Capítulo 26:

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«Un pacto»

DARIEN:

««Podía apreciar el dilema que había en su mirada. Sus ojos brillaban llenos de emoción, pero la expresión en su rostro no cambiaba. Observo como se esfuerza por admirar con gusto todo aquello que ve, pero la tristeza y la angustia que ha cargado desde que la conozco no le permiten disfrutar con alegría de este bello momento. Así que, tomando un impulso de valor, e intentando sacarla de ese letargo dubitativo en el que está, la sujeto de la mano y tiro de ella, obligándola a correr tras de mí. Ella jadea en un principio al ser tomada desprevenida pero no duda y me sigue el paso. Y, cuando me giro a verla, veo como ella ya no está tan seria como al principio. Ahora sonríe ligeramente pese a que continúa sorprendida. Pero, no es hasta que ve que me tropiezo y pierdo pisada un poco, cuando ella se relaja completamente ya sin poder ocultar más lo bien que se lo está pasando, soltando una risita que me ilumina el alma. Logrando convencerla de que viva el momento sin sentir remordimientos. Así que ella se olvida, aunque sea momentáneamente de sus penas para reírse y divertirse como niña pequeña.

—Vayamos a ese juego, ¿Sí? —propone más animada y desinhibida y yo acepto. No puedo negarle algo, mucho menos ahora que la he convencido de que disfrute este momento. Así que vamos al juego que ella quiere. Nos divertimos demasiado en cada juego tranquilo que escoge, pero, cuando estamos en busca de otro, es cuando se atraviesa en nuestro camino los juegos de altura y velocidad. Aquellos juegos que solo son para personas valientes que poseen un estómago fuerte. Por lo cual de inmediato descarto que ella vaya a escogerlos, así que la insto a que continuemos buscando algo más, pero, como siempre, termina sorprendiéndome. Esta vez provocando un agujero en la parte de mi vientre cuando siento que toma mi mano para detener mi andar. —Podemos.... ¿Podemos ir a ese? —murmura señalando una montaña rusa que tiene una altura impresionante, llena de giros que pone los carritos constantemente de cabeza.

—E.... ¿Estás segura? —balbuceo nervioso, no tanto por mirar hacia el enorme juego, sino porque su tibio tacto me eriza la piel de pies a cabeza.

—Siempre me has dicho que debo enfrentar mis miedos. No importa qué tan grande o pequeño sea. Y yo ya no quiero ser débil. ¡Quiero ser valiente! —asentí, mirándola con orgullo. —Además, sé que contigo siempre voy a estar segura. ¡Confío en ti! —el corazón por poco y se sale desbocado de mi pecho al oírle decir eso. Me sentí grandiosamente agradecido con esa confianza ciega que ya me daba pese a que nuestros inicios no fueron tan buenos al principio. Más no tuve mucho tiempo para procesarlo pues ella ya estaba tirando de mí para ir a ese juego. En donde, pese a que tuvimos un poco de miedo cuando recién nos subimos, terminamos gritando y riendo como locos. Siendo recompensado con más dulces momentos y haciéndome disfrutar como nunca de cada una de sus hermosas sonrisas. Después de haber vencido ese miedo fuimos a todos los juegos que conllevaran adrenalina, sintiéndome con los pies muy lejos del suelo, no tanto por el cosquilleo en el estómago que me daba por nervios al subir a cada atracción, sino porque cada que echábamos a andar a otro juego ella tomaba mi mano y tiraba de mí emocionada. Así que, cuando llegamos a uno de esos juegos de puntería, en donde te podías llevar un premio, simplemente con ver su resplandeciente sonrisa supe cuál era el premio que elegiría. Por lo que puse mi mejor esfuerzo hasta que pude conseguirlo. Recibiendo una sonriente y efusiva felicitación suya. —¡Muchas felicidades! ¡Está precioso! —murmuró al ver el collar que había escogido.

—Yo.... quisiera dártelo. Lo gané para ti —sus mejillas se pintaron de un dulce color carmín, antes de tomar el obsequio de mi mano.

—¡Muchas gracias! Tú.... ¿Podrías ponérmelo? —musitó nerviosa, haciendo que yo tragara saliva. Pero terminé asintiendo y con manos temblorosas proseguí a sacar el collar de su cajita, para luego abrir el broche mientras observaba como ella retiraba el cabello de sus hombros para que yo pudiera ponérselo. Así que hice todo lo posible por abrocharlo bien, a pesar de que mis manos no dejaban de temblar y sudar, especialmente porque mis dedos tocaban sin querer la piel de su cuello una que otra vez. Después de eso ella se volvió a dar la vuelta hacia mí, acariciando el dije en forma de mariposa que colgaba de su collar, admirando el bonito brillo que resplandecía con las farolas y las luces de la feria. Antes de alzar la mirada, observándome fijamente. Y pude percibir como el mundo dejó de girar para mí. Me perdí en esa mirada cielo que brillaba bajo la luz de la luna. Quedé atrapado en esa dulce y tierna sonrisa que me regaló. Y fue ahí, en ese momento que estuve encandilado con esa aura angelical que desprendía, que supe que la estabilidad que tenía, por primera vez en mi vida tambaleaba ante los pies de esta dulce mujer. Por lo que no pude controlar mis actos. Mi corazón actuó de modo impulsivo y me hizo acortar la poca distancia que nos separaba para después tomar dulcemente su mentón, obligando a que elevara su rostro hacia el mío, perdiéndome en su mirada y pegando mis labios contra los suyos en ese cálido y tierno beso que tanto había deseado.»»

ENSÉÑAME A VIVIR SIN MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora