9. Ruido y Silencio

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En algún momento, en el tiempo de Alguien, se encontraron el tiempo pasado, el tiempo presente y el tiempo futuro. Se miraron fijamente como viejos conocidos, se contemplaron como recién distinguidos y se turbaron ante la utopía del encuentro.

Una atmósfera densa ocupaba el espacio circundante; el color y la oscuridad formaban imágenes ilusorias. El espacio se había deformado de tal manera que principio y fin no se podían distinguir. En ese momento singular y etéreo de la existencia, se dieron cuenta de que solo podía hablar uno por vez.

La atmósfera se tornó melancólica, miles de imágenes empezaron a danzar con sus propias voces. El tiempo pasado, quien se veía como el mayor de los tres, tomó la iniciativa y habló así:

—¡He aquí a mis creaciones!, los frutos de mi existencia, la razón de mi existir. En ustedes están mis virtudes y desdichas, mis aciertos y desaciertos, mis anhelos y mis temores. Cuánta alegría siento de verlos, ustedes son la culminación de mi gran obra, mis hijos. Pido que se me reconozca como el tiempo más importante de nosotros tres.

El tiempo presente y el tiempo futuro se miraron con respetuosa insinuación para conceder la palabra. El tiempo presente tenía más curiosidad de oír lo venidero, entonces, el tiempo futuro, quien no tenía una figura reconocible, habló así:

—Te he escuchado atentamente, tiempo pasado, y reconozco que eres el poseedor de lo vivido, pero veo en tu argumento arrogancia y soberbia. Tú piensas que por ser el más antiguo eres el más sabio. Estuviste antes, pero eres el tiempo pasado y no sabes qué sucede en el presente, tampoco sabes qué hago yo. Soy el único que sabe todo lo que pasó. La conclusión y el fin, en mí la incertidumbre del qué pasará ya no existe, en mí se corrigieron todos los errores. La razón de la existencia de ustedes dos siempre fue pasajera. Ustedes fueron, y ahora yo soy. Pido que se me reconozca como el tiempo más importante de nosotros tres.

El tiempo pasado y el tiempo futuro miraron al tiempo presente, quien tenía la figura más joven y reluciente. Luego de reflexionar un momento, el tiempo presente habló así:

—Los he escuchado atentamente y les agradezco por ser lo que fui y por lo que seré. Tiempo pasado, tú no existías, no eras tú en el pasado, era yo en todo momento. Yo, el tiempo presente, fui quien estuvo aprendiendo y viviendo cada instante, fui virtudes y desdichas, aciertos y desaciertos, anhelos y temores. Así que no te equivoques, tiempo pasado, tú eres mis huellas, tú eres la memoria de cada paso que di, no soy tu hijo; yo soy tu padre. Y tú, tiempo futuro; hablas de lo que no ha sucedido, tú no existes porque seré yo quien te vaya forjando. A cada paso que yo dé, tú estarás siendo creado, así que no te equivoques y espera a que yo llegue. Pido que se me reconozca como el tiempo más importante de nosotros tres.

Un profundo silencio apareció y se percató del caos que se había formado por el encuentro de los tiempos. Los miró y los consumió. El silencio se llevó consigo las palabras y pensamientos, no hubo más ruido, la atmósfera se tranquilizó, todo quedó en armonía; paz dejó.

Alguien logró acallar su mente, encontró en el silencio la tranquilidad; habían finalizado los dilemas entre lo que fue, lo que es y lo que será. Pero Alguien no podía permanecer eternamente en el silencio; tarde o temprano tendría que pensar y buscar en el pasado algunas respuestas, decidir en su presente y preparar su futuro. El silencio le había enseñado algo muy valioso a Alguien:

"La paz mental es aceptar el pasado, respetar el presente y esperar a que el futuro llegue".

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