Alguien caminaba lentamente por las calles de la gran ciudad; no le agradaba estar en medio del bullicio y le preocupaba su seguridad. Veía a los individuos pasar por cientos, personas que por alguna razón no podían, o no querían, caminar sin prisa, abstraídos en sus pensamientos, ignorando a los demás.
Metidos en latas sobre ruedas iban otros tantos, con la necesidad urgente de adelantarse unos a otros, golpeando las bocinas para hacer más ruido e incomodar. Serpenteando entre aquellas estrepitosas máquinas rodantes, unos cuantos cruzaban a la carrera, sorteando con habilidad y destreza para llegar a la otra acera.
Una anciana maltrecha y con cara de enferma pedía ayuda extendiendo el brazo, su boca con no más de cuatro dientes, sentada en una improvisada silla de tablas podridas. Unos cartones tirados en la acera parecían ser el camastro de un hombre en miseria; unos harapos malolientes que lo cubrían así lo denunciaban. Sirenas de ambulancia a toda velocidad, voceadores de alguna noticia gritaban sin cesar. Sonidos y olores a montones, avisos de negocios por doquier, un verdadero infierno llamado: La ciudad.
Alguien logró encontrar un sitio más tranquilo en medio de aquella tosquedad, un sendero invitaba a caminar y a recorrer aquel paraje para descansar. Grandes árboles de eucalipto impregnaban el ambiente con su tranquilizante aroma, pequeños pájaros, en alguna especie de conversación, se respondían con trinos aquí y allá. El tremendo bullicio había quedado algunos metros atrás.
Se sentó en el prado, vio que por encima de los árboles asomaban imponentes estructuras hechas de hierro y hormigón, como moles inanimadas observando la ciudad. Una de esas estructuras se podía divisar semidesnuda, vigas de acero se alzaban y se cruzaban formando decenas de cubos, uno sobre otro y hacia los lados igual. Máquinas y hombres le querían dar forma. Alguien observaba, tratando de calcular cuántas cajas estaban armando, eran demasiadas y pronto desistió de contar.
—En cada caja una familia vivirá, en otras cajas distintas personas trabajarán. En las cajas de abajo de seguro las latas con ruedas guardarán, sitios para que coman y compren cosas de seguro en otras cajas colocarán. Ladrillo sobre ladrillo; a cada caja la forma le da, una caja sobre otra y arriba otra más. Como hormigas por cientos y miles, formando hormigueros; como abejas, formando panales. Pero ni las hormigas ni las abejas se ignoran como los locos de la ciudad. —Cavilaba Alguien—.
Recordó a la anciana que le tendía el brazo, al hombre durmiente y a todos esos desamparados de la ciudad. Miles de cajas no alcanzaban para todos o quizás no todos pretendían en aquellas jaulas habitar.
—No logro precisar cuál está más loco; el que duerme en una caja sobre otra, o el que no tiene jaula para "descansar". Quizás no se trate de quién está más loco; quizás tan solo se trata de que cada quien cumple con los absurdos regímenes de una triste sociedad. —Concluía Alguien, mientras veía pasar a una pareja de ancianos en su lánguido caminar—.
Ladrillo sobre ladrillo, marcando límites entre los locos de una sociedad.
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Analizando Ando
Spirituale¿Alguna vez te has preguntado cómo juzgas tus pensamientos y los de los demás, y con qué criterio lo haces? A veces, somos más duros con nosotros mismos que con los demás. Otras veces, somos más duros con los demás que con nosotros mismos. Es un jue...