18 octubre 2019pov Ovidio
El doctor al que le habían hablado mis hermanos ya me había revisado y curado las heridas que tenía en la cara, era lo único que tenía, solo golpes leves y moretes en el estómago pero no habían lastimado ningún órgano por dentro.
Estaba inquieto pues no me habían dicho nada aún de mi familia, Iván cuando llegué me abrazó y metió rápido a la casa para que me revisaran, cuando le pregunté se negó a decirme hasta que me curaran las heridas.
Me tomé la pastilla para el dolor del abdomen y dejé el vaso de vidrio sobre la mesa de centro de la sala.
- Ahora si, ¿Ya me pueden decir que pasó con mi mujer e hijo? - porque si ella había dicho que no quería nada ya conmigo pero a mí no me importaba ella seguía siendo mi mujer
Se voltearon a ver unos a otros en silencio. Iván se sentó por un lado de mi, puso su mano sobre mi rodilla dio un apretón en ella y después entre lazo sus manos. Esto no pintaba nada bien.
- Ay carnal - definitivamente no era nada bueno - La cuñada está internada en un hospital de aya
- ¡¿Qué?!, ¡¿Porque?! - dije exaltado - ¿Qué le pasó? Están bien verdad, no les pasó nada malo - los voltee a ver a todos - Contéstenme chingada madre!! Iván dime por favor
- Ovidio....
(...)
19 octubre 2019
Baje las escaleras del jet casi corriendo, ni siquiera le agradecí al capi por traernos hasta acá pero las trece horas de vuelo me habian estado torturando demasiado.
En la pista que habíamos aterrizado ya había varias camionetas esperando por nosotros, voltee hacia atrás y ninguno de mis acompañantes había bajado.
- Se pueden apurar bola de inútiles - les grité
- Ya vamos pendejo, tenemos que bajar tus cosas
- Apurense ome ocupo llegar
La fila de animales, de humanos, perdón. Me vieron con mala cara, tenía todo el vuelo preguntando cuánto faltaba y ellos contestaban hasta que se hartaron y decidieron ignorarme, durmiéndose o escuchando música.
Nos acomodamos en las tres de las camionetas que nos esperaban y salimos de la pista clandestina de un socio en Niza, Francia y salimos rumbo a Mónaco.
Estaba desesperado por llegar, Serafín nos había dicho que aún estaban en espera que ella despertara, por mi cabeza pasan mil y un pensamiento donde podría perderlo a uno de ellos o a los dos de un chingazo.
Entre mis manos llevaba mi escapulario de San Judas, miraba el paisaje, el mar por los barrancos, el tono azul de el. Quisiera estar conociendo estos lugares de otra forma y no de la cual lo estamos haciendo.
Salimos de Culiacán a unas solas tres horas después que me soltaron, no solo para escondernos unos meses si no también para ver a mi familia.
En algún momento sentí mis mejillas húmedas llevando mis manos para limpiarlas con brusquedad, no me había dado la oportunidad de llorar, sentí el pecho apretado.