después de asegurarse de dejar todo como estaba.
Siempre, en todas las propiedades, fuera un bar o una mansión, había un ático subterráneo donde guardábamos cosas importantes como: armas en el caso de recibir un ataque de imprevisto, dinamita, dinero en efectivo, incluso lingotes de oro.
También era un buen lugar para retener "amenazas" como el pelirrojo que irrumpió en el bar un tiempo atrás o para mantener conversaciones privadas como la que íbamos a tener en ese momento.
Nos sentamos al rededor de una mesa de madera y observé fijamente a mi prima.
—¡Estoy muy feliz de verte!
Cheryl no estaba preparada para sostener mí fuerza desmedida, así que en cuanto la abracé, las dos nos caímos al suelo con silla y todo.
—Mira si serás bruta—se quejó ella pero le dí poca importancia.
—Peores golpes nos hemos dado. Te extrañé demasiado.
Mark se mantuvo en silencio, probablemente juzgandonos.
—Agradecele a Dorian mi visita, él fue quien me invitó.
Me separé de ella y acomodé mi peso sobre las palmas de mis manos y rodillas, acorralandola contra el piso.
—¿Cómo te contactó?
Ella solo desvió su mirada hacia Mark y yo me volteé para verlo. El muy engreído tenía una sonrisita orgullosa en su rostro.
—Podría haberme pedido tu contacto a mí.
Me levanté y le ofrecí mi mano para que ella también pudiera hacerlo. Su vestido blanco tenía un poco de tierra.
—Era una sorpresa—respondió Mark.
—Y tú estabas encantado de llevarte el crédito.
—Estaba encantado de hacerte feliz.
Me quedé unos segundos buscando una respuesta ingeniosa, pero no se me ocurrió ninguna. Para cuándo quise abrir la boca y finalmente decir algo, su sonrisa ya se había ensanchado y Cheryl nos observaba como sospechando algo.
No había nada que sospechar.
—Pues que alma tan caritativa la tuya—solté un poco molesta por no saber que decir.
—No quiero oírte nunca más decir que soy un insensible.
En ese momento se oyó un portazo, nuestras miradas se conectaron y en un segundo tomamos un arma cada uno. Mi prima se quedó en su lugar, sin entender muy bien que pasaba.
El verdadero "se te borró la sonrisa".
Mark tomó la iniciativa de ir adelante, entonces comenzamos a acercarnos a las escaleras.
Pero para cuando llegamos al pie de las mismas. Dorian y Fangs venían a medio camino, bailando a un ritmo que solo sonaba en sus cabezas.
—¡¿Por qué no avisaron que se movía la fiesta de lugar?! ¡Qué egoístas!—soltó el cumpleañero en un alarido de borracho.
—Son unos idiotas—se quejó Mark y bajó su arma, quitándome la mía en el camino.
—Que fiesta tan silenciosa—comentó Fangs, menos sobrio que Dorian.
Pareció algo hacer click en el cerebro de Dorian y me señaló, descomunalmente ofendido.
—Te conviene que no hayan estado haciendo un trío, Elizabeth. Porque no te lo perdonaré jamás que no me hayas invitado.
Nunca podré entender como llega a esas conclusiones así de rápido.
—No hice nada con nadie—inmediatamente puse cara de asco—Además, Cheryl es mi prima, sería incesto.
—Si... Mark tampoco tiene tanta suerte—bromeó ella.
—Ya que estamos, ¿Por qué no me avisaste que venía?
Él me ignoró completamente y siguió bajando las escaleras, finalmente se dejó caer sobre la silla que ocupaba Mark anteriormente. Fangs hizo lo mismo en mi silla.
—Te estoy hablando—volví a llamar su atención.
—¿Qué querías?
—Te estoy reclamando que no me avisaste sobre la invitación de Cheryl.
Asintió lentamente mientras la información ingresaba en su cabeza y se reafirmaba allí.
—Ah, sí. Era una sorpresa.
—Tú eres el cumpleañero, no yo. Yo no necesito sorpresas.
—Pero eres la que la estaba pasando mal por el aborto.
Hasta Fangs, que iba borracho hasta la médula, notó el cambio inmediato del ambiente.
Mark y yo observábamos a Dorian sin poder creer sus palabras, él con ganas de matarlo y yo impactada. Mi prima me miraba sin poder comprender porqué le ocultaria yo algo tan grave.
—¿Aborto de qué?
Sin embargo, no fue Cheryl quien dijo eso. Los cinco nos volteamos de nuevo hacia las escaleras a la velocidad de la luz.
Allí estaban: Ivy, Sweet Pea, Jughead y Verónica.
La pregunta había salido de la menor de todos. Que desplazaba su mirada de su novio a mi constantemente.
Por supuesto, con dos dedos de frente ya podías conectar los hilos suficientes y deducir que el campesino que había plantado su semilla en mi era, ni más ni menos, que Jughead.
—¿Sorpresa?—murmuró el cumpleañero.
Hizo manos de jazz, pero no estaba segura de si le temblaban con esa intención o porque sabía la paliza que se le aproximaba.
Suspiré mientras veía como el rostro del susodicho enrojecía más con el pasar de los segundos.
—Yo me largo.
Me encaminé hacia la salida, pero Jughead me devolvió al medio de la ronda de un solo empujón.
