Capítulo siete

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Ahora que he terminado de publicar Ángel de la muerte y que estoy traduciendo de a pocos un fanfic de All for the Game y anotando ideas, el horario de publicación variará. Intentaré mantener al menos la publicación de los sábados (aunque se me ha complicado, así como los viernes), pero puede que entre semana suba algún capítulo más. Ahora mismo tengo corregido hasta el capítulo 12, creo, así que es posible que los vaya publicando para motivarme a seguir corrigiendo y no dormirme en los laureles del buffer. Un abrazo.

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Los días pasaron con lentitud, encaminándose hacia el final del curso y el momento en el que deberían despedirse de Hogwarts por última vez, al menos como estudiantes. Harry no regresó al campo de quidditch, ni siquiera para volar a solas. Tampoco cuando Ginny y Ron, preocupados por su repentino encierro entre los muros del castillo, se ofrecieron a acompañarlo. No quería arriesgarse a coincidir allí con Malfoy.

Este no se había acercado a él. Ni siquiera para echarle en cara que le hubiese dado plantón, pues Harry estaba seguro de que había acudido al campo, confiando en la cita de la grulla de papel. Él no se había presentado ni le había escrito para cancelar la cita cuando había podido. Se sentía un poco culpable al respecto, pues Malfoy no se merecía algo así después de todo lo que habían hecho en las semanas pasadas, pero Harry tampoco había sabido lidiar de otra manera con sus emociones y cuantos más días pasaban, menos probable era hacerlo. Escribirle o abordarle ahora para disculparse habría suscitado una conversación que no deseaba tener. Cuando se cruzaba con él por los corredores, si no podía elegir un camino alternativo por pasadizos, Harry mantenía la mirada al frente y Malfoy fingía no verlo, de una forma cuidadosamente similar a la que había mantenido hasta entonces, pero manifiestamente diferente y calculada desde el punto de vista de Harry, que no lo culpaba por ello.

La naturalidad con la que Malfoy pareció aceptar que esa especie de trato que habían establecido entre ellos se había terminado así, de esa manera, le dolía tanto como darse cuenta de que, al final, Hermione había tenido razón, como siempre, al decir que cada persona despierta unos sentimientos diferentes, que no tienen por qué corresponder con experiencias anteriores. Sin embargo, también se equivocaba: el dolor que Harry sentía en el pecho desde que había observado a Malfoy y Greengrass besarse en Hogsmeade se parecía sospechosamente a la amargura que había experimentado cuando veía a Dean Thomas reírse o besarse con Ginny un par de años antes.

Le fastidiaba haber perdido el sexo también. De pronto, le parecía que nunca en su vida había sentido cosas tan intensas. Sabía que no era cierto, que había habido sentimientos potentes en muchas de sus experiencias vitales, situaciones electrizantes que habían disparado la adrenalina y la serotonina en su cuerpo, pero de pronto la pérdida parecía abrumadora. Ni siquiera fantaseaba con las experiencias compartidas con Malfoy para masturbarse: las recreaba en su mente, sí, pero como una forma de exquisita tortura, de algo que deseaba, pero que estaba fuera de su alcance. Un dolor refinado que intensificaba momentáneamente la opresión del pecho y el malestar en su estómago, aliviándose cuando su mente conseguía concentrarse de forma puntual en otras cosas. Habían sido tantas las primeras experiencias, probar cosas nuevas, la intensidad del placer que compartían, tanta complicidad entre ambos, que se compenetraban sin problema alguno, que dudaba poder olvidarlas algún día. Y, sobre todo, echaba de menos la grulla de papel, cuya ausencia encima de la mesita de noche era la cicatriz más notoria. El recuerdo constante de que, como ella, Malfoy ya no estaba en su vida. Había pasado como una estrella fugaz, iluminando el firmamento brevemente a su paso, concediendo un efímero deseo y desvaneciéndose. Sin embargo, Harry no conseguía arrepentirse de la decisión tomada, incluso aunque fuese repentina y poco meditada. Sí de las formas, pero no del fondo. Aun así, mirar a la mesita de noche y constatar que la grulla no le había llevado un nuevo mensaje con una nueva cita a la que acudir reabría una herida que no sabía en qué momento exacto se había producido.

Grulla de papel [Drarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora