XII

219 40 6
                                    

Ahora entiendo por qué no había tenido una relación antes...

Suguru enloqueció, creo que la palabra 'furioso' era poco, incluso me llamó Gojo todo el tiempo. No es muy propio de él perder los estribos, sin duda, y de manera irónica, me pareció lindo, hasta que comenzó a reclamar cosas sin sentido acerca de no ser cuidadoso, y me cerró la puerta en la cara al salir de mi apartamento.

A ver... no me acoste con nadie, y las copas se me fueron encima, más lo del brownie. Claro que regularmente no acepto alcohol, pero estaba mezclado con chocolate y no se sentía el sabor de un trago común.

Y esta mujer de morado no supo aceptar un no. ¿Qué se supone que hiciera, golpearla? No iba a ir a la cárcel por algo así.

El resumen de todo fue precisamente Suguru sin hablarme una semana. Me mandaron a una misión, y luego se sumó otra semana completa. En un inesperado giro de acontecimientos, Nanami vino a auxiliarme, pero en una misión auxiliar con estudiantes menores.

Aunque normalmente desató mi ira en mi soledad, se sintió agradable tener compañía de cierta manera.

De regreso al colegio, el cuarto de al lado permaneció en silencio. No había luz, no había olor a naranja ni lavanda. Tres días estuve encerrado porque no quería admitirme que no sabía cómo manejar una situación que fue mi culpa, cuando todo el mundo me glorificaba por ser yo.

Este puente de nada de comunicación duró más de lo que esperaba. De pronto, escuchaba su puerta abrirse y cerrarse. Cuando salía, concentraba mi energía maldita egoístamente únicamente para saber a dónde iba y seguirlo con su olor. Pero era distinto. De pronto olía a Suguru, a la lavanda, otros a cigarrillo que camuflaba su aroma, y otros a algo completamente diferente. Afortunadamente, duraba poco, ya que era en esos momentos en los que cambiaba. Siempre a pasto mojado, tierra o flores silvestres para terminar en olor a cigarrillo de nuevo.

Me evitaba, lo sabía. No voy a mentir, a veces me colaba en su habitación porque la ansiedad de su estúpida ley del hielo, me sofocaba y al menos el sentir que estaba en su espacio me calmaba por un rato. Lo peor es que no podía estar en compañía de nadie más, no porque no pudiera ir con Shoko, Nanami, Utahime e incluso Mei Mei, sino que no quería hacerlo. Yo solo necesitaba estar con él.

Cuando llegó diciembre, sucedió. Uno de esos días en los que si dormí, porque fácilmente llevaba como 5 días de sueño divididos entre los últimos 3 o 4 meses, no sé, no llevo las cuentas, Shoko siempre me ha regañado por eso. Pero recuerdo la razón por la que me dormí. Suguru encendió una vela de lavanda. Si su olor corporal naturalmente olía a eso, sentirlo desde el otro lado de la pared pero ahora un poco más potente, me terminó adormeciendo.

No sé en qué punto de la noche, pero escuché el tocar de mi puerta. Me había quedado dormido mientras leía una novela de detectives. Era invierno, así que andaba cubierto entre finas colchas de plumas. Ya que, bueno, ser albino tenía sus desventajas, y una de ellas era que tendía a dejarme sensible la piel.

Con mis miles de colchas encima, me puse mis pantuflas y abrí la puerta. Suguru estaba ahí; no se veía igual que siempre. Tenía bolsas en sus ojos, y se veían hinchados, pese a que de por sí los tenía pequeños; la hinchazón los reducía aún más. Sin contar que su piel se veía grisácea, como si estuviera medio muerto.

No hubo palabras. Simplemente nos pedimos perdón a nuestra propia manera, anhelándonos con desesperación y como si el tiempo se nos fuera a acabar en breves.

"Satoru, te extraño. Te necesito", me susurró al oído mientras me abrazaba por la espalda y con su mano libre intentaba cubrirme. Iba a ser nuestro primer invierno juntos y sí, tenía que admitir que me emocionaba como nada lo hacía desde que era pequeño.

Amanecer con él fue el mejor regalo de cumpleaños. Me hizo desayunar, nos bañamos juntos y me dio un pequeño presente. Yo siempre le he dicho que no es necesario que me regale nada; sin embargo, me trajo un hoodie de Yukidarumon bordado en blanco y negro. Evidentemente, no soy un desagradecido, así que también compartimos un momento íntimo.

Por la tarde, a base de engaños, fuimos a la biblioteca. Le dije que prefería simplemente quedarme con él en nuestro nido de sábanas, pero incluso se ofreció a abrigarme con mil cosas. Me habló de cosas insignificantes y a la entrada, me pidió que fuera por un libro llamado "Azul casi transparente" en lo que él buscaba otro que necesitaba del otro lado. No fue tan difícil; casi sospeché que a propósito me lo dejaron a mano en una mesa del final del salón. Cuando volví para ir con él al anexo de la biblioteca, estaban todos con un pastel de fresas y velas. Ahí supe que, pese a todo, la plaza todavía nos pertenece.

Satoru.

Querido: YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora