XVI

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Estoy feliz.

Creo que olvidé lo que significaba sentirse así. Después de una misión que al principio me inquietó porque sentía que Geto había intervenido, afortunadamente, esa herida está cicatrizando, aunque todavía duele.

Después de una semana trabajando de un lado a otro en Japón, Yaga me llamó para hablar. Hubo una petición de tutela antes de finalizar uno de mis objetivos.

Así que me convertí en padre, por extraño que suene. Al principio, no me sentía capacitado, e incluso me negué, pero todos coincidieron en que me promocionarían pronto a maestro e iba a ser de ayuda en mi proceso. Además, consideraban que era una noble labor para un hechicero de alto rango como yo tener la tutela de un descendiente refugiado del clan Zenin. Admito que eso me levantó un poco el ánimo, era un reto diferente. Sin embargo, debo admitir que no fue hasta que lo conocí que volví a sonreír genuinamente.

Aunque su cumpleaños fue días después del mío, para mí, Megumi nació el primer día que nos conocimos. Esa tarde caminé hacia una vivienda social en Shinjuku y ahí lo vi: un niño con cabellos azabaches, de mirada triste tras esos ojos verdes de semblante frío. En el fondo, me recordó a mí mismo hace unos meses, y fue ahí, en ese reflejo en sus ojitos achinados, intentando defenderse, que lo entendí.

Fue una bendición. Había llegado para iluminar mi vida, justo después de esta terrible tormenta.

No ha sido fácil, pero lo he disfrutado en cada minuto. Al principio, lo más difícil era acercarme a él. Decidimos que lo mejor era tener comidas en compañía de una asistente de la escuela para observar cómo se desenvolvía. Íbamos a cafeterías y lugares de comida rápida, excepto los de pollo frito por razones obvias. En cada ocasión, le pedía el mejor combo con juguete y triple postre, pero siempre era inexpresivo mientras comía. Le preguntaba cosas para entablar pequeñas conversaciones, y me sorprendió encontrar a un niño de primaria muy maduro para su edad. El primer problema que me resultó extraño fue que no parecía reaccionar a mis bromas como el resto de los niños.

Íbamos al parque, y yo era un imán de mujeres, lo cual a él le avergonzaba, pero bueno, ¿quién lo manda a tener un padre tan guapo? O íbamos al cine, y lloraba o gritaba, y él siempre me miraba seriamente diciendo que parara porque lo estaba avergonzando. Siempre que le preguntaba si quería que hiciéramos algo más juntos, aceptaba siempre, lo cual, pese a su carácter, me daba mucho ánimo porque sabía que me iba aceptando poco a poco. Además, era él quien decidía cuál sería nuestra siguiente parada en Tokio antes de dejarlo en su casa.

Luego, mi siguiente lucha paternal fue contra el sistema legal japonés. No podía mudarlo por completo al departamento, aunque estaba bajo mi tutela debido a su condición de hechicero, la familia de su media hermana mayor no quería compartir su custodia. No me gustaba que estuviera con ellos; sentía que era inseguro para alguien como él. Sin embargo, comprendía que tenía un fuerte apego a su hermana mayor.

No pueden decir nada malo de mí. Como padre desde hace un mes y medio, he sido el mejor. Siempre le he comprado las mejores ropas, mochilas, zapatos, muebles para la casa de sus abuelos e incluso regalos para su hermana. He apoyado económicamente a la familia de su madre, aunque me hayan visto de manera despectiva. Pero afortunadamente, estamos en un proceso para que Megumi comience a vivir conmigo de manera oficial.

Esto me mantiene entusiasmado. No voy a mentir, vacié por completo el estudio de pintura, y eso me dejó nostálgico. Es como darle cierre a ese duelo. Vi las últimas pinturas que hice de Geto. No las destruí; de hecho, las guardé en una caja dentro del armario de la lavandería junto con el set de pintura. Eso coincidió con encontrar una bolsa de fotos instantáneas de cuando Geto todavía estaba en mi vida. En general, pude verlas sin dolor. Supongo que estoy convenciéndome a mí mismo de quedarme con lo bueno y dejando que el odio pase, porque Megumi vino a iluminar mi vida de una manera que nunca imaginé.

Tiré todos los óleos rotos y los caballetes manchados. Compré los mejores muebles y las sábanas más finas. También los juguetes de moda y aquellos que estaban en furor. Shoko incluso mandó un set de libros de animales y biología para niños. Nanami también vino a ayudarme a armar el nuevo escritorio y la cama. Lo que teníamos terminó completamente. Me dijo que dejaría la hechicería para terminar su carrera universitaria en actuaria y comenzaría a buscar una oportunidad en las bolsas de valores japonesas.

Después de un par de días, tuvimos su fiesta de despedida. Los hechiceros, en teoría, no tenemos una graduación, pero como Shoko terminó su carrera en la mitad del tiempo, y a Nanami le quedaba un par de semestres, decidimos tomar eso como "nuestra graduación rumbo a la vida adulta". Mei Mei rechazó la invitación bajo la premisa de que no haría nada a partir de ahora que no le generara placer o dinero. En ese momento, ir a festejar la adultez no le provocaba nada. Le pagué 200 dólares por su presencia y trajo bebidas para Shoko, porque verla emborracharse sí valía la pena.

La celebración fue tranquila y, por fin, me divertí genuinamente con ellos. Desde ese día, cada uno tomó rumbos muy particulares en sus vidas. Yo comencé a dar clases a alumnos de primer año y a acompañar a Megumi en misiones aptas para su edad y que inicie en el mundo de la hechicería poco a poco. De alguna manera, este cambio me ayudó a conocerme mejor.

Megumi, eres una bendición. Aunque no te comas tus fideos de soba con salsa de chícharo y espinacas, no te culpo; yo tampoco me comería algo que no supiera tan bien y menos que fuera verde.

S. Gojo :)

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