Capítulo 13:

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«Angustia» 

DARIEN:

—¿Samuel...? —murmuro tratando de llamar su atención, pues se ha quedado perplejo y sin palabras, después de lo que le he revelado. Y una vez que consigo que reaccione, él me observa detenidamente por un momento, antes de tomarme por sorpresa, asestándome un buen golpe que me hace trastabillar. —¿Por qué fue ese golpe? —gruñí, sobando mi quijada y notando que una esquina de mi labio ya comenzaba a sangrar.

—¿Por qué más? Dime, ¿Tú crees que voy a creer en las estúpidas mentiras que me estás diciendo? —masculla entre dientes, a lo que yo suspiro un tanto harto. Aunque bien sabía que no iba a ser fácil que me creyeran.

—¿Qué más prueba quieres para que realmente me creas?

—Llévame directamente con ella.

—No puedo hacer eso —de nuevo me toma con violencia por el cuello de la camisa.

—¡Entonces todo es una jodida mentira! Así como es una estúpida mentira eso de que te llamas de otro modo y que tienes un hermano gemelo —exhalé, rogando silenciosamente por paciencia.

—Samuel, sé que es difícil de creer, pero te juro que cada cosa que te he dicho es cierta. ¡Ella está viva! Y su hijo Armando también —me encaró más de cerca.

—¡Deja de decirlo! ¡Deja de burlarte de su muerte!

—No me estoy burlando.

—¡¿Qué no te estás burlando dices?! ¡Entonces aclárame de quién son las supuestas cenizas que hay en nuestra casa! ¿Para qué dárnoslas si después te ibas a burlar de este modo?

—¡Por dios, ENTIENDE QUE NO SOY ZAFIRO! —grité fastidiado, a lo que él se rio con ironía, lo que hizo que comenzara a sacarme de mis casillas. —Mira, Samuel, yo sé que lo que te estoy diciendo es algo muy delicado, y por lo mismo entiendo que te muestres así de escéptico, pero por favor, te pido que me sueltes o me vas a obligar a abandonar el plan ético en el que he venido y voy a responder del mismo modo violento en el que tú lo haces —él hace caso a mi petición. Me suelta, pero en vez de tranquilizarse, me empuja, antes de darme otro golpe en el pómulo, con el cual yo ya no me puedo mantener tranquilo. Pues sin que siquiera se lo espere, le devuelvo el golpe, haciéndolo trastabillar y dejándolo un tanto aturdido. Y es que, una de las razones por las que nunca me ha gustado ser un hombre violento, es porque según Taiki, con quien una vez en la adolescencia me lie a golpes por una tontería, mis puños son demasiado fuertes y pesados. Tanto que provoco más daño, que el que ellos me hacen al darme cinco golpes seguidos. —Te lo suplico. No me obligues a tratar este asunto de esta manera. Permíteme demostrarte que no te estoy mintiendo —murmuro con calma, esperando impaciente a saber cuál va a ser su respuesta. Por suerte lo acepta, soltando una pesada exhalación, antes de girarse, andando hacia el sofá, en donde se deja caer de golpe, antes de señalarme el otro sofá alado de él. Dudo un poco de su actitud, pero al final lo tomo como una señal de rendición así que me siento donde me indicó. Y duramos en silencio por un buen rato, hasta que es él quien lo rompe primero.

—Antes de que digas algo, quiero que me hagas creer que de verdad eres "otro tipo" —murmura sin dejar de mostrar escepticismo. Así que, tras soltar un suspiro, comienzo a contarle de a poco mi historia, desde mis raíces italianas, para que pueda entender cómo fue que secuestraron a ese otro recién nacido tan parecido a mí, hasta cómo fue que llegamos a vivir en una ciudad americana.

—Jamás supimos de ese otro bebé. Llegamos incluso a creer que lo habían matado. Pero, después de tantos años, justo cuando me encontré a tu hermana, descubrí que, la posibilidad de que mi hermano esté vivo existe. Y, tal como puedes ver, soy su misma imagen.

ENSÉÑAME A VIVIR SIN MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora