CAPITULO 2

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Desde hace aproximadamente un mes, su pequeño parecía tener un resfriado.

Su piel blanca y su cabellera rubia semi rizada hacían que el niño pareciera tan joven, que era difícil decir que era un hombre que acababa de cumplir 19 años. Su pequeña estatura, que apenas alcanzaba hasta el pecho de Murray también contribuía a su apariencia juvenil. Excepto por el hecho de que no podía hablar, el niño realmente era deslumbrante. Su encanto era algo natural. Desde que Mika fue abandonado al frente de su casa, Murray era quien lo había estado cuidando.

Por supuesto, al principio, a sus padres tampoco les gustó el niño. Sin embargo, era natural que, cualquiera que viese sonreír suavemente al niño de cabello rubio brillante y grandes ojos azules escondidos bajo unas pestañas abundantes, lo amara como un niño que sigue a su madre, Mika había seguido a Murray desde que era un infante.
Incluso si algún día tuviera un hijo, parecía que Murray no podría darle tanto amor como el que le daba a Mika ahora. Para él, la existencia de Mika era como si en realidad fuera la de su primer hijo.

El niño había estado enfermo de gripe hace unos días y estaba preocupado porque no había podido acompañarlo. En los últimos días, había sentido un olor extraño en él. Debido a que Murray, era un omega dominante, su padre, un alfa dominante, había contratado solo a Betas y omegas como sirvientes de la mansión. Es por eso que Murray pensó que las feromonas de un omega idiota que había olvidado tomar sus inhibidores para el ciclo de calor, se habían impregnado un poco en Mika. De hecho, era normal que ocurrieran casos como ese, así que lo dejó pasar.

Era una feromona bastante dulce y de buen gusto, por lo que parecía que el período de celo de ese omega comenzaría pronto. Tenía que encontrarlo rápidamente, darle unos inhibidores y enviarlo a casa. Murray, que había encontrado algunos inhibidores en su habitación, llamó al mayordomo.

Entonces, cuando este llegó, vio que traía a otra persona arrastrada junto a él.

-¿Qué sucede? -Le preguntó al mayordomo.

-La carta que enviaste ayer para ser entregada todavía está en los bolsillos de este chico. Tal vez lo olvidó de nuevo, así que trataba de ocultarlo. -Solo entonces vio a Mika, cuyos hombros estaban caídos y no podía levantar la cabeza.

-No era nada urgente.

-Debido a que es tan benevolente con él, los demás empleados lo odian. Si hace algo mal, debería reprenderlo. cuando era joven, el mayordomo Allen era menos hablador y más relajado, pero desde algún tiempo, cada vez que veía a Mika se volvía más irritable y gruñón.

-Bueno, entonces dale un castigo.

-Debes caminar hasta Rutland Street, entregar la carta y luego regresar. Con eso será suficiente. -Sonaba GOMO un VIEJEGITO.

Murray suspiró y envió al mayordomo fuera de la habitación, diciendo que estaba de acuerdo. Luego le sonrió a Mika, quien lo miraba con lágrimas en los ojos.

-No te sientas mal por eso, Mika. Esa carta no era muy urgente. - Mika se encogió de hombros cada vez más ante el tono amistoso de Murray, y las lágrimas se acumularon en sus ojos.

-¿Eh? -Mientras el persistente Murray suspiró de nuevo, Mika le mostró un trozo de papel que tenía en la mano.

[¡La flor que planté con el amo ha florecido! Era tan bonita que seguí mirándola y olvidé su recado. Lo siento.]

Murray se echó a reír porque las letras pequeñas que había escrito eran simplemente lindas. A este chico le gustaban mucho las flores. cuando las flores estaban en plena floración en el jardín, siempre lo veía sentarse en un rincón para mirarlas. A veces lo hacía todo el día.

La nota que Mika le entregó fuer doblada una vez y Murray, quien la guardó
cuidadosamente en su bolsillo, sonrió de nuevo.

-Escuchaste lo que dijo el mayordomo antes, Mika. Creo que hoy tengo que
castigarte, ¿debería ir contigo? -Mika negó con la cabeza.

-¿Puedes ir solo? Puedes salir, pero no debes demorar más de una hora, ¿De
acuerdo? -Mika asintió ante sus palabras y sonrió. Sus largas pestañas estaban húmedas como si de verdad hubiera estado llorando hace rato.

-Si vienes rápido, ¿quieres que vayamos a comprar semillas juntos?

Murray, que le secó los ojos húmedos con el pulgar, sacó algo de su bolsillo y lo
sostuvo con fuerza en la mano del niño. Mika, que comprobó lo que tenía en la mano, sonrió lo suficiente como si hubiera entendido.

Rápidamente inclinó la cabeza para despedirse, cerró la puerta y salió corriendo. Y por donde pasaba, un olor DULGE y peligroso GOMENZÓ a sentirse de nuevo.

***

Murray, que estaba sentado en su biblioteca, luego de revisar los últimos papeles restantes, confirmó la hora. Por fuera de la ventana estaba oscuro. Aunque la hora en que debía regresar había pasado hace mucho tiempo, todavía no había ninguna señal por parte del niño. Dejó el bolígrafo que había estado sosteniendo durante mucho tiempo y miró hacia la puerta, apoyando su espalda en una silla blanda. En ese momento, recordó que había dejado olvidado el frasco de inhibidores en una esquina del escritorio. Y de repente, llamó al mayordomo con urgencia.

-¡Allen! ¡Allen!

Aunque era una mansión bastante grande al sentir su urgente llamado, el mayordomo corrió velozmente. Y cuando Murray empezó a trabajar de nuevo en silencio, escuchó un pequeño golpe en la puerta. El mayordomo entró y esperó sus instrucciones.

-¿Qué hay de Mika? -Ante esa pregunta, después de una breve pausa, el mayordomo abrió la boca.

-No ha llegado todavía. Es un poco más lento, ¿no es natural que llegue un poco más tarde que los demás?


Más te vale que regrese. Murray, que asintió con la cabeza por un momento, como si estuviera de acuerdo, dijo algo, mientras le entregaba el frasco de medicina al mayordomo.

-Es más tarde de lo que pensaba. Avísame cuando Mika regrese. Ah, y tal vez alguien en la casa está en celo. Si sientes sus feromonas, examina a esa persona, dale este medicamento y envíala a casa. -Las palabras de Murray hicieron que el mayordomo entrecerrara los ojos.

-Los sirvientes de la mansión toman vacaciones o toman inhibidores durante el ciclo de calor. Lo verifico a diario, pero no he sentido rastros de feromonas. Las únicas dos personas que estaban en celo, se tomaron sus vacaciones hace dos días.

-¿En serio? ¿Entonces, que es lo que acabo de oler en mi oficina hace un momento?

El rostro del mayordomo, que pensaba que podría manejar cualquier cosa de manera meticulosa y perfecta, rápidamente se puso rojo. Era como si tuviera vergüenza.

-Lo siento. Lo comprobaré de nuevo. -Murray volvió a llamar al mayordomo y este abrió la puerta a toda prisa. Luego le entregó nuevamente la medicina que le había devuelto.

Y mientras miraba ansioso por la ventana que se oscurecía, tomó su bolígrafo y se sumergió de nuevo en el trabajo.

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