Capítulo 43:

59 10 3
                                    

«Un impulso del alma»

DARIEN:

Veo lo que sucede a mi alrededor, y simplemente no dejo de maravillarme con la bonita postal. Una imagen que me demuestra que esos días de dolor están quedando atrás, y que hoy solo quedan momentos de hermosas y resplandecientes sonrisas que se graban a fuego en mi corazón. Reconfortándolo un poco, y preparándolo para el duro golpe que seguramente se avecinará cuando ella decida volver a rehacer su vida. Un recordatorio constante que hago lo posible por ignorar.

—¿A qué sabe eso? —Armando señala de pronto hacia un estanquillo de algodones de azúcar.

—Eso es un algodón de azúcar. Es dulce. Se derrite en tu boca, e incluso sientes como si te estuvieras comiendo una nube esponjosa, dulce y colorida.

—¡Wao! Me gustaría comer uno —murmura con cierto anhelo.

—¡Claro! Iré a traerte uno, ¿Está bien? —Armando suelta un gritito alegre y entusiasmado, que me hace soltar una risita, especialmente porque Serena ya lo está riñendo dulcemente por tomarse tantas confianzas conmigo. Pues el pequeño, no ha hecho más que disfrutar de la tarde, pidiendo con cierta discreción y educación, todo tipo de cosas que se le antojen o que llamen su atención. Un gesto que para nada me molesta. Haciendo todo lo contrario a lo que no hace su mamá.

—Está bien, Serena. No me molesta. Yo he propuesto esta salida. Ustedes son mis invitados, así que solo pásensela bien —veo que ella asiente mientras sus mejillas se vuelven rojizas. —¿Gustas comer algo tú? —pregunto, aunque ya sé cuál va a ser su modesta y tímida respuesta.

—No, no... ¡Gracias! —murmura balbuceante.

—¿Segura?

—Sí. Yo.... De verdad estoy bien —asiento. No muy conforme con su tímida respuesta, pero no queriendo incomodarla más de lo que se muestra.

—Está bien. Ahora vuelvo —los dejo un momento para ir hacia el estanquillo que está no muy lejos, y pido dos algodones de azúcar y unas palomitas, mientras los mantengo a ellos en vigilia. Pero los dejo de observar un momento cuando me pongo a pagar por lo que he pedido. Mas no pasa mucho cuando escucho que me llaman.

—¡Doctor Darien! —es extraño y gratificante sentir como mi corazón se conmueve con la pequeña y dulce vocecita de ese niño que conozco de hace no mucho, pero que se ha sabido ganar a pulso mi cariño.

—¿Sucede algo, Armando? —pregunto poniéndole toda mi atención al verlo correr con prisa hacia mí.

—Mi mamá está en problemas —mi corazón se salta un latido y se llena de mortificación, mientras mi mirada se eleva y comienza a buscarla, dificultándoseme un poco por toda la gente que hay cerca, preocupándome al no verla donde antes estaba.

—¿En dónde está? —pregunto, y él me señala hacia un árbol que está del lado opuesto. Y veo que Serena se encuentra debajo de él, dando brinquitos para alcanzar el hilo del globo que antes le había comprado a Armando y que ahora se le ha volado, quedando atrapado entre las ramas. Por lo que más tranquilo y encantado con esa imagen, suelto una risita. —Ya veo. Vamos —alboroto tiernamente sus cabellos, le doy el algodón de azúcar que antes me pidió y sujeto las otras cosas que compré, volviendo a caminar a donde ella está. —¿Me puedes sujetar esto? —le susurro dándole las palomitas para tener una mano libre. Y una vez que lo sujeta, termino de recorrer el camino que me queda hasta estar detrás de ella.

—¿Lo ves? Ya casi lo tengo, Armandito. No es necesario molestar al doctor... —la escucho decir de modo jadeante en cuanto escucha mis pasos, pensando que soy Armando. Por lo que me es imposible no sonreír, antes de colocarme detrás de ella, únicamente para sujetar el hilo con más facilidad gracias a mi altura, haciendo que ella de un respingo y suelte un gritito al sentirse sorprendida.

ENSÉÑAME A VIVIR SIN MIEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora