Capítulo dieciséis

630 77 53
                                    

Trigger Warnings: Menciones a escenas explícitas pasadas.

-----

No era la primera vez que Malfoy decía aquello, pero Harry comprendió que esta vez era distinto. Que no estaba asentando los límites de su relación ni aclarando qué podía esperar de él. Le estaba informando de la inminencia del enlace. De su inevitabilidad. El compromiso concertado pronto sería un hecho consumado, independientemente de si podía argumentarse que ambos seguían siendo muy jóvenes para tomar una decisión así, como en una ocasión había argumentado el propio Harry.

No podía decir que la sombra de Greengrass no hubiese planeado durante los dos últimos años por encima de su relación con Malfoy. Ni acusarlo de nada. Este, al fin y al cabo, había sido claro desde el primer momento en que cerraron aquella especie de absurdo acuerdo a cuyos límites Malfoy parecía querer aferrarse a costa de todo: iba a casarse con Greengrass en algún momento cercano. Sabía, por él también, que se veían a menudo. Que Malfoy sacaba tiempo entre sus obligaciones familiares y sus encuentros con Harry para desarrollar su noviazgo con ella. Los había visto juntos. «Merlín, esto empezó por verlos juntos», pensó Harry, frustrado, así como también sospechaba que esa era la razón por la que Malfoy, aunque era obvio que lo deseaba, evitaba besarse con él. No había podido olvidar, aunque lo había intentado, la existencia del compromiso matrimonial de Malfoy con Greengrass.

Y, aun así, la noticia le cayó como un jarro de agua fría.

Algo en su interior se rompió, comprendiendo que los dos últimos años habían sido un espejismo, una realidad escondida que no tenía nada que ver con la vida de verdad, la que todo el mundo estaba viviendo fuera de su particular burbuja, donde Malfoy iba a contraer matrimonio con Greengrass porque así lo habían pactado sus familias por motivos sociales, políticos y económicos y porque, aunque un hijo fuese homosexual, era tradición proporcionar un heredero al apellido.

Para Harry, todo eso había sido algo lejano. Irreal. Malfoy sí era real. Su piel contra la suya era real. No había nada más real que tenerlo en su interior, que sus dedos sujetándole las caderas mientras entraba y salía de él, que su lengua húmeda o sus dedos diligentes dándole placer. Y había creído que esa realidad bastaría para que Malfoy, antes o después, comprendiese lo absurdo de esa tradición en particular.

Hasta ahora.

—Mi madre y los Greengrass han concretado la fecha para el compromiso mágico durante el equinoccio de otoño y celebraremos el matrimonio en el primer ritual mágico que sea propicio. En cualquier caso, será oficial antes de que termine el año. Me pareció que debías saberlo por mí antes de que sea de dominio público —dijo Malfoy, en un fingido y estrepitosamente fracasado tono de indiferencia.

—¿Sí? ¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó Harry. Lo sospechaba, pero quería confirmarlo. Escucharlo de boca de Malfoy. Obligarlo de alguna manera a seguir hablando con él, a admitir que era un imbécil. Este apretó los labios, todavía evitando la mirada de Harry.

—Madre cerró la fecha de compromiso antes de irnos a Francia. Mabon es un buen día para agasajar a la familia cercana y celebrar un compromiso y los Greengrass se estaban impacientando. No me lo dijo hasta unos días antes de regresar. —Justo como Harry sospechaba, pero no por ello se sintió satisfecho—. Por eso el otro día estaba en casa de Andromeda; necesitaba pedirle que oficiase el compromiso. Es la matrona de más edad en mi línea de sangre, lo ideal para el ritual.

Ambos se quedaron en silencio. Todavía cabizbajo, concentrado en mirar sus propios pies, Malfoy no parecía saber qué más decir. Su habitual sarcasmo estaba totalmente ausente y, sin él para usarlo de máscara, sólo quedaba un chico que, de pronto, parecía todavía más joven de lo que era. Tenía una expresión que Harry ya le había visto anteriormente, en su sexto año y cuando lo capturaron en Grimmauld Place: la de quien está atrapado donde no lo desea. Y comprendió que no es que hubiese tardado en decidir decírselo. Es que pretendía no hacerlo, al menos por ahora y que había optado por esperar a que no hubiese marcha atrás y pasar los siguientes meses aparentando que no ocurría nada. Sólo se lo había avisado porque creía que podría enterarse por otros medios. Cabreado por esa actitud irrespetuosa del otro chico hacia él, Harry soltó lo primero que se le pasó por la cabeza:

Grulla de papel [Drarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora