Capítulo 39:

79 11 1
                                    

«Revelaciones del pasado»

DARIEN:

—¿Hacia dónde vamos? —murmuro en cuanto salimos de casa. Percatándome de que el protocolo de seguridad que siempre iban detrás de nosotros ha disminuido.

—Ya pronto lo sabrás —responde Mal, dirigiéndome una mirada. —Oye, la nana ahora sí está brava, ¿Verdad? No me había tocado verla así de seria por tanto tiempo —se burla, a lo que yo hago una mueca.

—Ya ni me digas, porque a pesar de que dice que no tiene nada, sé que aún sigue molesta y resentida conmigo porque cree que le mentí respecto al origen de los golpes que inevitablemente me notó —suelta una risita burlona.

—Lo cual tiene toda la razón —asentí. —¿Pretendes mantenerla a ciegas como a tu hermano?

—Absolutamente sí. Porque al contrario de Seiya ella ya sabe acerca de él, debido a que no pude evitar decírselo al sentirme sorprendido aquella vez que conocí por primera vez a Serena. Pero ya no le he revelado nada más, ni le he dicho que ya lo conozco y sé quién es. Y no pienso decírselo porque no le veo el caso, ya que posiblemente muy pronto lo desaparezcan de nuestras vidas —asintió con una mueca. —Pero no es tonta. Seguramente ya sospecha algo, más no quiere decírmelo.

—Seguramente.

—Pero como te dije, no pienso cambiar de parecer. Porque la conozco, sé lo noble que es su corazón y seguramente va a sufrir, por muy desgraciado que sea mi gemelo. Y lo que menos quiero es que se me ponga mal. Ya es una persona mayor como para pasar por eso. Así que prefiero mil veces decirle que no hemos sabido nada, a revelarle la verdad.

—Sí, tienes razón. Solo espero que si llega a saberlo no nos odie por habérselo ocultado —suspiré.

—Yo también lo espero. Oye, por cierto, por qué tardaron dos días más en hablarme para que me pudiera reunir con él —se encogió de hombros.

—No tengo idea. Solo te puedo decir que Diamante es así. Es muy meticuloso y le gusta hacerse el misterioso —resoplé. Y continuamos charlando de una que otra cosa hasta que llegamos nuevamente a una bodega muy distinta a la anterior, pero igual a las afueras de la ciudad, que estaba fuertemente vigilada.

—¿Cómo consiguen este tipo de lugares tan pronto? Y ¿De dónde sacan a tanta gente para que los cuiden? —murmuro con un gruñido, provocando la risa de Mal. Mas él no me responde. Seguramente porque al igual que lo demás, tampoco me va a gustar la respuesta que me tiene que dar. Después, una vez que el conductor pasa el control principal de seguridad, se encamina hasta estar al frente de aquella bodega, deteniéndose y apagando la camioneta. Pero antes de que yo pueda abrir la puerta de mi lado para poder bajar, Mal me detiene.

—Espera. Quiero decirte algo —lo miro con el ceño fruncido.

—¿Qué sucede? —lo veo cortar distancia entre los dos, antes de elevar sus brazos hacia mí.

—Te quiero pedir de la manera más atenta posible.... —murmura tomando ambos lados del cuello de mi camisa —que midas lo que dice tu lengua... —me advierte, halándome hacia él, antes de apretar contra mi propio cuello. Haciendo que yo comience a respirar aprisa y con algo de dificultad, no porque le tenga miedo, sino porque siento que las yemas de sus dedos están muy cerca del cartílago cricoides de mi garganta. —Esta gente es de cuidado. Te lo he dicho muchas veces. ¡Y tú nada más no entiendes! —gruñe de cerca contra mi rostro, observándome fijamente. —Ahora, para suerte tuya, al jefe al parecer le agradas, y le dan hasta gracia tus irreverencias, pero por favor ya no juegues con la cola del tigre porque puedes salir lastimado —trago saliva ante esa intensa seriedad que demuestra. Mas que nada porque no estoy acostumbrado a verlo así, ya que por lo regular siempre son juegos y bromas con él, pero en esta ocasión no se miraba atisbo alguno de diversión. —E per una volta fai quello che ti dico. E smetti di fare cose stupide che potrebbero metterti in pericolo. ¿Inteso? —sisea entre dientes, a lo que, tras verme asentir en silencio, él igual asiente y afloja el agarre que había hecho, alejándose y acomodándome nuevamente el cuello de la camisa. —Dai —me ordena, a lo que yo por fin bajo por la misma puerta que él lo hace, encontrándome con él al frente de la camioneta ya que ya está charlando con alguien más. Pero al verme junto a él, me regala una sonrisa de labios apretados que hace evidente lo tenso que se encuentra, seguramente porque no le gusta que yo esté cerca de estas personas, y atraviesa su brazo por encima de mis hombros como si intentara protegerme, al mismo tiempo en que me insta a caminar. Los hombres de vigilia nos observan duramente y con desconfianza mientras hacemos el breve recorrido de distancia hasta que entramos a ese lugar. Que como dije es muy diferente al anterior. Incluso me atrevo a pensar que ha sido adecuado, a lo mejor en un tiempo récord para que "el jefe" se encuentre lo más cómodo posible.

ENSÉÑAME A VIVIR SIN MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora