XVIII

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29 de julio

Han sido noches en vela interminables. Shoko me diría algo como: "Te dije que ibas a madurar con esta experiencia". Y es que cuando pensamos en la fortaleza de alguien, inmediatamente pensamos en poder. Pero con Megumi ha sido en otros ámbitos, no solo como guardián, porque aunque bromee mucho con que soy su padre, la realidad es que solo intento protegerlo, pero también como persona. Cuidar de alguien, dejar de depender de tu vida, es una experiencia que agrega dificultad a la vida adulta, sobre todo siendo una persona como yo, de quien todo el mundo espera algo grande.

Hace unas semanas, recibí la llamada de él mientras daba clases, y creo que ha sido la única vez que lo escuché al borde de las lágrimas.

Su hermana se había desmayado, y los abuelos la habían desahuciado sin siquiera ver a un médico. Cuando llegamos a la casa en Shinjuku, la niña estaba pálida, sus ojos a punto de salir de sus córneas y los labios morados. Veía a través de su piel sus venas inflamadas. Llamé a Shoko de inmediato.

Megumi no soltó el brazo de su hermana en ningún momento. Shoko la revisó, usó contactos y energía maldita. La mirada cuando me soltó la bomba fue, por mucho, el sentir el corazón roto de Megumi a través de sus palabras, y eso que él hasta el momento no sabía el diagnóstico: leucemia en etapa 3 y avanzando. Aun recuerdo cómo se lo expliqué a Megumi, porque tuve que escribirlo mil veces con ayuda de Shoko para que él no se asustara:

"La leucemia en etapa 3 es como un problema en la sangre que ocurre en algunas personas. Algunas células de la sangre se vuelven un poco locas y comienzan a crecer demasiado rápido. Esto puede hacer que la persona se sienta cansada, débil y enferma. Los doctores usan tratamientos especiales para ayudar a combatir esas células malas y hacer que la persona se sienta mejor."

Las esperanzas son pocas pero no nulas, eso me dijeron en su primer diagnóstico. La interné en el mejor hospital japonés, pero no me daban buen pronóstico. Megumi se frustraba cuando su hermana entraba en crisis y la trasladaban a Terapia Intensiva, y él solo podía verla a través de llamadas que yo intentaba hacer cada vez que iba a visitarla.

Un tratamiento experimental fue lo más que Shoko pudo hacer por ella; implicaba una serie de tratamientos y transfusiones de sangre. Megumi era listo, se daba cuenta de que el horizonte no era bueno para ella. Me rompió el corazón cuando una noche, después de llegar yo del hospital, me dijo: "Seré bueno, te llamaré Papá, lo que sea, pero por favor, ayuda a mi hermana". Aquello me rompió el corazón.

Moví influencias para conseguir una visa especial. A diferencia de Megumi, con su hermana era más sencillo, nada que un poco de dinero y favores pendientes de la familia Gojo para sacarla de Japón. La internamos en un hospital exclusivo en Viena, donde Shoko me presentó a algunos colegas hechiceros que, como ella, usaban la hechicería en temas médicos. Pero de nuevo, no le veían buen pronóstico. Decidí internarla, agotar los intentos. Se quedó en un coma inducido hasta nuevo aviso, por lo menos durante las dos primeras etapas del tratamiento.

Desnutrición fue lo que principalmente afectaba sus defensas además de la enfermedad, que a este punto, sabíamos que había invadido otras partes de su cuerpo.

Antes de sedarla, me dijo: "Pase lo que pase, gracias por cuidar de Megumi, Señor Gojo". Aunque me mantuve sereno, al salir de su habitación en el hospital y llamar a Megumi para mantenerlo al tanto, me tuve que echar a llorar, porque entonces, quizá solo entonces entendí un poco mejor lo que se siente no tener a nadie más para cuidar de lo que amas, y quizá, ese fue mi mayor error con Geto.

Es entonces cuando pienso, demonios, es cierto, quizá ahora comprendo un poco más los ideales de Geto, sobre hacer un mundo mejor, pero al final, si no son maldiciones, crímenes, peleas sociales, temas políticos, todo eso hasta cierto punto es peligroso pero controlable. Pero cuando tu propio cuerpo es tu principal enemigo, da miedo y aunque seas el más fuerte, no dejamos de ser mortales, seamos o no hechiceros.

Siendo yo, era difícil alejarme muchos días de Japón y el proceso de ir cada tanto iba a ser tedioso, pero aprovechaba las misiones europeas para acudir cada tanto, que siendo yo, era bastante seguido.

Fue precisamente ayer que pisé el departamento, estaba cansado, preocupado, pero sobre todo, deseando poder hacer las cosas bien de ahora en adelante, sobre todo para el pequeño Gumi. De nuevo, los pocos privilegios de poder teletransportarme me hacían caer justamente en el sofá de mi casa, por unos breves minutos cerré los ojos, añorando estar lo suficientemente cansado, pero no. Sentí ese olor, incienso de naranja y un muy tenue olor a lavanda. Eran las 3:49 de la mañana, lo vi en el reloj de la cocina. Sin pensarlo dos veces salí al balcón.

Una de las cosas que también cambié de mí mismo fue mi peinado y con lo que cubro mis ojos. Conforme me fui dedicando de nuevo a mí, mi poder me hizo ver cosas de más, y bueno, digamos que entre más oscuro es el vendaje que llevo ahora en los ojos, más cómodo me siento y veo mejor. Además, hace que mi flequillo se quede hacia arriba, digamos que me da un estilo más de este milenio.

Cuando lo vi mirándome justo al balcón sonriendo, tuve que quitarme la venda para asegurarme con todo mi poder de que lo que estaba viendo era real, y no una alucinación. Levantó la mano y se fue caminando. Yo permanecí estático, sin mover ni un solo músculo. Si era él, Suguru Geto.

Le había crecido el cabello, pero sus aromas secundarios se veían contrastados con olor a chicle, jabón de miel y algo que parecía ser tomate, su propio olor acentuado por la lavanda resultaba nulo. Por eso me aseguré de que en serio era él y no un producto del trauma que me dejó su partida.

Cerré toda la casa. Sé que somos hechiceros, pero en ese momento tenía miedo, no por mí, sino por Megumi, mi primer instinto es que no supiera de su existencia. Bloqueé todas las puertas y ventanas con energía maldita. Si podía repeler cosas físicas como la lluvia, en esta ocasión, la concentré para que nadie fuera de nosotros entrara al cuarto del niño y me quedé en una esquina cuidando de no despertarlo, en vela hasta que amaneció.

En algún punto de la mañana, me quedé dormido. Usar energía maldita por episodios tan prolongados me agotaba, pero una lamida en mi mejilla me despertó. A los minutos no era solo una, sino dos cachorros demonio estaban frente a mí, mientras él me miraba extrañado.

Pretendí que entré a buscar su ropa sucia y me quedé dormido cuando se me cayó mi celular justo en esa esquina. Evidentemente no me creyó, pero he de admitir que por ese instante, se me olvidó el peligro al darme cuenta de que fue capaz de invocar shikigamis para defenderse.

Después de los 5 minutos de papá orgulloso que tuve con él, y de eliminar las restricciones que había puesto en toda la casa con energía maldita, acompañé a Megumi a su colegio y regresé a escribir esto.

No soy tuyo, Geto. Tú renunciaste a mí.

S.

Querido: YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora