Capítulo 18:

89 13 4
                                    

«Cambiar la rutina»

Admito que este momento me parece demasiado surrealista, pues es extraño ver a mi doctor así de afligido, más cuando él siempre está lleno de positivismo. Siempre tiene palabras de aliento que te sirven para levantarte el ánimo. Así como últimamente he descubierto que procura regalarte una sonrisa cálida y bondadosa para motivarte todavía más para que creas en ti mismo. Una sonrisa que siento que conmigo es un tanto contenida, pues lo último que quiere es asustarme en demasía; Pero, esta vez todo es al revés. El que está acongojado es él. Y obviamente no sé qué le pasa. Eso sí, tengo el presentimiento de que su estado de ánimo tan pesimista tiene algo que ver con su primo. Tengo la vaga sospecha de que algo pasó en esa reunión de tragos que dijeron que iban a tener. Y me imagino que debe ser algo muy difícil de sobrellevar como para que esté así de desanimado. Por lo mismo intento darle palabras motivacionales, así como él lo hace conmigo. Incluso le menciono ese bobo apodo que Ami le dio cuando logró estabilizar mi última crisis, con la vaga esperanza de hacerlo reír, pero para mi mala suerte ni así consigo que su tristeza lo abandone.

—Nop, nop. Esa fuiste tú, Serena. Tu fuerza de voluntad, el amor que le tienes a tu hijo, y ese valor que te empeñas en poner todos los días, es lo que hace que tú estés mejor. Yo solo te estoy guiando y enseñando el camino. Pero eres tú quién se está esforzando para terminar de recorrerlo —insiste en decir que los logros que hasta ahora yo he tenido, son debido a mi esfuerzo. Y tal vez lo que dice tiene razón.

Pero yo misma soy consciente de que, sin su ayuda, sin esa confianza que ha hecho que yo le tenga y que yo me tenga a mí misma, yo no podría estar así de tranquila ahorita. Porque una cosa es que yo me prometí a mí misma que haría lo posible por no defraudar ni a mi hijo ni a mi padre. He puesto mi mayor empeño para no dejarme vencer por el miedo, y todo esto, porque en el fondo quiero saber si de verdad dejaré de sufrir algún día. Así como quiero descubrir lo que me deparará ese futuro del que me habló mi padre. No importa si todo haya sido solo un sueño; Por ese mismo empeño me he permitido algunas cosas, que nunca pensé que volvería a permitir. Una de ellas, y creo que es la que más me sorprende, es que me he permitido darle otra oportunidad a mi doctor. Pues con las palabras de mi padre siempre presentes, he procurado no juzgarlo solo por su apariencia. No importa si siempre tenga que verlo fijamente por algunos pocos segundos, para buscar esa pequeña seña que lo haga diferente al hombre a quien yo tanto miedo le tengo. No importa si tengo que ser precavida como lo hice hace poco cuando lo vi sentado en la banca en plena oscuridad; Y es que, cuando recién noté su presencia, se miraba tan sospechoso, que mientras miles de pensamientos se cruzaron por mi mente. Los peores temores me embargaron cuando creí que Zafiro ya me había encontrado. Pero simplemente necesité ver como se disculpaba e intentaba ganarse mi confianza con tiento y calma, para que yo supiera que era el doctor, y no Zafiro, quien estaba afuera, bebiendo cerveza bajo ese manto de oscuridad que solo me dejaba ver sus ojos que brillaban hipnóticamente bajo un débil rayo de luz de la luna. Una imagen digna de apreciarse, o en mi caso, la imagen perfecta para salir corriendo. Pero pese a que mi miedo fue mucho, me armé de valor y no hui. Más que nada porque, conforme han ido pasando los días, he aprendido a diferenciar esos cálidos y brillantes ojos, a los otros que estaban tan llenos de malicia. He aprendido a diferenciar que mientras unos brillan y deslumbran con alegría, otros son oscuros e intimidantes; Claro que esto no significa que ya lo haya superado por completo y pueda verlo sin temor alguno. Al contrario. No voy a negar que mi voluntad es mucha, pero el miedo ahí continúa. Siempre está al acecho, buscando una oportunidad para volverme presa del pánico. Pero, como he hecho hasta lo imposible para que no me venza, hasta ahora ha estado en calma. Además, como dije, el doctor también tiene que ver mucho en mi avance. ¿Por qué? Bueno, porque no hace que yo tenga una recuperación acelerada. Al contrario. Siempre me da mi tiempo. Mi espacio. Me pide permiso y autorización para cualquier cosa mínima. Especialmente cuando tiene la intención de tocarme. En un lenguaje silencioso que me ha enseñado para que yo sepa ver que lo único que quiere es tocarme sin malicia alguna. Y es esto, más que todo lo demás, lo que ha provocado que yo le dé mi confianza, no solo para que me toque el rostro y limpie mis lágrimas cuando la tristeza me embarga, sino para que me siga ayudando en esta dura y amarga travesía. Es su fe en mí, la que me impulsa a otorgarle mi permiso y la que provoca que no me deje vencer por el miedo. Y es ahora que él está tan deprimido, que yo intento explicárselo, y a la vez agradecérselo para hacerlo sentir mejor, pero al parecer soy muy torpe, pues mis palabras en vez de ayudar solo entorpecen la situación y lo hacen derrumbarse. Dejando salir esas lágrimas que había estado reteniendo. Y esto me hace sentir desesperada.

ENSÉÑAME A VIVIR SIN MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora