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𝐋𝐎𝐒 𝐏𝐀𝐒𝐈𝐋𝐋𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐌𝐀𝐄𝐆𝐎𝐑
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—Morghul— se quejo Vanessa, Daeron ya se había ido pero el gato se había puesto inquieto, no la arañó pero se notaba que quería dejar los brazos de la pelinegra con la cual compartía el color de su pelaje.

Vanessa lo soltó y el gato empezó a correr pero paro unos metros como si estuviera esperando a que ella lo siguiera, Vanessa suspiró y empezó a caminar rápido detrás del felino el cual se metía por los jardines hasta que paro en una zona.

El gato se quedó totalmente quieto, cuando Vanessa se agachó para tomarlo en brazos el gato empezó a rascar ligeramente el pasto y se noto una escotilla, Vanessa miró a los lados para verificar si alguien la estaba mirando pero nadie lo hizo, levantó la escotilla y miró unas escaleras empinadas, el gato entró primero, Vanessa susurró tres veces su nombre antes de empezar a seguirlo, cerró la escotilla tras ella, no era la mejor idea seguir a un gato en la oscuridad total cuando nadie sabía dónde estabas pero Vanessa confiaba plenamente en sus sentidos, el gato la guiaba por la penumbra total hasta que llegaron a un lugar que estaba ligeramente iluminado por una lámpara lo suficientemente antigua que hacía que se te erizara la piel al verla encendida ya que el lugar parecía no haber tenido ninguna presencia durante más años de los que pudo haber tenido Jahaerys.

Vanessa se adentró en el lugar misterioso, explorando cada rincón. Mientras examinaba las varias puertas, notó un tallado sobre la roca encima de la entrada por la que había ingresado: "Rūklun", que significaba "jardín" en Alto Valyrio.

Al lado de la lampara, destacaba un gran cuadro. Vanessa se aproximó para observarlo detenidamente. La pintura representaba a Maegor y a su madre Visenya en una escena que parecía capturar el momento donde ambos tenian el poder, el portaba la corona de Aegon, Visenya portaba su anillo y apoyaba su mano sobre el hombro de su hijo, Vanessa noto que ella tenia el color mismo de la pintura con la cual habían pintado los ojos de ambos antepasados. Pasó su mano por el borde de oro del cuadro , pero este, de manera sorprendente, cortó ligeramente su dedo índice. Agitó el dedo, y una gota de sangre cayó en la lámpara.

Mágicamente, el fuego de la lámpara cobró vida con un fulgor renovado. No solo eso, sino que varias lámparas más en el lugar se encendieron, deslumbrando con su luz. Además, los bordes del cuadro se tornaron rojizos, y este pareció abrirse ligeramente, como si detrás de la pintura se ocultara algo, y el cuadro funcionara como una puerta hacia un escondite secreto. La magia del lugar se manifestaba ante los ojos de Vanessa, envolviéndola en un halo de misterio y asombro.

Vanessa, con un palpitar acelerado de emoción, manipuló con cautela el cuadro, revelando un pequeño espacio. El polvo en el aire hizo que tosiera al ingresar, pero su atención se centró en dos elementos asombrosos: un cuaderno antiguo y una espada enfundada, ambos dispuestos sobre una mesa de roca negra, emanando la esencia ancestral de Rocadragón.
El cuaderno, con sus páginas amarillentas y desgastadas por el tiempo, parecía contener narrativas perdidas y crónicas olvidadas que, quizás, aguardaban pacientemente para ser desentrañadas. La espada, envuelta en un aura de misterio, aguardaba impaciente, como si su hoja ansiara salir rapidamente de su funda.

En busca de más , Vanessa tomó una lámpara de fuego. Su luz titilante reveló nuevas inscripciones talladas en Alto Valyrio en el fondo del escondite. Las palabras se presentaron ante ella con la solemnidad de una antigua profecía: "naejot ñuha dārilaros, ñuha kostōba zaldrīzes, wherever iksā, ānogar ānograro". La confusión se apoderó de Vanessa, cuestionando lo que se creía saber sobre Maegor y su linaje "a mi heredero, mi dragón fuerte, donde sea que estés, sangre de mi sangre ".

De Fuego y Cenizas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora