Capítulo veintitrés

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Trigger Warnings: Sexo explícito. Sexo oral.

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Harry tardó varias semanas en percatarse de su estrategia, porque Malfoy era lo suficientemente cuidadoso como para elegir los días aparentando hacerlo al azar. Coincidían todas las semanas en casa de Andromeda, igual que había ocurrido la vez que Harry fue a llevar de regreso a Teddy y estaba allí con su madre. A la hora aproximada a la que Harry llegaba, nunca el mismo día de la semana, Malfoy terminaba su taza de té a tiempo de levantarse y despedirse de su tía y su sobrino y acompañar a Harry hasta la puerta. Si Andromeda se había percatado de que las frecuentes visitas de su sobrino tenían por objeto, en realidad, demorarse unos pocos minutos charlando con Harry en su jardín, nunca dijo nada.

Los cambios que había percibido en los rasgos afilados de Malfoy tiempo atrás parecían haber llegado para quedarse y no quedaba rastro alguno del adolescente que conoció en Hogwarts. Seguía siendo indudablemente guapo y Harry se vio obligado a esconder las manos en los bolsillos durante sus breves charlas para clavarse las uñas, cortas, en las palmas de las manos.

Hablaban de cosas banales, como el inusual otoño, menos lluvioso de lo esperado, o de los progresos de Narcissa Malfoy con los jardines de Malfoy Manor. Harry, que ya se había acostumbrado a la situación de vivir solo con James y que La Madriguera fuese sólo un lugar de visita o de asilo, no concebía bien la idea de vivir con tu pareja e hijo en la casa paterna con tu madre, pero suponía que era otra absurda tradición de las familias de sangre pura. A veces comentaban alguna noticia política, un cotilleo del periódico o una noticia sobre alguien conocido. O Malfoy le preguntaba a Harry al respecto de algo muggle y este escuchaba sobre algún ritual mágico próximo o pasado. Otros días el tema de conversación eran las cosas más importantes del universo: James y Scorpius. Los dos eran padres orgullosos de los mínimos logros de sus hijos y Malfoy presumía especialmente de haber encontrado su lugar en las nuevas tareas que abordar con él.

Siempre eran charlas breves, nunca más de diez o quince minutos. En ocasiones, menos incluso, si alguno tenía que marcharse nada más franqueaban los límites de las protecciones mágicas de Andromeda. Solía ser Harry quien argumentaba que tenía clases a las que asistir, pero Malfoy a veces estaba más taciturno y argumentaba querer pasar tiempo con Scorpius antes de marcharse. En cualquier caso, por poco que durasen, para Harry eran agotadoras. Eso sí, no habría renunciado a ellas por nada del mundo, ni siquiera tras darse cuenta de la estrategia de Malfoy para encontrarse casualmente con él de forma regular. Había tratado sin éxito de encontrar un patrón para predecir su siguiente aparición y por eso muchos días se encontraba deseando que Malfoy eligiese visitar a su tía y decepcionado si no lo hacía. Sin embargo, la tensión cuando estaban allí, de pie el uno al lado del otro, mirando el suelo o hacia el infinito mientras hablaban, drenaba su energía. Tenía que contener todos y cada uno de los músculos de su cuerpo para no volverse hacia él. Para no tocarlo, para no ceder.

Para no sugerir que podía saltarse las clases esa tarde.

Por eso seguía guardando las manos en los bolsillos, cerrándolas en puños, clavándose las uñas recortadas en las palmas de las manos. Recordándose las razones que tuvo para interrumpir su relación con Malfoy. Que, aunque este siguiese pareciendo tan libre de hacer su vida como antes, incluso aunque Scorpius estuviera en ella, Harry no quería ser el secreto de un hombre casado. Era difícil, porque Malfoy siempre lucía impecable, incluso cuando Harry empezó a arreglarse un poco más ante la perspectiva de encontrarse con él allí. Su voz grave, arrastrando las palabras; la forma en la que lo miraba, de reojo; la sonrisa ladeada y pícara; la forma en la que intentaba disimular los nervios abriendo y cerrando los largos y delgados dedos o la decepción en sus ojos los días que Harry daba por concluido el encuentro demasiado pronto... Todo se juntaba dentro de su pecho, su cabeza y lo desconcentraba durante las horas siguientes.

Grulla de papel [Drarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora