Alguien, observaba que la fecha en el calendario, marcada con un círculo desde hacía meses, había llegado con gran celeridad:
—El tiempo con su prisa; su transitar consume desde segundos hasta décadas sin más, sin misericordia ni regreso. Una marcha incesante e infalible que absorbe todo en su andar. Uno tras otro, los días desfilan y concluyen, cual comparsa de carnaval.
Se inquietaba al juzgar aquella realidad; sentía zozobra y, en ocasiones angustia. El tiempo se le evaporaba entre efímeros y fugaces días. Los asuntos pendientes nunca faltaban; las fechas de compromisos y obligaciones en constante lucha por ser la prioridad. Metas y sueños personales se dejaban de lado; familia y amigos relegados. Y el tiempo no quería ayudar.
Cuando pretendía organizar su amoratada agenda para dar algún respiro a su vida, se encontraba con más dilemas que soluciones. Un desfile de anotaciones satisfacía cada fecha del calendario; algunos días marcados con asuntos pendientes y otros con la tachadura que indicaba que la faena no se tenía realizada. Un compromiso aplazado para otra fecha; una obligación resaltada y subrayada como urgente; eliminada la nota de la salida familiar; la visita a aquel amigo internado en la clínica... se tenía que ignorar.
De seguro no iba a alcanzar; lejanos se veían aquellos días planificados a meses. Sin embargo, con la faena que cada día exigía, la agenda parecía colapsar, dejando una pila de números y letras apiñadas en espera de un tiempo que se consagraba en pasar y pasar. Curiosa controversia: el tiempo era el mismo en todo momento, pero cada situación a su capricho lo podía moldear.
Alguien caviló en los asuntos del tiempo y su andar:
—Es como un tren que viene a lo lejos; su lento movimiento es casi imperceptible, aun así, se puede apreciar. La velocidad parece aumentar a medida que se acerca, como si el maquinista precipitara la marcha. Cuando va pasando por el frente, se siente su gran velocidad; las ráfagas de aire que genera parecen querer llevarte a volar; los vagones y ventanas forman una sola línea a la vista; el retumbo ensordecedor se hace poseedor incluso de los sonidos del pensamiento, dueño absoluto de toda atención e imposible de ignorar. Cuando el último de los vagones pone fin al precipitado desfile, un silencio abrumador queda, como si volver a la serenidad fuera cosa de una adaptación forzada. Ahora se ve al tren irse; más y más lento se ve su andar, pero ese tren no ha cambiado, siempre ha transitado con la misma ligereza. Y los pasajeros del tren me verían por la ventana de forma distinta; tan solo por unos segundos se vería la figura de una persona quedarse atrás, sin sospechar que para esa figura el tiempo no transcurría igual. Siendo el mismo tiempo para todos, no se percibe igual.
Alguien necesitaba más tiempo; pero con más extensiones temporales nada se podría solucionar, los asuntos de una agenda no eran asuntos de interés para el tiempo; el tiempo seguiría igual. Entonces, decidió que haría lo mismo con el tiempo y simplemente lo dejaría pasar. Tomó nota en una nueva agenda; en la primera página escribió:
—Si dedico desmedido tiempo recordando y considerable tiempo pensando en lo que vendrá, estaré perdido. Con un ojo hacia adelante y el otro hacia atrás, es muy difícil mirar.
Alguien salió de la trampa del tiempo; se pudo liberar. Viviría libre de esa angustia existencial. A medida que se iba liberando, curiosamente, el tiempo se disfrutaba más.
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Analizando Ando
Espiritual¿Alguna vez te has preguntado cómo juzgas tus pensamientos y los de los demás, y con qué criterio lo haces? A veces, somos más duros con nosotros mismos que con los demás. Otras veces, somos más duros con los demás que con nosotros mismos. Es un jue...