Capítulo veintiuno

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Harry se detuvo en la puerta de San Mungo, jadeando. Los señores Granger lo habían adelantado, siguiendo sus indicaciones, tras ver al final del pasillo las características cabelleras rojas de los Weasley, que debían estar sacando de quicio al personal del hospital con su incipiente costumbre de invadir las salas de espera, incluso a pesar de saber que no podrían entrar a visitar a la flamante nueva incorporación a la familia hasta el día siguiente.

Se alegró por Ginny, que se iba a ahorrar el trago de tener que estar allí hasta que Ron o algún celador se cansasen y echasen al resto de la familia, como le tocó hacer a él para restringir las visitas y permitir que Ginny y James descansasen los primeros días. Esta estaba jugando el primer partido de la temporada, con las Holyheads como visitantes en el estadio de las Catapultas de Caerphilly. Ginny había comprado al niño un atuendo a medida de su uniforme de buscadora, con el Weasley impreso a la espalda y Harry se lo había puesto a James cuando lo había recogido por la mañana, se había conjuntado con él utilizando una réplica de una de las camisetas del equipo y por la tarde los dos habían ido a verla jugar y a animarla.

James estaba extasiado, mirando las escobas y buscando a su madre cuando se la señalaba, indicándole quien era, precioso en su uniforme y con el rostro pintado con los colores de las Holyheads Harpies, y Harry estaba lamentando no tener una cámara de fotos para inmortalizar el momento y enseñárselo a Ginny cuando el Jack Rusell Terrier del patronus de Ron había trotado hacia él a través de las gradas. No habló, porque su amigo no había sido capaz de dominar ese aspecto del hechizo nunca, pero era la señal que habían pactado por ser más rápida que una lechuza.

Harry había buscado a Ginny con la mirada, preocupado por si lo había visto, pero estaba enfrascada en una competición de empujones con la buscadora del otro equipo al mismo tiempo que esquivaba una bludger de un golpeador. Por fortuna, James no había protestado por tener que marcharse. Harry sabía que había otros niños que lloraban mucho más a menudo que su hijo y, en secreto, se alegraba de que el suyo no hubiese sido uno de ellos. Sólo se había detenido el tiempo suficiente para dejar un mensaje a Ginny, pidiendo que se lo entregasen con urgencia en cuanto terminase el partido, antes de utilizar una de las chimeneas del estadio para regresar a Grimmauld Place y luego, sin siquiera cambiarse a él mismo ni al niño, había ido a buscar a los padres de Hermione para conducirlos al hospital mágico y cerciorarse de que nadie les ponía trabas por ser muggles, que era la tarea que Hermione le había encomendado en previsión de su parto.

Al final, habían sido los últimos en llegar. En vez de unirse al resto de la ruidosa familia en la sala de espera, Harry se dirigió al baño más cercano. Mientras cargaba a James para portearlo desde el coche hasta el hospital, el desagradable olorcillo que subía de su pañal le había indicado que el pequeño, no del todo ajeno a los nervios, pero gozando de la atención de todo el que se cruzaba, continuaba su vida con normalidad.

—¿Potter? —Se topó de frente con Malfoy al salir del cuarto de baño, que lo miraba con cierta ansiedad en el rostro y que, al ver a James, relajó la expresión. Harry frunció el ceño, sin comprender qué ocurría, hasta que Malfoy realizó la siguiente pregunta—. ¿Va todo bien? He visto muchos Weasley alborotados y...

—¡Sí! —se apresuró a responder Harry, señalando a James, que gorjeaba desde la mochila de porteo y lanzaba, como una metralleta, varias palabras balbuceadas—. Es porque Hermione se puso de parto y... Lo siento, sé que se emocionan demasiado. En el nacimiento de James tuve que echarlos para que se fueran a casa y prohibirles que regresasen al hospital salvo asunto de vida o muerte.

—No debería entretenerte, entonces, seguro que estás deseando reunirte con ellos.

—Lo cierto es que no —admitió Harry, con una risa nerviosa—. Los Weasley pueden ser un poco... intensos y yo ahora mismo tengo los nervios destrozados por el ansia de saber si Hermione y su bebé están bien.

Grulla de papel [Drarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora