VII

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Día no sé cuánto, de no sé qué mes... mi concepto del tiempo está alterado después de trabajar. ¿Es necesario?

Hoy, al fin, es un día bueno. 

Llevo semanas con ropa ensangrentada, llena de polvo y escombros. Hemos tenido una serie de misiones. Cuando digo "hemos", es evidente que me refiero a Suguru, lo cual le he agradecido. Siempre en estos momentos en los que tenemos que pelear juntos, es como jugar a la ruleta rusa por ver quién sobrevive: él, yo, o ambos. Pero tengo ese sentimiento de que, si al menos vamos a morir, prefiero que sea en compañía de quizás la única persona que puedo decir que me importa. Muy poco nihilista de mi parte, si me lo preguntas.

Este es uno de esos momentos en los que acostarse en el suelo se siente glorioso. Tomé un baño, y fue tan solo salir de mi habitación y sentir el olor a naranja con lavanda. Vaya, Suguru no perdió el tiempo.

Con unos pretzels de chocolate en mano, toqué su puerta, pero sin respuesta. ¿Estaría ocupado? Nunca me ha dejado la puerta cerrada, menos sabiendo que yo estoy al lado. Por lo cual, tuve que volver a mi cuarto y, desde el balcón de la ventana, meterme a su habitación, pero estaba vacía. Eso sí, el incienso se veía recién encendido.

La habitación de Suguru siempre fue muy minimalista, pero eso sí, siempre tiene flores en la cocina y fotos nuestras en sus paredes. Aunque ahora que me fijaba, su florero estaba recién lavado y vacío desde la última vez que estuvimos aquí en la escuela. Lo llamé, abrí el baño, el pequeño closet que tenía y nada...

Me senté en su cama y abrí la bolsa de pretzels. Después de comer unos pocos y sentirme mosqueado por el hecho de no saber dónde estaba, intenté buscarlo por su olor. Lo sentía, pero no terminaba de detectar dónde estaba, solo sabía que estaba cerca.

Procedí a buscarlo, una punzada dentro de mí me decía que quizá no quería verme. No voy a mentir, pese a que como dije, siempre sabemos que vamos, pero no sabemos si volveremos de nuestras misiones, tenía la fantasía de tener un momento para acercarnos, pero trabajo es trabajo, y somos los mejores por algo. Aun así, se sintió como una mierda tenerlo cerca pero a la vez tan lejos.

Salí de regreso por la ventana, era quién sabe qué hora de la mañana. La verdad, el amanecer es un concepto raro para mí. Hay días en los que amanece y hay otros donde el sol gira desde mi perspectiva. Hoy nada más era lo segundo, no significaba un nuevo día.

Recuerdo perfectamente fijarme en el cielo. El alba estaba tapada por grandes nubes de tormenta y aire frío acompañado de ventisca. Y recuerdo muy fresco ese detalle, porque justo las pocas nubes que no estaban cubiertas por el cielo nublado me mostraron su escondite, justo debajo de un matorral que se movía suavemente con el viento, vi sus mechones moverse de entre las flores.

Tardé más en bajar de lo que él tardó en levantarse del suelo. Lo llamé y, como si lo hubiera sacado de un trance con mi voz, corrí a abrazarlo apenas nuestros ojos hicieron contacto.

Nos quedamos hablando de cosas de la misión por un rato, cuando la lluvia arreció, subimos a su habitación. Suguru se curaba las heridas superficiales que la energía maldita no había podido regenerar, ya que se concentraba en aquellas de más cuidado. Mientras comía una sopa instantánea, él me escuchaba hablar, pero seguía sintiendo que algo le pasaba.

En algún punto, nos quedamos dormidos, pero Shoko vino a buscarnos, así que apenas tuvimos un par de horas para descansar. Aunque bueno, no es como que yo lo necesite realmente, pero algo dentro de mí me daba la impresión de que Suguru lo necesitaba, y no solo en ese sentido.

Satoru.

Querido: YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora