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La casa estaba fría; Jeongin odiaba el frio. Pero ahora mismo no podía hacer nada, lo único que deseaba era acurrucarse en su cama para hacerse un ovillo de dolor, pena y desconsuelo.

No tenía nada que decirle a nadie, estaba un poco destrozado por dentro y casi podía sentir su caja torácica hundirse de a poco.

El teléfono sonó de nuevo. Contó quince llamadas antes de perder otra más, sabía que era Christopher y Félix quienes lo llamaban y, él ya no sabía cómo hablarle al rubio.

El teléfono sonó una vez más. Pero sus manos no se movieron en su auxilio. La crueldad del destino es horrible, pensó.

Dos días después aún tenía los ojos enrojecidos, hinchados y enmarcados por unas sombrías ojeras, testimonio de las noches en vela que se había pasado ignorando al rubio. El frágil vínculo que los unía se estaba quebrantando de a poco, como un estambre de lana que se tiraba por un edificio.

Jeongin era consciente de que estaba intentando alejarse del rubio, pero su corazón parecía no entenderle y por eso seguía persiguiendo a Christopher aún después de días de no verle.

Sunny por otro lado había estado malcriándolo como un niño pequeño, era cierto ahora ocupaba el puesto de administradora del bar nocturno en el que trabajaba, ella se veía feliz pero su hijo sólo lo aparentaba.

No fue sino hasta esa tarde en que escuchó pequeños golpes en la entrada de su casa que por fin logró ver a Jisung allí, lástima que Sunny fue quien lo recibió.

—Señora, vengo a dejarle a Jeongin la tarea de la semana —dijo suavemente.

—Pasa cariño, has crecido mucho últimamente —los labios de la mujer se convirtieron en una sonrisa enorme—. Le harás compañía a Jeongin, últimamente ha estado muy solo y temo que se convierta en un zombi —Jisung trató de no objetar con el ceño y una mirada de desaprobación. ¿Cuál era el problema con ella?—. Debo ir al trabajo, dejé galletas y un poco de chocolate caliente en la cocina. Cuídalo mucho, ¿Está bien?

Siempre había sido, demasiado confiada.

Una vez que ella se fue, Jisung cerró la puerta con cuidado, miró en dirección a Jeongin, claramente evaluándolo. No podía negar que sentía cierta pena por su amigo, pero todo era culpa suya. Ahora lo único que podía hacer era esperar y tener esperanza.

—Estás hecho un asco —dijo casualmente. Levantó su propio cuaderno y caminó hacía el castaño deprimido—. Cómo sea, Heechul nos dejó trabajo. Félix no puede venir porque se ha enfermado, le dije que no comiera tanta basura.

Jeongin suspiró.

—¿Quieres una galleta? —Jeongin le ofreció el plato de galletas recién hechas y Jisung no se negó en tomar una—. También hay leche, si quieres.

—¿Hasta cuándo vas a estar así?

Jisung era muy bueno con la intimidación. Había nacido con ello.

—No entiendo.

—No entiendo mis pelotas —el castaño parecía confundido—. Hiciste mal en meterte con el padre de nuestro amigo, pero ya pasó, ¿Qué más puedes hacer? Félix me dijo que el señor Bang ya está libre de los cargos, si tanto lo quieres deberías ir con él.

Jeongin ni siquiera contestó.

—Reprimir los sentimientos no es sano, Jeongin. Debes sacarlos a flote si quieres seguir con tu vida —alguna emoción apareció en el rostro pálido de Jeongin—. A veces debes dejar de pensar en otros para comenzar a pensar en ti, ahora por favor levanta tu trasero y vamos a la casa de Félix que yo no puedo soportar sus insistencias de niño malcriado. Siento que voy a ahorcarlo en cualquier momento.

¿Qué esconde el señor Bang? ☘ ChanInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora