♔ Capítulo veintisiete ♚

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Baby I got issues, but I love myself

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Baby I got issues, but I love myself.

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Cuando bajé a las 7:58, todos ya estaban en el comedor sirviéndose el desayuno.

Así me gustan: obedientes.

Sonreí más animada al ver que mi orden fue acatada a la perfección y fui directo hacia las galletas caseras que se encontraban en una fuente.

¿Alguna vez les comenté que María horneaba las mejores galletas de todo el mundo?

—Buenos días— saludé, mientras me llevaba uno de los pequeños manjares a mi boca.

—Buenos días, señorita Cooper— saludó Kevin mientras me ofrecía una taza colmada de café negro.

La tomé agradecida mientras los demás me saludaban también.

Me dolía la cabeza por la falta de sueño. Tal como lo había previsto, no pude dormir ni un poco. Sin embargo, sabía disimularlo muy bien.

Todos nos sentamos al rededor de la mesa rectangular: Cheryl y Brail a la derecha, Kevin y Toni a la izquierda, y yo en la punta.

Todos desayunaban con una parsimonia que a mí me estaba poniendo nerviosa. Saboreaban cada bocado de tostada y cada sorbo de café con lentitud, como si no quisieran comenzar a trabajar jamás… Al menos lo hacían en silencio.

Silencio que se rompió cuando mi celular comenzó a vibrar con una llamada. Colgué cuando ví que el nombre de Jughead brillaba en la pantalla.

Enseguida vibró de vuelta y supe que no se iba a detener hasta que atendiera, así que simplemente lo puse en silencio para que no me molestara.

¿Pensaron que iba a atender? Ni muerta. Que se jodiera por imbécil.

[...]

En cuanto terminamos de desayunar, nos trasladamos a mi oficina y Brail se dispuso a explicar con lujo de detalles su creación.

Iba a instalar un sistema en la central y en nuestros dispositivos para poder estar al tanto de ella y un montón más de cosas de friki que me da pereza explicar.

Lo importante, es que había entendido que los favores de Betty Cooper eran caros y su pago estaba a la altura.

Le tomaría al menos una semana, porque había una serie de artefactos que conseguir, dispositivos que manipular, huellas que tomar, etcétera, etcétera, etcétera.

Ya podía ir acostumbrandome al clima italiano porque eso llevaría un tiempo.

¿No deberías sonar más apenada?

Por favor, por como habían quedado las cosas en New York, Brail podía tomarse hasta meses para instalar el nuevo sistema.

Mientras todo esto sucedía, yo me ocupaba de reorganizar a los guardias y de manejar mis negocios desde las sombras. También me ocupaba de ignorar las llamadas y mensajes de mi ex persona favorita en el mundo, pero eso era lo de menos.

Al tercer día que llevaba en mi país natal, Cheryl se me acercó a paso acelerado mientras yo deboraba medio kilo de helado de chocolate.

—¡Prima! Tienes que…— se detuvo a mi lado y me miró con una pequeña mueca de disgusto— tienes helado en la blusa.

Mire la camiseta que usaba de pijama y me encogí de hombros.

—Mañana irá a la lavadora. ¿Qué me decías?

La pelirroja dejó de mirar mi atuendo y se centró otra vez.

—Te decía que tienes que venir al bar. Otro hombre murió a causa de la nueva mercancía.

—¿Sobredosis?

—No, la mezcló con cerveza.

—Joder… Enseguida me visto, quiero ver la distribución con mis propios ojos. ¿Qué han hecho con este tipo?

—Fue entregado disimuladamente a las autoridades, el establecimiento quedó impune.

Asentí varias veces con la cabeza.

—Muy bien, mañana nos contactaremos con Gekko— suspiré— Ahora déjame arreglarme para ir a trabajar.

—¿Puedo escoger tu outfit?— preguntó entusiasmada.

—Está bien.

Eso me facilitaría el trabajo por mil. Últimamente me daba pereza tener que arreglarme e ir al bar, entre que el simple olor de mi bebida favorita me daba náuseas y que estaba más gorda por la cantidad de corbohidratos que ingeria sin razón, ya no disfrutaba para nada tener que mostrarme en microvestidos en el reino del machismo.

Me duché lo más rápido que pude y me arreglé en un santiamén. Cuando menos nos dimos cuenta, ya estábamos sentadas en un privado de mi bar.

Era muy parecido al bar de Jughead, solo que el mío era más amplio y de una forma más ovalada.

Stevens se acercó mientras que una camarera me entregaba una copa con agua, si llegaba a ingerir alcohol con la cantidad de chocolate que había consumido iba a vomitar el triple de lo que ya vomitaba.

—Señorita Cooper, no esperaba verla aquí— me saludó cordialmente.

—¿Cómo vas llamarme así? ¿¡Estás loco!?— le reprendí— aquí llámame "Regina".

—Si, disculpe, señorita Regina.

—Es que es tonto— murmuró Cheryl.

—Solo Regina— volví a aclarar.

—Mhm— asintió rápidamente— vengo a hablar de lo recaudado en la noche.

—Te escucho.

—Con lo sucedido hace unas horas, las ventas han vuelto a bajar— soltó con cautela, a pesar de que no era su culpa.

—¿Cuánto?

—Un 20 o 15 por ciento. Hay que ver cómo transcurre la noche.

—Joder… joder, joder, joder— miré a la pelirroja, que se encontraba en completo silencio— dime que ya te contactaste con Gekko.

—Ya nos hemos encargado de eso, vendrá mañana por la tarde.

Asentí en silencio.

—Stevens, vuelve abajo y vende esa maldita mercancía, acorta su precio un 10%.

—Pero, señorita…

—Hazlo.

—Bien. Hablaré con los demás.

Se levantó de su asiento y yo me bajé el agua de un trago.

El silencio de Cheryl comenzó a inquietarme.

—¿Estás bien?— pregunté con cuidado.

—No. Todo esto es mi culpa, yo te rogué para que aceptaramos el trato.

Oh, ese tono. Se estaba castigado a si misma psicológicamente.

—No es tu culpa, Cheryl, solo querías lo mejor.

—Pero, si no hubiera insistido, ni siquiera lo hubieras considerado.

Dios, estaba demasiado sobria para soportar esos castigos mentales.

—No importa, no hay tiempo para lamentos. Mañana lo solucionaré.

Mi prima simplemente asintió y siguió estando en silencio.

Gracias a Dios.

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The mafia bitch Donde viven las historias. Descúbrelo ahora