Capítulo 37:

79 13 3
                                    

«Solo una ilusión» 

DARIEN:

—¿Qué van a hacer con Zafiro? —le pregunto a Mal en cuanto empezamos el camino de regreso.

—Todavía no lo sé, enano —murmura antes de soltar un suspiro. —Lo único que sé es que tiene muchas cuentas pendientes, así que estoy seguro que el jefe se las piensa cobrar —asiento mientras veo que baja la visera de su lado para verme a través del espejo que tiene escondido. —¿Por qué lo preguntas?

—Curiosidad —veo que frunce el ceño.

—¿Curiosidad? —asentí. —Ah. Si te soy sincero, creí que me lo preguntabas porque estabas preocupado —resoplé.

—Realmente no me importa lo que le llegue a pasar. —Mal continúa observándome a través del espejo.

—¿Ah no?

—No.

—¿Por qué preguntas entonces? —exhalé.

—Porque en verdad siento curiosidad. Mas también es cierto que no me importa. Porque hace un rato que estuvimos cara a cara, no sentí ni una pizca de empatía o cariño. Ni siquiera sentí emoción o curiosidad porque lo estaba conociendo por primera vez —me encogí de hombros. —Es extraño. Pero, a pesar de que mi sangre es la misma que la suya, pareciera como si no se pudieran mezclar por más que se intentara. Como si su sangre fuera aceite y la mía agua. En pocas palabras no existe un lazo tan genuino como el que existe entre Serena y su hermana —asintió apretando los labios como si no supiera cómo responder a eso. —Pero, eso no quita el hecho de que me gustaría hablar nuevamente con él —veo como frunce el ceño. 

—¿Para qué? ¿No dices que no sientes afecto alguno por él?

—No quiero verlo porque le tenga algún tipo de afecto, sino porque quiero respuestas. Quiero saber por qué fue tan cruel con Serena. Ya sabes. Está en mis venas investigar el trasfondo de una persona para saber por qué hace lo que hace. No solamente quiero juzgarlo como un mal tipo —guarda silencio un momento, antes de resoplar.

—Entiendo. Y supongo que no puedo negártelo. Estás en todo tu derecho. Así que se lo comentaré al jefe, y ya a ver qué dice él —asentí. Después volví a bajar la mirada para ver al dulce ángel que continuaba descansando sobre mí. Solo que, mientras lo hacía, continué sintiendo la mirada del novio de Mina sobre mí, por lo que murmuro ya sin poder contenerme. 

—Resulta difícil salir de la impresión, ¿Cierto?

—Lo lamento. No pretendía incomodarlo —murmura un tanto avergonzado, a lo que yo alcé el rostro y le dirigí una mirada antes de esbozar una sonrisa de labios apretados. 

 —Descuida. No lo haces —por primera vez detallé libremente tanto cómo era su rostro, a cómo había quedado tras los golpes salvajes que le habían dado, y que comenzaban a dejar hinchado su rostro. Incluso respiraba con dificultad y muy apenas podía abrir los ojos. Por lo que nuevamente le di una mirada a Mal. —Me parece debemos llegar al hospital, Mal. Él lo necesita. —mi primo asiente, pero el hombre a mi lado de inmediato se negó.

—No, eso no es necesario. Yo solo quiero llegar a algún lugar a descansar por algunas cuantas horas antes de volver a viajar pronto. Ya que no hay nadie que esté a cargo de los restaurantes Tsukino en Seattle.

—¿Estás seguro? ¿No quieres ver a Mina aprovechando que estás aquí?

—Pues.... me gustaría, pero.... —lo interrumpí.

—Si eso te gustaría, ¿Crees que puedas controlar la histeria que le dé después de que te vea así? —le recuerdo, por lo que lo veo hacer una mueca al estar de acuerdo conmigo. —Insisto. Yo diría que vayamos a consultarte para que te ayuden a limpiar las heridas y para que nos digan si realmente te encuentras bien y no hay ninguna costilla rota o algo peor. Y una vez que te revisen, la ves y te estás con ella por un buen tiempo antes de que tengas que partir otra vez —a regañadientes él asiente al estar de acuerdo.

ENSÉÑAME A VIVIR SIN MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora