Capitulo 35:

69 13 5
                                    

«Maldad y bondad» 

Arrepentimiento. Esa es la emoción que siento en este momento. Pues es hasta ahora, ya después de haber caminado sola por un montón de calles oscuras, que me doy cuenta que salir a esta hora no fue tan buena idea como creí. Es hasta ahora que me doy cuenta de que mis miedos de nuevo me impulsaron a hacer cosas que no debí haber hecho. No fue un acto de valentía como creí al principio. El miedo de nuevo me había invadido y me había hecho no pensar en nada más que no fuera el bienestar de cada uno de los integrantes de mi familia. Así como tampoco pensé en que traer este colguije tan caro había sido un error, pues realmente no conozco demasiado la ciudad como para asegurar de que es una ciudad segura. Los ladrones pueden estar al acecho y más a estas horas. Por eso, a pesar de que en un principio lo sujetaba con fervor, ahora procuro esconderlo entre mi ropa para que no se vea y llame demasiado la atención. Pues con el largo recorrido que ya he hecho, es demasiado tarde para acobardarme y volver. La poca gente que veo al pasar, me ve con curiosidad e interés. Pero sin duda lo peor es que, para mi mala suerte, la mayoría son hombres que me silban, me adulan y por consecuente hacen que mi paranoia crezca. Camino apresuradamente tratando de ignorar todo a mi alrededor, pero al mismo tiempo presto atención a cada pequeño e insignificante ruido o movimiento que veo, mientras mi corazón no deja de palpitar tan fuerte que siento que estoy a punto de sufrir un colapso. Mientras ruego por encontrar un taxi, aunque sé bien que a esta hora es muy difícil. Incluso he perdido la cuenta de cuánto ya he recorrido sin la suerte de conseguir uno. Y no sé si eso sea bueno o malo. Lo único que sé es que estoy un tanto perdida y desorientada, pues poco conozco las calles de esta ciudad, sobre todo así en la oscuridad; Salgo abruptamente de mis pensamientos cuando por fin veo un par de luces que alumbran la calle. Así que me acerco a la orilla, con la esperanza de que sea un taxi, pero me decepciono al instante. Mas no tengo oportunidad de lamentarme, pues mi pulso se incrementa cuando veo que el auto se detiene en seco a escasos pasos de mí. Es un carro oscuro que obviamente no reconozco, así que pronto apresuro el paso y me vuelvo a hacer a la orilla para intentar escapar de quien sea que se haya detenido. Cuando de pronto un grito irrumpe el silencio espeso de la noche. 

—¡Serena! —escuchar que dicen mi nombre no me ayuda. No distingo quién me llama ni tampoco por qué lo hace. Eso solo incrementa mi paranoia. Así que comienzo a correr sin aliento. Escabulléndome entre los arbustos de la acera cercana mientras los pesados pasos corren detrás de mí. Pero poco después descubro que esa persona es más ágil y rápida que yo, pues no logro avanzar demasiado, cuando siento que me toman del brazo, y aterrada yo suelto un chillido y comienzo a gritar. Mas son unos pocos gritos agitados los que doy, antes de que una enorme mano cubra mi boca al mismo tiempo en que me acorralan y me pegan contra la pared más cercana, mientras vagamente escucho el chirrido de las llantas de otros autos que se detienen de golpe. —¡Serena! —escucho que dice de nuevo mi nombre, pero la imagen que se muestra frente a mí, apenas iluminada por la luz tenue de una farola, solo incrementa el terror que siento. Pues es la misma imagen de mi mayor verdugo en persona. Pensé que estaba preparada para volver a verlo. Creí que podría enfrentarme a esa aterradora mirada, pero es hasta ahora que descubro que no puedo hacerlo. Por lo que comienzo a lloriquear y temblar de miedo. Algo de lo que él se percata, pero en vez de burlarse como comúnmente lo hace, me ve asustado e intranquilo. Lo que me hace comenzar a dudar de quién es realmente la persona que me está sujetando contra mi voluntad. —¿Serena? Tranquila. ¡Mírame, soy yo! Darien —con dificultad comienzo a hacer ejercicios de respiración, y con ello mis sentidos poco a poco vuelven a la normalidad. Mi pulso se ralentiza. Mi pánico disminuye y en su lugar comienza a inundarme la tranquilidad al reconocer esa dulce voz que intenta calmarme. Y de solo saber que tengo la suerte de que sea él y no Zafiro quien me ha encontrado, me hace sollozar con más fuerza, lo cual lo hace preocupar. —Tranquila, Serena. Tranquila. ¡Soy yo! ¡Mírame bien! —suelta mi boca y baja sus manos temblorosas para encontrar mis manos, sujetándolas y elevándolas hacia su rostro, obligándome a que las repose sobre sus mejillas. —Respira profundo. Mira mis ojos y escucha mi voz. Recuerda que solo ellos te podrán revelar quién soy yo en realidad —murmura intranquilo y nervioso, creyendo que yo aún tengo dudas sobre quién es realmente. Lo que él no sabe es que reconocerlo ya no me es tan difícil como antes. Pues, aunque siempre me asusto ante la primera impresión, ahora inexplicablemente mi corazón se reconforta y se tranquiliza en cuanto lo escucho y lo tengo cerca.  

ENSÉÑAME A VIVIR SIN MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora