CAPITULO TREINTA Y NUEVE - AQUELLA CANCIÓN

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CARMEN

Estamos en el puente de la Constitución y yo aún sigo embarazada. Todo un logro, si consideramos lo que ha sucedido desde que comenzó el tercer trimestre del embarazo. Aunque nada me ha impresionado tanto como enterarme de que la tía de Guillermo y su exmarido intentaron matarnos, al igual que permitieron que mi marido fuese ciego más de dos décadas para intentar controlarlo.

Ese día no pude declarar en la policía y el médico nos recomendó, a mi marido y a mí, dos días de tranquilidad, sin ir a trabajar y sin sobresaltos. En mi caso, me los tomé al pie de la letra y no regresé a la facultad hasta el lunes siguiente, pero mi marido al día siguiente por la tarde estaba en la universidad, supongo que contando sus batallitas, aunque no me imagino a Guillermo narrando algo así, más bien las relataría Eric y su primo le pediría que se callase.

Sin embargo, no me dejó sola en toda la mañana y antes de comer fuimos a la comisaría y prestamos declaración. El abogado de mi suegro estuvo en todo momento con nosotros y en cuanto acabamos, me dejó en casa de su abuela, mucho más tranquilos los dos, y se fue a trabajar.

Al igual que mi marido me consoló por la noche y me dejó llorar en sus brazos, yo lo dejé a él lidiar de la forma que ya yo conocía, con el sexo. A mí también me vino bien esa terapia que mi marido ha adquirido en el último año: sexo puro y duro.

Al final todo se normalizó, yo sigo con mi doctorado y mi marido con sus dos trabajos y organizando el proyecto en el que trabajará a partir de abril, porque necesitará tres meses para llevar a cabo las obras necesarias en su futuro laboratorio y no comenzarán hasta enero.

Después de hablar con varias empresas constructoras, se decidió por la del padre de Eric, que ha estado merodeando cuando nos reunimos todos y poco a poco Tania lo va aceptando, aunque Eric ni lo mira.

- ¿Sabes por qué escogí este cuarto? - me pregunta mi marido al entrar con una bandeja con nuestro desayuno y cerrar la puerta, tras dejarlo sobre una mesita que está en medio de la habitación, a pesar de que tiene sus gafas de ciego puestas.

El nombre a estas gafas se las puso Eric y más de una vez ha intentado hacer cosas con ellas y se ha dado algún que otro tortazo.

- Porque es la habitación que utilizas cuando vienes a quedarte a esta casa - le respondo muy segura, ya que es lo que me dijo mi suegra al llegar llegamos el jueves por la noche a pasar a su casa de Calahonda el Puente de la Constitución.

- No, bonica, porque está insonorizada - me dice y sé que está desesperado por intimar, puesto que hace una semana que no nos acostamos, pero me siento como una ballena y lo único que me reconforta es meterme en la piscina de mis suegros y dejar que el agua me lleve a la deriva.

- Parezco un tonel - le digo mimosa, porque es como me siento.

- Ya sabes que yo no soy muy visual, así que no comentaré nada al respecto. Solo te mostraré cómo me haces sentir - me dice y toma mi mano y me la pone sobre su erección.

- Estoy cansada.

- Y yo soy voy a comerte despacio para que lo disfrutes y luego me iré al baño y me la cascaré una o dos veces o puedo hacerte el amor despacio, por detrás, pero poniéndote de lado para que la barriga no te moleste.

- Suena tan bien - admito mientras suspiro.

- Relájate, primero voy a hacerte un masaje especial para embarazadas, que aprendí de un genio sueco que conocí hace dos semanas e intercambiamos conocimientos - me dice mientras siento sus manos en mis gemelos.

***

Cuando salimos de la habitación, mis suegros, Mercedes y su novio, Eric y Tania aún duermen. Anoche nosotros nos acostamos tempranísimo mientras que los demás decidieron salir de fiesta.

¡VOY CIEGO! - TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora