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𝐋𝐈𝐍𝐄𝐀 𝐒𝐔𝐂𝐄𝐒𝐎𝐑𝐈𝐀

Vanessa, con reflejos , logró esquivarla por un margen estrecho. No había sido intencionado por parte de Lucerys, pero eso no disminuía el peligro que habían enfrentado.

La escena en el cielo se volvió aún más caótica y devastadora. La aparición repentina de Vhagar, el dragón de Aemond, fue como un rayo inesperado que dividió el cielo oscuro. Con un rugido atronador, Vhagar se lanzó hacia Arrax, el dragón de Lucerys, con una rapidez y ferocidad impresionantes.El impacto fue devastador. Los dos dragones se encontraron en medio de la tormenta con un choque colosal que sacudió los cielos y resonó en los oídos de Vanessa como un trueno demoníaco. Las fauces de Vhagar se cerraron en torno al cuerpo de Arrax, y con un poderoso y letal mordisco, dividió al desafortunado Arrax en dos. Las piezas del dragón, junto con Lucerys Velaryon, su jinete, se precipitaron hacia el mar embravecido, desapareciendo en las oscuras aguas de la tormenta.

El silencio se apoderó momentáneamente de la escena, interrumpido solo por el rugido del viento y la lluvia que seguía cayendo con fuerza. Vanessa observó con horror la tragedia que se desarrollaba frente a sus ojos, una pérdida que no se podía remediar.
Lucerys había saltado justo a tiempo, cayendo hacia el inmenso mar junto con los restos de su compañero dragón. La caída al agua debió de haber sido dura, y Vanessa no sabía si sobreviviría a ese impacto. Mientras observaba la escena desde lo alto de Vespereal, Vanessa sintió una mezcla de emociones encontradas.

Un grito ahogado salió de los labios de Vanessa más que nada por la sorpresa.

Finalmente el silencio se apoderó del cielo después del cataclismo que había tenido lugar. Vanessa, con el corazón en la garganta y el rostro empapado por la lluvia, dirigió una mirada llena de conmoción y angustia a Aemond. Las palabras se atascaron en su garganta, pero finalmente logró pronunciar la pregunta que ardía en su mente.

—¿Qué hiciste? —pronuncio, no lo juzgaba.

Aemond, no respondió de inmediato. Su mirada estaba perdida en la distancia, sus ojos reflectaban la magnitud de lo que había ocurrido. En su mente, las escenas de la colisión entre los dragones, la llamarada de Vhagar y la desaparición de Arrax se sucedían como fragmentos de un sueño tumultuoso. No había sido su intención desatar tal caos en el cielo, mucho menos provocar una tragedia de tal envergadura.
El mundo que les rodeaba se sumió en un sombrío y abrumador silencio. A pesar del fragor de la batalla aérea, el estruendo de las llamas y la repentina desAemond miró con desesperación hacia abajo, donde los fragmentos de Arrax caían al océano.

El príncipe Targaryen sabía que las implicaciones de esta tragedia no se limitaban a la desaparición de un dragón o un hombre. Las relaciones familiares, las alianzas políticas y la estabilidad de los Siete Reinos se veían amenazadas por lo que había ocurrido en los cielos . Aemond era consciente de que, independientemente de su intención, había encendido la mecha de un conflicto más grande, y el peso de esa responsabilidad lo atormentaba.Mientras las sombras de las consecuencias se cernían sobre él, Aemond no emitió palabra alguna, pues sabía que ya no había vuelta atrás.

Vanessa se encontraba aún bajo la conmoción de los eventos recientes. La tormenta había cedido, pero el desastre que habían presenciado la había dejado estremecida. Aemond, mientras intentaba procesar lo que había ocurrido, pronunció unas palabras que la sobresaltaron.

—Debemos volver ahora —afirmó con seriedad—Rhaenyra no tardará en tomar medidas sobre esto, especialmente después de haber perdido a su hija en el parto

Vanessa quedó desconcertada por la noticia que le daba Aemond. No estaba al tanto de la trágica pérdida que había afectado a  Rhaenyra. La sorpresa se reflejó en su mirada mientras asimilaba la noticia y comprendía la urgencia de la situación.

De Fuego y Cenizas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora