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𝐓𝐇𝐄 𝐐𝐔𝐄𝐄𝐍 𝐀𝐍𝐃 𝐓𝐇𝐄 𝐇𝐀𝐍𝐃

—Cardan, ve a la cocina y tráeme más de esas deliciosas galletas que sirvieron en el desayuno — ordenó Vanessa desde la comodidad de su habitación. Cardan, quien había llegado el mismo día en respuesta a su solicitud, asintió y se encaminó hacia la cocina, siendo su diligente mensajero.

Una semana habia transcurrido desde el descubrimiento de los pasadizos secretos, y aún no se veía señal de la llegada de Otto. La espera se dilataba, más que nada porque Otto había ido primero a Oldtown antes de ir directo a Desembarco .

—Vanessa — irrumpió Aemond con un semblante que denotaba inquietud, eclipsando cualquier rastro de felicidad en su rostro.

—¿Qué sucede, Aemond? — inquirió ella, poniéndose de pie con un leve mareo que pasó desapercibido. Su mente divagó hacia la posibilidad de la anemia que una vez la afectó en Oldtown, aunque descartó la idea rápidamente

Aemond, con un rostro serio y preocupado, interrumpió el ambiente tranquilo en la habitación de Vanessa.

—Vanessa, Otto ha regresado, pero trae consigo noticias que no son para nada alentadoras — comunicó Aemond con un tono que denotaba seriedad y urgencia.

—¿Qué ha sucedido, Aemond? —preguntó Vanessa, anticipando lo peor.

—Otto acaba de regresar y dijo que no tiene buenas noticias. Creo que sería mejor que fueras al salón del trono lo más pronto posible — respondió Aemond, consciente de la gravedad de la situación.

Vanessa asintió, su expresión revelando una mezcla de ansiedad y determinación. Se dirigió rápidamente hacia el salón del trono, con pasos decididos y la mente llena de interrogantes sobre el contenido de esas noticias que habían perturbado la tranquilidad del momento. Aemond la siguió.

Otto estaba parado ahí esperando y cuando vio a Vanessa habló

—Intente negociar que ustedes tengan la mitad para así mantener la paz— suspiro Otto y Vanessa apretó la mandíbula, Aemond puso una mano en su cintura ya que notó lo molesta que estaba y se arrepintió porque ella volteó y lo miró con una mirada más candente que el fuego que denotaba ira pura

La tensión en el salón del trono era palpable mientras Otto, con expresión preocupada, relataba sus intentos de negociación con los otros señores. Vanessa, al escuchar que se había puesto en juego la mitad de su reino, no pudo contener su furia.

—¿Negociaste mi corona? —espetó Vanessa con una mirada ardiente que reflejaba su enojo.

Aemond, al percatarse de la creciente indignación de Vanessa, instintivamente colocó una mano en su cintura, pero el gesto no pasó desapercibido para ella.

—La corona es de Aemond, mi nieto, no tuya —argumentó Otto, pero Vanessa, con un suspiro de molestia, le respondió con firmeza.

—La corona es mía, Otto. Este es mi reino, y si no estás dispuesto a aceptarlo, tendré que reemplazarte como Mano del rey y reina —declaró Vanessa, demostrando su determinación.

Después de que Vanessa afirmara con firmeza que la corona era suya, Otto miró expectante a Aemond, esperando que él interviniera y lo defendiera. Sin embargo, la sorpresa se apoderó de Otto cuando Aemond, rompiendo con la tradición y lealtad esperadas, habló en apoyo de Vanessa.

—Ella tiene razón, abuelo. Yo solo le conseguí la corona, pero quien reina es ella —declaró Aemond, respaldando la autoridad y liderazgo de Vanessa de una manera que desconcertó a Otto.

La mirada entre Aemond y Vanessa reveló una complicidad y unidad que parecía desafiar las expectativas. Mientras Aemond se mantenía firme en su apoyo, Vanessa agradeció su respaldo con un gesto de complicidad, afirmando su posición como la verdadera gobernante del reino.

De Fuego y Cenizas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora