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El traje de castor ya estaba comenzando a molestarle.

Se quitó la cabeza falsa de castor que llevaba y la tiró no muy lejos de él. Pues no quería que el señor Siwon lo expulsase del trabajo, ahora lo necesitaba más que nunca.

Jeongin respiró con dificultad y cogió una toalla mojada para paseársela por su frente y retirar cualquier rastro de sudor en su rostro.

—Niños y niñas, ya es hora de trabajar.

Siwon el dueño del restaurant era demasiado exasperante a veces y para Jeongin más, estiró los brazos hacia los costados intentando relajarse, pero lo siguiente que vio fue a Yoon Keeho entrar por la puerta, acompañado de sus otros amigos, todos jugaban y se codeaban entre sí, el castaño tragó saliva.

—Entonces, le dije que si quería una cita conmigo debía madurar más, además yo soy mucho para alguien de su clase... —la inconfundible voz de Jongseob lo sacó de sus pensamientos, ellos eran compañeros curso, incluso Jeongin tomaba materias a su lado, pero algunas veces él era invisible para todos.

Incluso para Keeho, de quien Jeongin se declaró enamorado desde hace dos años, lo divertido era que este ni siquiera sabía de la existencia del castaño, a menos que fuese un examen.

—¡Siwon, quiero un pedazo de tarta!

El castaño llamado Jeongin giró sigilosamente para escapar de allí, no quería ser avergonzado por sus "compañeros" y mucho menos en su trabajo. Pero su boca se abrió de sorpresa al chocar contra el cuerpo de uno de ellos. Jeongin levantó la cabeza para verlo y su pulso se aceleró por completo.

—Quiero hablar contigo después de tu turno. ¿A qué hora puedo venir a recogerte?

Los pies de Jeongin comenzaron a flotar por el aire, su garganta se secó y sus ojos se abrieron a un punto único, seguramente se veía ridículo. Gracias a Dios que tenía el traje puesto.

—Salgo a las tres de la tarde.

—Bien, te veo a esa hora, Jeongin.

Keeho regresó a la mesa con sus amigos, dejando tras él una nube de delicioso aroma a plantas verdes que atravesó el traje de castor que llevaba el castaño.

—Aún detrás de ese traje puedo ver tu sonrisa de quinceañera —murmuró una voz conocida a sus espaldas.

—Cállate.

Félix Bang ya había cambiado para ese entonces, ya no era el chico pelinegro de antes, ahora tenía el cabello rosado claro y sus ojos ligeramente maquillados. Claro, ahora que ya habían pasado diez años, era lo normal, pero con diecisiete años Félix era uno de los chicos más cortejados de la secundaria. Con ropa cara y perfume ligero, pero sofisticado, tal y como su padre. Jeongin lo examinó por un momento a través del traje, pero se alarmó al ver un brazo sujetando a su amigo.

—Jinnie, ¿quieres comer algo? —la inconfundible voz del peli-rosa lo alarmó—. Jeongin nos invita, ¿cierto, Innie?

—No seas tonto, no tengo dinero —se quejó Jeongin frunciendo el ceño, una lástima que nadie pudiese verlo a través del traje—. Ahora debo ir a trabajar.

El castaño delgado se acomodó el disfraz, ya sólo le faltaban treinta minutos para salir de allí y encontrarse con Keeho. El viento de afuera le ayudó a pensar en la forma de verse menos ridículo, sintió su piel erizarse al momento que uno de los niños se le apegó a la pierna. Rodeándolo con sus bracitos fuertemente.

—¡Castor!

Jeongin tuvo que actuar como un castor bailarín, sólo le bastó mover la cola grande que tenía detrás para que el niñato se fuera aplaudiendo. Después de todo, no era tan difícil interpretar a un castor que anunciaba comida barata.

¿Qué esconde el señor Bang? ☘ ChanInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora