Capítulo 31

104 16 3
                                    

«¿Algo más que agradecimiento?» 

¿Hice bien al venir? Bueno, eso ciertamente no lo sé. Lo único que supe en el momento en que mamá me dijo que el doctor le había avisado que no habría terapias para mí hoy, fue que yo necesitaba verlo. ¿Para qué? Bueno, aún necesitaba que me diera esas respuestas que habían quedado pendientes. Pero especialmente quería agradecerle por todo lo que había hecho por nosotros, ya que, ayer estuve tan emocionada de volver a ver a mi hijo, que olvidé hacerlo y me concentré solo en mi pequeño. Así que digamos que, cuando la emoción disminuyó un poco, el remordimiento empezó a embargarme y a no dejarme tranquila. Sobre todo, después de lo que Armandito me contó que habían pasado para poder llegar hasta aquí. Por lo que esta mañana cuando vi que habían llegado a recoger a Ami, aproveché que mi hijo aún dormía y se lo confié a mi familia, sabiendo que estaría seguro con ellos, antes de pedirle de favor a Taiki que me llevara con el doctor. Claro que, una vez que llegué al consultorio, me sentí un tanto cohibida y hasta arrepentida. Pues mi propia mente me comenzó a recriminar que mis motivos habían sido solo una excusa para volver a verlo. Lo cual no era completamente cierto. Así que claro que me opuse rotundamente a dejarme influenciar por ellos, así como me opuse a acobardarme. Pues ya estaba aquí, y quería dejar atrás todo tipo de pensamientos irracionales y miedos profundos de los que he sido presa desde hace años. Y, en vez de salir corriendo, tomé un profundo suspiro para darme valor y continué dando pasos hasta llegar a su oficina. En donde abrí la puerta sin tocar, (un gesto que normalmente nunca hacía), y observé como él se quedaba estático y con los ojos muy abiertos, haciendo evidente que no esperaba para nada mi visita. 

—Se.... ¿Serena? ¿Qué haces aquí? —balbucea desconcertado, poniéndose de pie con prisa.

—Bu.... ¡Buenos días! ¿Puedo pasar? —susurro con timidez, a lo que él asiente.

—¡Sí, claro! —le agradezco y doy unos pasos, entrando y cerrando la puerta detrás de mí, antes de recargarme contra ella, intentando calmarme mientras pienso qué es lo que debo de hacer a continuación. Pero antes de que pueda decir algo, él de nuevo toma la palabra. —Oye Serena.... ¿De casualidad no te informaron que hoy no tenías que presentarte a trabajar?

—Eh, sí... Sí me lo dijeron.

—Ah. Entonces.... ¿Sucedió algo? —murmura confundido.

—No, no, doctor. Nada de eso.... —intento ocultar mi nerviosismo, pero es inútil. Los latidos de mi corazón son tan fuertes que retumban contra mis oídos. Así que al sentirme un tanto avergonzada por no poder controlarme, bajo la cabeza y cierro los ojos para hacer los ejercicios de respiración que él me ha aconsejado. Pero estoy tan concentrada en ello, que no presto atención a sus pasos, y por lo mismo doy un respingo, y abro los ojos de golpe cuando lo escucho tan cerca.

—¿Qué sucede? —continúa hablándome con calma para no causarme un ataque de pánico, pero por más que me esfuerzo en responderle yo no puedo hilar ni una sola palabra, así que él vuelve a insistir. —¿Te sientes mal? Dime lo que sea que sientas. Recuerda que puedes decírmelo con toda confianza —no me he atrevido a levantar el rostro, pero me siento muy impotente con solo escuchar su preocupación. Así que cierro los ojos una vez más e intento de nuevo los ejercicios de respiración, procurando no demorarme demasiado, antes de poder balbucear unas cuantas palabras.

—Y... Yo tengo algo que decirle.

—Adelante. Te escucho —antes de que me invada la cobardía, nuevamente me armo de valor y me abalanzo sobre su cuerpo, abrazándolo por la cintura y tomándolo por sorpresa. Pues obviamente le parece extraño que yo tenga este tipo de arrebatos con él, en parte porque no tolero todavía muy bien el contacto físico con los hombres, pero más especialmente porque, aunque ya tengo un poco más de resistencia, aun sigo luchando constantemente con mi mente para dejarle claro que, aunque se parezcan tanto, este hombre delante de mí no es el mismo al que tanto daño me causó. Pero es por esta última razón, por la que nuevamente hago una excepción, pues me siento con la enorme necesidad de agradecérselo al menos con un abrazo, después de todo lo que ha hecho por nosotros.

ENSÉÑAME A VIVIR SIN MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora