Capítulo veinticuatro

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Una pizca de paciencia más para ambos (¡sobre todo para Draco!). Estamos a puntito de atravesar el último abismo, os lo juro, y luego ya todo es fluff hasta el final, lo prometo.

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Cuando, unos días después, Harry entró en casa de Andromeda con Teddy y escuchó la voz de Malfoy resonar en el ambiente en su acostumbrada visita semanal, suspiró con alivio. No las había tenido todas consigo acerca de que el otro chico volviese a aparecer en una de sus ya rutinarias citas, pero algo en su interior le había susurrado que esperase el desarrollo de los acontecimientos antes de preocuparse y que, si había juzgado bien a Malfoy, este regresaría.

Harry palpó los dos finos sobres de pergamino que llevaba en la mochila que siempre traía consigo cuando iba con Teddy y James y entró en el salón, dispuesto a enfrentarse a la fría ira de Malfoy. Sin embargo, este lo recibió con su habitual asentimiento de cabeza y se levantó del sillón, agradeciendo el té a Andromeda, que ya estaba siendo avasallada por su entusiasta nieto, para seguir a Harry hasta el punto donde ambos solían despedirse para usar la Aparición.

—¿Qué tal se ha portado hoy Teddy? —preguntó Malfoy. Tenía los labios apretados, las manos en los bolsillos y la mirada en el infinito, pero se volvió brevemente hacia Harry para indicarle que esperaba una respuesta.

Hablaron varios minutos, como acostumbraban, sobre cosas banales. Si no fuese por la rigidez de Malfoy, Harry habría podido creer que el incidente del viernes anterior no había sucedido jamás. Aun así, le siguió en los temas de conversación, tratando de aparentar normalidad, hasta que Malfoy se despidió con una inclinación de cabeza.

—¡Espera! —Malfoy se detuvo a medio camino del paso que iba a dar para aparecerse, mirándolo con una ceja enarcada. Harry rebuscó en la mochila hasta encontrar los dos sobres de pergamino y le tendió uno de ellos a Malfoy, que lo aceptó con una mirada de ojos entornados y suspicaces—. No sabía si dártela a ti o enviársela a tu madre con una lechuza.

—Así está bien, Potter. Gracias, allí estaremos —dijo con cortesía, sin siquiera abrir la invitación.

—Ron y Hermione van a presentar a Rose, pero si queréis hacer algún ritual personal... —Lo había hablado con ellos, porque no quería que sintiesen que nadie les estaba robando el pequeño protagonismo, pero los dos habían comprendido igual de bien que él cómo funcionaba esa magia y habían estado dispuestos a compartir el ritual con Malfoy si fuese necesario. «Al fin y al cabo, Rose y el pequeño Malfoy fueron compañeros de habitación de hospital», había dicho Ron, encogiéndose de hombros.

—Ya presentamos a Scorpius en Mabon, pero muchas gracias. Nos encantará participar en vuestros rituales y aportar nuestra magia. —Con otro asentimiento, se despidió y el crujido de la Aparición cuando se marchó restalló por todo el lugar.

Harry se quedó mirando al lugar donde había estado unos segundos antes hasta que fue consciente de la invitación que todavía le restaba en la mano y se dio media vuelta para entregársela a Andromeda. Los años anteriores no había necesitado invitarla formalmente, pero esta vez, dado que se había esforzado en crear una invitación personalizada para los Malfoy, creyó conveniente hacerlo. No la iba a necesitar con los Weasley. Convencerlos de la presencia de los Malfoy en Grimmauld Place había sido más fácil de lo esperado. Molly empatizaba con Andromeda, Audrey ni siquiera comprendía los entresijos políticos e ideológicos entre ambas familias hasta que Percy se los explicó y cuando Bill asintió, sin reservas, asegurando que él iría a acompañar a su ahijado fuese quien fuese, el resto de la familia accedió con menos reservas.

Las dos semanas que quedaban hasta el día de Yule se escurrieron entre cuidar de James y Teddy, asistir a sus clases, estudiar y preparar la festividad. Cuando la fecha llegó, Harry se encontró más nervioso que los años anteriores, supervisando que la cena preparada amable y voluntariamente por Kreacher estuviese lista y repasando los rituales que iba a acoger esa noche como anfitrión. Ron le había pedido tanto a él como a su hermano Bill que realizasen sobre Rose los mismos encantamientos protectores que habían hecho durante el ritual de James, a lo cual ambos habían accedido encantados. A lo largo de la tarde los nervios se transformaron en ansiedad y, cuando por fin llegó Ginny con James, los primeros de toda la familia, en emoción.

Grulla de papel [Drarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora