Capítulo 40:

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«Al corazón no se le puede engañar»

—¡Bunny, mira!! —Armandito me muestra con alegría los bonitos panqueques que le han preparado. —¡Abuelita me hizo unos panqueques como los que tú me hacías! —solté una risita a la par de los demás, y me acerqué a besar sus cabellos.

—¡Están muy bonitos, mi amor! ¿Y qué tal saben?

—¡Muy ricos! —mamá se acerca y le da un tierno beso en la mejilla.

—¡Gracias, mi vida! Come bien, ¿Sí? —le murmura tiernamente, a lo que él asiente; y es que, es así como han comenzado a ser mis días, llenos de plena y absoluta felicidad. Lo cual me sigue pareciendo extraño, pues no termino de creérmelo. Especialmente porque, hace no mucho el motivo de mi infelicidad se había vuelto a aparecer. Causando más terror con su mera presencia. Pero ahora, es como si esos días de tristeza y angustia nunca hubieran existido. La único que nos indica que sí pasaron, es ver las huellas de violencia aún presentes en el rostro de mi cuñado. Pero de ahí en más, ya ni siquiera nos preocupa si "él" sigue vivo o no. Algo que, de igual modo me llena de remordimiento, pues sé que hay "alguien" que, muy probablemente no lo esté pasando bien por eso.

—¡Yo iré a abrir! —murmuro levantándome rápido de mi asiento al escuchar el timbre de la puerta. Pero, en cuanto estoy a punto de abrir, me es imposible no sentir ese revoloteo de emoción en mi estómago. Pues es un sentir que, aunque no lo he aceptado del todo, tampoco lo he podido controlar desde que la realidad me pegó duramente aquella noche. Pero, en cuanto abro la puerta, la decepción me embarga, al ver que nuevamente no es quien yo ansiaba ver.

—¡Buenas tardes! —Mal, el primo del doctor, me saluda con amabilidad. Pero, puedo notar en su rostro una muesca de ansiedad y hasta desesperación que claramente no comprendo.

—Bu... ¡Buenas tardes! —Murmuro balbuceante, más no respondo más, porque no sé qué decirle, ya que no existe la suficiente familiaridad o confianza entre los dos para hablar cómodamente. Y tampoco quiero ser grosera al preguntarle directamente sobre qué está haciendo aquí. Así que solo guardo silencio. Un silencio que él no tarda en interpretar.

—Perdón que los moleste, pero.... ¿De casualidad Darien está aquí? —Mi corazón se salta un latido en cuanto lo menciona. Pero también comienzo a sentir angustia al ver que al parecer no tiene idea de dónde está él.

—Eh....no. No. Él.... No ha venido en absoluto. ¿Por qué? ¿Sucede algo? —cierra los ojos, maldiciendo en italiano por lo bajo. Pero si alcanzo a escuchar que dice "¡Maldito mocoso!", antes de que me brinde una sonrisa con la que pretende serenarme y no preocuparme.

—No, no se preocupe. Es que.... salió hace un rato y no dijo a dónde iba.

—¿Ya le preguntó a Taiki?

—Eh, sí. De hecho, ya hasta fui a buscarlo al consultorio, pero al parecer no ha estado por ahí —suelta un suspiro. —De seguro está bien, pero yo soy muy preocupón —suelta una risita falsa. —Le pido de nuevo que me disculpe. Debo continuar buscándolo, así que con permiso.... —de repente me quedo sorprendida por mis propios actos, cuando me doy cuenta de que un inesperado impulso ha sido el causante de que yo ahora le esté sujetado la manga de su camisa. Una acción, que no pude controlar en cuanto vi que él se daba la vuelta. Lo cual lo hace detenerse y que de nuevo se gire a verme.

—Dígame la verdad. ¿Él realmente está bien? —murmuro tratando de ignorar la vergüenza que siento por haberme tomado tales atribuciones, provocando que él trague saliva. Y ese simple gesto me llena de más angustia. —Él está en peligro, ¿Cierto? ¿Zafiro...? —no termino la tenebrosa pregunta, cuando él ya me está tomando de las manos.

ENSÉÑAME A VIVIR SIN MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora