XXIII

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A esta libreta le quedan pocas páginas.

He procurado pasar más tiempo con mis niños, Megumi y Tsumiki. Después de las misiones, regreso directamente a casa para reunirme con ellos. Aunque la casa les parezca un tanto grande, el mayordomo Tanaka se encarga de mantenerme informado. Además, me esfuerzo por no perder el contacto, especialmente con su hermana. Ella me envía mensajes diarios para mantenerme al tanto de todo lo que sucede en casa, centrándose, sobre todo, en Megumi. Este sigue demostrando la verdadera esencia del clan Zenin, tanto en su frialdad como en sus impresionantes habilidades, las cuales continúa cultivando día a día. Me siento sumamente orgulloso de tenerlo bajo mi tutela, especialmente considerando que su clan original está plagado de individuos desagradables.

Su hermana está mejorando. No afirmo que esté completamente recuperada, pero su semblante ha mejorado notablemente. Su cabello ha recobrado su brillo, y los exámenes médicos muestran una clara mejoría. Si todo sigue así, pronto podrá comenzar una educación especial para recuperar el tiempo perdido mientras vivía en condiciones precarias y atravesaba su enfermedad.

En cuanto a Suguru...

Duele, siendo sincero. Nada ha cambiado desde entonces. Ahora nos encontramos regularmente en el departamento de Shoko cada vez que la situación lo permite. Aunque ella aún muestra cierto recelo por mi anterior ocultamiento, disfrutamos de conversaciones trío sobre nuestras vidas, evocando la sensación de cuando éramos jóvenes.

Suguru se ha sincerado conmigo de diversas maneras. No afirmo que lo haya perdonado ciegamente, pero mi amor por él ha continuado creciendo. Siempre he sido honesto conmigo mismo en lo que respecta a él, y se lo he expresado abiertamente. Él es consciente de que nuestra relación perdurará hasta que, eventualmente, seamos descubiertos por las autoridades superiores, y ambos enfrentemos las consecuencias de nuestros actos. Ambos estamos preparados para ello. Suguru entiende que su pena solo podrá saldarse con su vida. En cuanto a mí, seré destituido de mis cargos y privilegios, una posibilidad que me atemoriza. Le he ofrecido todo a él y a sus hijas, pero él prefiere aceptar las consecuencias de sus acciones. Aunque admirable, su decisión parece algo precipitada, considerando que tengo la capacidad de manipular las circunstancias para posponer ese destino lo suficiente como para proporcionarles nuevas identidades.

"Es lo correcto, Satoru. No mereces sufrir de nuevo por mí, ni tú ni Mimiko ni Nanako. Pero si tengo que protegerlas, ellas serán mi prioridad. También tienes a alguien por quien velar." Sí, le revelé a Suguru sobre Megumi y su hermana. No afirmo que estuviera entusiasmado con el talento de Megumi, ya que no lo conocía, pero sí estaba al tanto de la historia del clan Zenin.

En lo que respecta a mí, he encontrado la libertad de desafiar a los superiores con más frecuencia. Mis alumnos se han convertido en mi ancla recientemente, y me esfuerzo por concentrarme en guiarlos. Sin embargo, también he dedicado tiempo a explorar a fondo mi nuevo poder. ¿Qué es esa envolvente burbuja que me envuelve en mis momentos de vulnerabilidad? Bueno, es como un globo de nieve. Realicé un experimento algo cruel con uno de los shikigamis de Megumi al confinarlo en estos espacios. La forma más simple de describirlo es que son como peceras temporales en el vacío físico de nuestra realidad. Este vacío, comúnmente conocido como "la nada", existe entre nosotros, pero no de manera física. Es tan vasto como el todo, pero la ventaja radica en que, al existir sin atarse a lo físico, nos brinda numerosas posibilidades con las que podemos experimentar.

No comprendí esto hasta ahora: deseaba fervientemente encapsular momentos egoístas, y es por eso que surgían constantes burbujas de energía. Estaba tomando la totalidad del presente para almacenarlo en el vacío que podía manipular gracias a mi poder infinito.

Sí, era egoísta. No se lo había revelado a nadie, excepto al pequeño shikigami de Megumi cuando lo liberé. Me miró con desaprobación, ya que se había acostumbrado a su nuevo hogar y se negaba a abandonarlo. Después de todo, era una réplica del cuarto de Megumi a las 3 de la tarde. Yo tampoco querría dejar ese paisaje campestre.

Lo más sorprendente era que me había recluido a mí mismo. El tiempo no transcurría o, al menos, no lo sentía. Solo los seres vivientes éramos conscientes de lo que ocurría en esa burbuja, y yo era el único capaz de crearla, preservarla o destruirla.

Si bien mi pensamiento egoísta consideraba recluir a Suguru en una de esas burbujas, también era consciente de lo egoísta que resultaba contemplar eso a expensas de su libertad. Y la de sus hijas. Pero también la mía. Si nos descubrían, el Consejo de Hechicería me tendría en la mira durante siglos, incluso más allá de mi muerte, porque tanto ellos como yo desconocíamos hasta qué punto mis poderes podían perdurar en el tiempo.

No quiero anticipar el final, pero tampoco quiero permitir que Suguru se aleje de mi lado. Merecemos algo mejor que ocultarnos en las sombras, algo más que simplemente coincidir en esta vida.

No puedo dejarlo ir tan fácilmente. No deseo vivir perpetuamente en la penumbra.

Satoru.

Querido: YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora