El anciano estaba sentado sobre un rancio taburete de madera, en la entrada de la antigua ermita. Contemplaba la persistencia de Alguien ascendiendo entre la espesa selva, por la empinada colina. La pipa del anciano chisporroteaba y su barba plateada cobijaba una sonrisa de satisfacción al ver llegar a su entrañable discípulo.
—¡Muchacho! ¿Cuántas veces debo decirte que seas más silencioso con tus pasos? Se escucha tu respiración a kilómetros y muestras cansancio. Llevas encima los olores de la tierra húmeda; la selva te ha dejado hecho un guiñapo. Limpia tu cuerpo en la caída de agua, despeja tu mente y luego entra. Veo que traes una carga pesada ahí, en tu pecho.
—Viejo, he caminado durante tres días para venir a verte y... ¿así me recibes? ¡No, mejor no me respondas! Haré lo que dijiste, me congelaré los huesos en la quebrada y despejaré mi mente.
Alguien siguió las instrucciones que le fueron dadas e ingresó a la ermita, yerto de frío. Charlaron durante largo rato, sentados al calor del fogón de piedra. El anciano hizo una pausa, cambiando el tono de su voz y la mirada.
—Siempre he querido preguntarte algo: ¿Qué te hace sentir tan diferente de los demás?
—Esa es una muy buena pregunta, viejo. No te imaginas lo que me ha costado poder responderme eso. Durante casi toda mi vida he buscado la respuesta; en noches de desvelo, cuando voy caminando por lugares lejanos, cuando lloro o río, estando solo o acompañado; casi en todo momento. A veces me canso tanto de preguntarme que... siento que me derrumbo y sufro en silencio —respondió Alguien con una voz profunda y cansada.
—A eso me refiero. Siempre te veo buscando, pero no afuera, sino ahí adentro. Te he visto reír y charlar con los demás, pero tu mirada siempre te delata, no estás con ellos, estás ahí adentro. Caminas por senderos en las montañas, atraviesas ríos y riachuelos, pero casi siempre vas solo, como si estuvieras huyendo. Nunca te he visto regresar con lo que vas a buscar tan lejos —dijo el anciano con voz apaciguada y paternal, tomándolo de las manos.
—Tienes razón, viejo. Se necesita tener tu sabiduría para entender eso. Por eso vengo hasta aquí a buscar un poco de paz y consuelo. Pero dime, viejo, ¿qué puede ser eso que tanto busco en mi interior y que no encuentro?
—Imagina que recibes una carta. Esa carta te la enviaste tú mismo, hace mucho tiempo. En esa carta te preguntas: "¿Qué puede ser eso que tanto busco en mi interior y que no encuentro?" Ahora, responde al muchacho de ese tiempo —dijo el anciano, procurando en sus palabras la pausa y cadencia necesarias para invitar a la respuesta.
Alguien respiró profundo, se imaginó ver los ojos de la juvenil imagen de sí mismo y empezó a decirle:
—Lo que buscas no está en esas personas, deja de hacer todo lo que te están diciendo. No sigas buscando consuelo en los que te siguen hiriendo. Con el tiempo te darás cuenta de que, cuando no hagas lo que ellos quieren, te dejarán solo y sufrirás pensando que fue por tu culpa. Te empezarás a alejar de personas maravillosas por miedo a que te suceda de nuevo. Lo siento, pero aún no tengo la respuesta a tu pregunta, pero sigue estos consejos y te evitarás mucho sufrimiento —el llanto le impidió continuar, sintió que dejaba desamparado a su pasado.
—Ya tienes parte de la respuesta. Ahora sabemos por qué te escondes ahí adentro. Pero aún no tenemos la respuesta completa. ¿Sabes?, puedes acudir a Alguien diferente, a quien puedes preguntarle. Escríbele una carta y pregúntale, quizás ese hombre del futuro pueda guiarte —dijo el anciano tiernamente, con una sonrisa y secando las lágrimas de Alguien.
—Pero la carta demoraría muchos años, hasta que pueda llegar yo a ese tiempo. Responder al pasado es diferente porque estoy aquí y ahora, pero desde el futuro no se puede —replicó Alguien.
—No escribiste la carta desde tu pasado, pero la respondiste. La respuesta que has dado se llama experiencia, basada en lo que sucedió y en lo que aprendiste. Es por eso que no puedes responder desde el futuro, porque no ha sucedido nada entre el ahora y ese tiempo venidero. Pero sí puedes hacer algo desde tu presente: dejar de lado las cargas y las dudas que pesan tanto, las que no te llevan a ningún lado. Quizás, esa sería una de las posibles respuestas de tu yo del futuro, dependerá de lo que decidas.
ESTÁS LEYENDO
Analizando Ando
Spiritual¿Alguna vez te has preguntado cómo juzgas tus pensamientos y los de los demás, y con qué criterio lo haces? A veces, somos más duros con nosotros mismos que con los demás. Otras veces, somos más duros con los demás que con nosotros mismos. Es un jue...