CAPITULO 3

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Era una primavera cálida y un día soleado.

Flores silvestres de nombres desconocidos estaban en plena floración en la carretera que cruzaba Rutland. Quería ir lentamente para apreciar cada una de ellas, pero tenía que terminar con su recado temprano.

Sin embargo, Mika decidió apresurarse porque de esa manera podría salir a la ciudad con su amo para comprar semillas y plántulas de flores. como estaban en temporada primaveral, a menudo se veían muchas mariposas. Así que tener que cumplir con ese recado no era necesariamente algo malo.

Cuando sacó uno de los caramelos envueltos en papel de regalo de alta calidad, que le había dado Murray, y lo metió en su boca, un dulce sabor se esparció en su interior. Mika rodó su pequeña lengua y lentamente derritió el caramelo. Y luego, se apresuró a cruzar la calle Rutland. cuando se acercó a la puerta, que parecía ser muy pesada, las mejillas de Mika ardían como melocotones maduros. Después de ordenar su ropa, agarró la manija de hierro en el medio de la puerta y la golpeó dos veces.

[Toc. Toc.]

Se sorprendió cuando hizo un sonido más fuerte de lo que pensó y esperó a que saliera alguien. Sin embargo, sin importar cuánto tiempo esperó, la puerta no se abrió. cuando levantó la mano para volver a llamar a la puerta, esta se abrió un poco. Vio un hombre que parecía ser el mayordomo de la casa. Este tosió y lo miró con frialdad. Mika, que se quedó mirándolo, sacó la carta de su bolsillo y se la entregó después de un rato. El hombre agarró la carta y chasqueó la lengua como si supiera que Mika iba a venir.

—Llegaste antes de lo que pensaba. Parece que esta es la primera vez que vienes, pero no deberías entrar por la puerta principal. ¿Lo entiendes?

No pudo entender la razón de su tono frío, pero era obvio que lo había regañado. Y como era habitual, Mika encogió los hombros. cuando asintió, el mayordomo se apartó y le indicó que entrara. Y aunque se preguntó por qué tenía que entrar a la mansión para entregar la carta, Mika entró justo como se lo ordenó. chester Street era grande, pero ese lugar era asombrosamente enorme. Los lindos labios de Mika se abrieron levemente y sus ojos se movieron afanosamente.

Urgiendo a Mika que lo siguiera, el mayordomo lo llevó hacia un lugar desconocido.

Lo había sentido anteriormente, pero desde el momento en que puso los pies en la mansión, su cuerpo parecía estar más caliente. No podía identificar el olor, pero era una fragancia que rozaba la punta de su nariz haciéndole cosquillas en el cuerpo, y subía su temperatura corporal.

Desde hace unas semanas, su cuerpo estaba en esa condición. Sintió como si su estado hubiera empeorado un poco hoy, así que pensó que tendría que tomar algún medicamento para el resfriado cuando volviera a casa. Mika siguió diligentemente al mayordomo. Al poco tiempo se detuvo cuando llegó a su destino.

De alguna manera, las piernas de Mika tropezaron ante una energía que emanaba de la puerta. cuando su cabeza se nubló, tuvo que morderse los labios para no soltar un gemido. Entonces, levantó los ojos para mirar al mayordomo, mientras su respiración se reducía rápidamente. Y este le habló con una mirada llena de desprecio.

—Sal en silencio cuando hayas terminado. No debes pedirle que haga ni diga nada¿Lo entiendes?

Mika no era lo suficientemente racional como para recordar el significado de esas palabras dichas en un tono duro donde no podía sentir ninguna dulzura. Apenas podía aferrarse a su razón ante el calor abrasador que emanaba de su cuerpo y las piernas que estaban constantemente tratando de doblarse.

El mayordomo ignoró a Mika, cuyos ojos estaban sonrojados y sus hombros temblaban suavemente. Y luego esperó, pero cuando Mika no se movió, volvió a chasquear su lengua. Abrió la puerta y empujó a Mika a la habitación oscura. Había sido empujado, sin siquiera tener oportunidad de rebelarse. contrariamente a la luz del exterior, la única luz de ese lugar oscuro, estaba cubierta por una gruesa cortina.

HOLA MI CANARIO. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora