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𝐓𝐇𝐄 𝐂𝐑𝐎𝐖𝐍

Vanessa observó con recelo mientras un grupo de damas se acercaban a ella, rodeándola como si fuera una presa. Rhaenys, había ordenado que la bañaran y vistieran con un sencillo vestido celeste. No entendia que estaba sucediendo y realmente estaba muy confundida.

- ¿Qué está sucediendo? -preguntó Vanessa con voz temblorosa mientras las damas comenzaban a despojarla de su ropa.

Rhaenys, indiferente entro a la habitación, se acercó a ella y esbozó una sonrisa de satisfacción.

- Estás a punto de regresar a Desembarco del Rey, querida Vanessa.El rey, ha solicitado tu presencia. La boda con Lucerys se llevará a cabo en breve-

Vanessa sintió cómo el mundo se desmoronaba a su alrededor. Quería negarse, gritar, hacer cualquier cosa para evitar este matrimonio no deseado. Sin embargo, la sonrisa de Rhaenys insinuaba que no tenía intención de permitirle escapar de esta situación.

- Pero no quiero casarme con Lucerys. -Vanessa intentó protestar, pero Rhaenys simplemente asintió con calma y abandonó la habitación, dejándola a merced de las damas de compañía.

Mientras la bañaban y vestían, Vanessa se sentía como una marioneta. La sensación de impotencia la abrumaba mientras la preparaban para su inminente matrimonio, una unión que ella nunca deseó y que amenazaba con cambiar su vida para siempre.

Las damas la vistieron en un sencillo vestido celeste que no hacía justicia a su belleza. El despojo de las joyas y vestimenta lujosa que solía llevar la hacía sentir despojada de su propia identidad. El peinado no lograban ocultar el dolor y la angustia en sus ojos.
Vanessa sabía que regresar a Desembarco del Rey era un paso hacia un futuro que nunca eligió. Lucerys, el hermano de Jacaerys. La boda se convertiría en una prisión dorada, y ella se sentía atrapada por las expectativas y deseos de los demás, sin voz ni elección en su propio destino.

La bruja se habia equivocado.

Cuando finalmente estuvo lista, las damas la llevaron hacia el puerto donde un barco aguardaba. La tristeza inundó su corazón mientras miraba hacia atrás, viendo desvanecerse el horizonte de Driftmark. Mientras navegaban de vuelta a la capital.

[...]

Por otro lado Lucerys estaba recibiendo recién la carta, entusiasmado mando que alistaran un barco lo antes posible, preferia ir en barco que en su dragón. Era muy temprano por la mañana y Rhaenyra y Daemon aún dormían al igual que Jacaerys.Lucerys iría solo y sin avisarle a nadie .Mientras tanto Vanessa había llegado, había salido de madrugada y era por la mañana, Rhaenys la acompañaba.

Alicent, las recibió en la Fortaleza Roja con una sonrisa de cortesía. Sus ojos observaron detenidamente a Vanessa mientras avanzaban hacia la habitación, y no pasó desapercibido para ella cómo la joven princesa había decaído desde la última vez que la vio.Mientras las tres caminaban por los pasillos de la fortaleza, Alicent notó la ausencia de la habitual gracia y vitalidad que Vanessa solía mostrar. Su porte ya no era el de una futura reina orgullosa, sino el de un fantasma en una situación que no deseaba, me hizo recordar a ella de joven. La falta de las lujosas vestimentas, joyas y adornos resaltaba la humildad en la apariencia de Vanessa. Sus ojos, una vez llenos de chispa y determinación, ahora parecían sombríos y apagados.

Vanessa había nacido para nadar en joyas.
No había nacido para vestir telas humildes.

Cuando llegaron a la habitación donde se alojarían, Alicent dio instrucciones para que se preparara un desayuno y ofreció a la joven princesa algunas palabras de aliento que sonaron vacías en sus oídos.

De Fuego y Cenizas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora