XIX

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No, no lo he superado...

Me avergüenza un poco y me sorprende haber regresado a este punto, no solo en mi estado mental, sino también al darme cuenta de que todo lo que 'avancé' en tantos meses de dolor, oscuridad, angustia y llanto, valió para poco.

Sí, Megumi vino a iluminar mi vida, pero soy yo quien decide encender o apagar las velas de mi propio camino. Para ser sincero, jamás pensé ni consideré que lo que viví estas semanas sucedería.

Manejé durante 20 minutos en el tráfico moderado desde la escuela hacia la casa de los Fushiguro. Aquel iba a ser el último fin de semana que Megumi pasaría con sus abuelos maternos. Como mencioné antes, no me ha agradado del todo cómo se han dado las cosas. Sé que no son "malas" personas, pero viven en una época muy atrasada mentalmente hablando. Me atrevo a juzgarlos como arcaicos, incluso, pero sobre todo, no dejan de ser simples mortales.

La idea original era que fuera a recoger las cosas de Tsumiki porque volví a convertirme en padre. Ya sé, no me digan que no tengo televisión, porque sí tengo y una costosa en alta definición, pero seamos sinceros. Aunque los abuelos tuvieran los medios para lidiar con la enfermedad de la niña, estoy seguro de que la habrían dejado morir.

Fueron largos meses de trámites, papeleo terrible. Para mi buena suerte, los abogados del colegio se encargaron de ese tipo de cosas. Y bueno, estoy a nada de tener la tutela completa de este clan extraño de nuevos Gojos.

Megumi insistió en quedarse, ya que, según él, tenía que recuperar algo en particular que solo él sabía dónde estaba, así que le llevaría algo de tiempo. Pero ahora que tiene a sus shikigamis pues iba a resultar una tarea sencilla. Obviamente, me sentía orgulloso de la manera tan innata en la que estaba dominando sus nuevas habilidades. Pero también, como padre responsable, tenía que advertirle que no puede causar mucho desastre con ellos, por más que las personas comunes no puedan verlos.

Tras dejarlo, le di una tarjeta con mi número y el de Shoko, ya que probablemente estaría ocupado. Evidentemente, los de arriba hacían con mi disponibilidad lo que les hacía en gana. Sin embargo, quise prevenir. Megumi se negó a tomarla, pero sin que se diera cuenta, la metí dentro de su mochila de todas maneras.

Al regresar al departamento, me recosté en el sofá. Recuerdo esto muy particularmente con detalle. Me levanté a la alacena "secreta", y sí, es secreta porque ahí guardo dulces que Megumi no debería comer. Aunque he notado que no es algo que le guste particularmente. Ya que irónicamente, he conseguido que prefiera alimentos más saludables para él. Lo cual, de nueva cuenta, me convierte en un orgulloso padre de un niño saludable.

¿Y QUÉ ESCOGIÓ SATORU GOJO PARA COMER? Efectivamente, bombones de cereza con relleno de crema de whisky. Pero además, me hice unas palomitas acarameladas para acompañar y, por último, y no menos importante, soda de vainilla, traída desde Norteamérica. Un manjar, si me lo preguntas.

Comí un chocolate y me senté a mirar mi teléfono celular. Me puse a ver las últimas fotos de Megumi. Era aficionado a retratar todos sus momentos, y he de decir que, aunque en general es un niño bastante calmado, sí extraño sus murmullos o de pronto los sonidos de los diversos animales que ha comenzado a invocar y entrenar como shikigamis personales.

Bajé demasiado, y lo sabía. Había una dimensión dentro de mi propia galería de fotos que no me atrevía a ver, pero tampoco a borrar. Y era algo que no le he admitido a nadie. Respiré hondo, me quité la venda de los ojos y me atreví, en casi un año de evitarlo conscientemente, dedicarme a ver aquellos recuerdos. A diferencia de las fotos físicas que guardaba, estas eran más especiales para mí. Muchas las tomó Geto desde mi teléfono, otras eran de momentos íntimos, otras de misiones cuando era la única manera de comunicación que teníamos entre periodos largos trabajando.

Querido: YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora