Ocultarlo no ha sido fácil.
Tal como esperaba, esto jamás sería como yo hubiera deseado. Me niego a llamarlo por su nombre, y es obvio que no iba a volver a confiar en él tan fácilmente. Geto ha intentado compensar el tiempo perdido, enmendar su error, siendo el mejor pretendiente para mí, incluso superando su mejor etapa cuando estábamos en nuestro momento cumbre. En la puerta, siempre hay flores, chocolates, dulces, curry recién hecho. Pasa por mí o me llama en clave para vernos, acostarnos y, por la mañana, despierto en una cama vacía.
"Satoru, tengo miedo, no pensé lo que hice", "Satoru, no me mires con esos ojos que me recuerdan al océano, solo me da ansia sumergirme en ti", "Satoru, tus ojos son el mismo cielo, ¿me vas a hacer caer desde tan alto por ti?", "Desde que me alejé no he parado de sentir que estoy ciego en la tierra, tú eres mis ojos, y tu mente es un diamante que solo brilla si estamos juntos".
¿Tonto? Me estaba enamorando de nuevo de él, pero su ausencia comenzaba a quemarme. ¿Cómo puedes regresar, hacerme sentir seguro entre tus brazos, besarme y tocarme, no solo físicamente, sino también en el alma, dándome todo lo que no sabía que necesitaba de ti? Mi fuerza cede ante un suspiro tuyo, y yo no paro de hundirme en el púrpura de tus ojos, una y otra vez.
Los días se volvieron una rutina que me asfixiaba. Despertaba, el chofer traía desayuno, y Megumi me levantaba. Siempre ha sido muy responsable, pero, aunque no necesita de mí para alistarse, comer y esas cosas, se ha vuelto, a su manera, responsable de mí, y sé que no es justo para un niño. "¿Gojo, te encuentras bien?", "No has comido los dulces que pediste", "No me has obligado a acompañarte a ver tus películas raras", por no mencionar todas las veces que regreso con moretones, arañazos y marcas, que evidentemente no son por "irme a misiones de mi verdadero calibre" como le he mentido desde hace un mes y medio.
Voy a la escuela, intento ser el mismo de siempre, pero mi buen humor se ve sombrío últimamente, sobre todo cuando veo los lugares en los que solíamos estar, esos rincones que nos pertenecían únicamente a ti y a mí. No puedo pensar claro, pongo a mis alumnos a hacer cosas que, bueno, no es que les sirva de mucho, pero ponerlos a leer y exponer no los hará mejores hechiceros, pero al menos los pongo a hacer algo útil.
Si no tengo misiones, llego a casa. Desde su regreso, es habitual encontrarme algún detalle en el buzón del departamento. Por Megumi y sin decirle explícitamente de su existencia a Geto, le prohibí acercarse a mi casa, además de las restricciones que implica si los viejos altos mandos se enteran de que está en Japón. Admito que sé lo que hizo. Shoko nunca me mintió acerca de sus razones para alejarse de este mundo, y aunque Megumi no entra en su concepto de personas impuras, no quiero ponerlo en riesgo. Suficiente tiene con sus propios familiares como para además exponerlo a eso.
No, tampoco he querido contárselo a Shoko. No me lo perdonaría, después de todo lo que hizo por mí. Es egoísta, mucho más cuando se hizo responsable de mí, y sé que también le hirió todo esto, porque ella igual perdió a Yu y a su mejor amigo.
Geto y yo éramos pasión. Cada noche que me iba a buscar a un parque relativamente cercano a mi hogar, cuando subía a su auto siempre me besaba la mano y me miraba con sus ojos. Sabía que Suguru aún estaba detrás de ellos, pero soy consciente de que este es Geto y se notaba; ya no había amor. Cuando nos citamos, siempre terminábamos en la misma cabaña a 20 minutos de la escuela en automóvil.
La vieja cabaña le pertenece a mi familia; no era la cosa más lujosa del mundo, pero había sido un refugio para los tres en nuestros primeros años de escuela. Cuando no pasaba por mí, él siempre era el primero en llegar. Cuando yo cruzaba por el portal estilo japonés, veía las viejas lámparas encendidas con velas; en la mesa del comedor, un par de bebidas afrutadas con gas y regularmente, bocadillos, en su mayoría dulces. Pero nunca comíamos. Geto se acercaba a mí sediento, y muchas veces no cruzábamos palabras, excepto cuando terminábamos de acostarnos y de pronto él me sentía extraño.
"Extrañaba lo pálido de tu piel", "No podía dejar de pensar en tu cabello blanco, haciendo juego con las facciones de tu rostro", "Tu piel es tan sedosa, podría tocarla siempre".
El Satoru de hace dos años se derretiría como nieve con sus palabras, pero el de ahora tenía mucho miedo porque ya no se sentía así, sino que sentía la aprobación de Gojo, el gran hechicero, no de Satoru, el amor de tu vida.
¿Cómo me arranco esta sensación de incertidumbre?
S.

ESTÁS LEYENDO
Querido: Yo
FanfictionSatoru Gojo y su enorme ego fueron reprendidos y castigados. El grandioso e increíble Satoru ahora debe llevar un diario personal, como un niño pequeño, con el fin de reducir su arrogancia y mantener los pies en la tierra. Sin embargo, entre tantas...