8 de agosto
Alejé a Megumi de mi vida, pero decidí traer de vuelta a Tsumiki, casi completamente recuperada. La visitaba de vez en cuando, y a pesar de la distancia, ambos se llevaban bien. Dedicaba uno o dos días a la semana para entrenar con Megumi, quien continuaba sorprendiéndome con su increíble habilidad, a pesar de su corta edad. Sin embargo, físicamente, aún no estaba listo para avanzar a niveles más complejos en combate.
Continué mi vida en Tokio como si los eventos de esa mañana en la cabaña nunca hubieran sucedido. Opté por suprimir esos recuerdos de mi vida. ¿Por qué? La razón era clara: no quería ocultar lo que sentía por Suguru. Estar los tres reunidos esa tarde en casa de Shoko fue catártico pero doloroso.
Pasamos esa tarde juntos, compartiendo conversaciones que nos permitieron disculparnos los tres. A veces olvidaba el impacto que todo esto había tenido en Shoko. La reunión fue un recordatorio de la complejidad de nuestras vidas, antes y ahora, era increíble descubrir que tanto habíamos cambiado.
"Mis mentiras me dieron miedo, pero quise hacer algo para cambiar", "Cuando vi a todos muertos, a las gemelas con miedo a que los no hechiceros les hicieran daño, entendí que tenía que cambiar de otra manera, y eliminarlos no era la solución, pero ya era tarde, era mi mayor crimen, querer un mundo mejor, no solo para mí, o nosotros, sino ahora más que nunca para ellas". Y eso bastó para borrarme la idea de la mente. Pero yo te conozco, Suguru Geto, tú siempre, siempre tienes algo más detrás de tus palabras, y sin embargo, sonreí porque Shoko estaba contenta. Éramos los tres contra el mundo, al menos en ese momento.
Shoko siempre fue prudente con las cosas que hablábamos, nunca mencionó nada, ni de Megumi ni de su hermana, cosa que le agradecí. Pero sí cometió la imprudencia de mencionar que se topó con Nanami en un aeropuerto y tuvo que mencionar nuestra breve relación.
Suguru no reaccionó en ese momento, incluso durante el trayecto, parecía ensimismado por sus pensamientos, pero cuando volvimos a vernos esa misma noche en la cabaña, lo reclamó desde el momento en que cerró la puerta de la casa. Nunca lo había visto tan celoso.
"Satoru, pensé que éramos suficientes el uno para el otro". Fue lo primero que me dijo. "Geto, yo te lloré mares, tú te fuiste, no me incluiste en tu búsqueda de un mundo perfecto, me dejaste sin considerar mis sentimientos, lo mucho que me importabas, lo que te estimaba. Yo te amaba, Suguru Geto, te amé los días de mierda que siguieron después de que te largaste, te amé cuando todo lo que se escuchaba en los pasillos de la escuela, acerca de los asesinatos, de tu traición, porque tú, Suguru Geto, eras todo para mí. Me rompiste de maneras que nunca imaginé y me vienes a reclamar por haber tenido algo con Nanami, no fue nada, Geto, porque en el fondo solo intentaba buscar consuelo".
"Claro, buscándome en la cama de Kento, no creo que hayas podido consolarte mucho, ¿no?" Me empujó contra la cama, no podía creer lo explosivo que se sintió escucharlo.
"Cuida tus palabras, Geto. Él y Shoko vieron la mierda en la que me hundiste. No podía ni respirar sin colapsar, me dejaste por los suelos". Recordaba cada una de las noches, que quise desaparecer, que quise abandonarlo todo, porque él es mi todo.
"Las excusas existieron desde siempre, Satoru. Yo me fui para buscar un futuro mejor y ahora que regresé es porque te quiero en él, quiero hacer las cosas bien". Yo me quedé callado, procesando aquello.
"Geto, yo no me enamoré de Kento, yo nunca siquiera lo consideré mi pareja, nada, nunca. Fue ni lejanamente similar a lo que tú y yo teníamos. Solo era sexo, Suguru". Continué disculpándome, aquello no era delito, él fue quien se fue.
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Querido: Yo
FanfictionSatoru Gojo y su enorme ego fueron reprendidos y castigados. El grandioso e increíble Satoru ahora debe llevar un diario personal, como un niño pequeño, con el fin de reducir su arrogancia y mantener los pies en la tierra. Sin embargo, entre tantas...