4. Sombras en la Mente

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Caminaba de manera apresurada, sin intención de hacer pausa alguna, con ganas de quitar todo lo que se le cruzara a su paso. Iracundo, así iba Alguien. Miraba hacia adelante y a la vez hacia abajo, sin tener la más mínima idea de qué estaba observando. Descarriado, así iba Alguien. Movía sus manos exigiendo respuestas, balbuceando fragmentos de algún diálogo. Solo, así iba Alguien.

Fuertes sonidos lo sacaron de su conflictivo estado; detuvo su marcha y dirigió su atención hacia un individuo que estaba sentado en la acera, su aspecto era sucio y descuidado. Aquel hombre golpeaba con fuerza sobre el asfalto con una madera que empuñaba en su mano, vociferando y reclamando. Sus gritos eran atemorizantes, su garganta parecía hacer un esfuerzo sobrehumano; todo parecía indicar que la cordura lo había abandonado y que aquel desdichado estaba solo en sus alegatos.

Aquella escena le causó temor, sintió como si estuviera viendo un espejo sucio y quebrado; un reflejo que viniese del futuro y quisiera atormentarlo. Cada vociferación del desquiciado hombre calaba como afilados fragmentos de vidrio volando, cada enardecido reclamo que propinaba a la imaginaria víctima era como dedos señalando.

Alguien retomó su camino, sin prisa, con las manos en los bolsillos y la mirada baja. Analizaba lo que le sucedía a él mismo cuando tenía alguna casual controversia con algún allegado. Los gritos del atormentado hombre se fueron difuminando, quedando solo el eco rezumbando. Consternado, así iba Alguien.

—Ese hombre se quedó perdido en su realidad, quizás en algún momento no pudo diferenciar y se ha quedado alegando solo. ¿Será que toda esa locura empezó así? ¿Verán sus ojos a aquel con quien anda peleando? ¡Y yo estoy igual al lunático, alegando con alguien que no está a mi lado! —exclamó en voz alta, se detuvo y se tomó la cabeza con las manos. Culpable, así se sintió Alguien por inventar diálogos y situaciones en contra de otro alguien más. La culpa se convirtió en vergüenza y la vergüenza en dolor.

Sintió mucha curiosidad por entender qué le sucedía, quería saber por qué su mente seguía creando situaciones aún más complicadas de lo que realmente eran. Alguien sentía que no era él mismo en esos momentos; algunas veces sentía que las palabras que resonaban en su mente eran ajenas a su natural lenguaje.

Palabras en su mente con la tonalidad de otro, una voz familiar pero ajena. Una presencia que se encargaba de suscitar preguntas y respuestas; una vibración que imitaba el timbre de personas reales y generaba controversias y situaciones irreales. Este eco se encargaba de oscurecer y agraviar sin descanso, generando atmósferas densas, pensamientos lúgubres, venganzas y todo lo necesario para que Alguien se sintiera víctima o victimario.

Para poder acallar aquel ruido, Alguien debía reprimirse a sí mismo en voz alta, a veces apretando su cabeza con las manos, cerrando los ojos, respirando profundamente y pensando en algo diferente. Aun así, Alguien ya había sido presa de la duda entre lo real y lo irreal. En algunas ocasiones se confundía tanto que las palabras de la voz se convertían en una verdad.

A veces, Alguien se encontraba en situaciones extrañas con los demás; por alguna razón, aseguraban palabras que Alguien no había dicho, pero a veces era Alguien quien aseguraba palabras de los demás que tampoco habían dicho.

Alguien concluyó que los demás también tenían sus propias voces internas. No estaba loco, no era el único que se imaginaba diálogos y situaciones en su mente. No era el único que vivía en una realidad alterna momentánea y no era el único que confundía la realidad. Ahí afuera de su mente había otras mentes con sus propias sombras.

Sombras en la mente, sombras que se nutren de sus propias ideas oscuras, sombras que crean su propia voz y que confunden a la conciencia. Sombras que necesitan dosis de tristeza, soledad, malestar, deseo oscuro, venganza, egoísmo, mentira y todo tipo de baja vibración. Autónomas y dominantes, escondidas en algún lugar detrás de la razón, camufladas de conciencia y seductoras sin corazón.

Pero solo son sombras, solo son manchas en un rincón. Tramperas al acecho de un descuidado paseador. Cobardes y manipuladoras sin prejuicios ni razón, como la palabra seductora de un ladrón. Simples pensamientos descuidados de un atormentado pensador.

Alguien decidió no dar más importancia a sus sombras, decidió acallar esa voz ruidosa y molesta a la menor brevedad. No sería fácil, ni de un día para otro, pero ya era consciente de sus sombras en la mente y no quería seguir alimentándolas; quería encontrar paz interior.

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